Cangas del Narcea: Impronta rápida de la Descarga
A las ocho y once de la tarde, una tarde espléndida de sol, la Virgen del Carmen llegaba al Puente de Ambasaguas.
Esta ha sido mi cuadragésima primera Descarga y la primera que he visto y oído fuera del eje central de la misma, de la presión y nervios de tiradores y apurridores, de las urgencias, de la tensión y de las aglomeraciones del puente y sus cercanías, de la preocupación por la rápida crónica a enviar a La Voz de Asturias. La he vivido solo, completamente solo en el camino que lleva desde el Regueiro de San Martín a Santa Catalina. El sol, luciendo fuerte en el oeste, dificultaba un tanto la visión especialmente a través del objetivo de la máquina. Las sensaciones han sido totalmente distintas de las de otros años. A la izquierda, en el Camino de Llamas pude contra a cerca de cien personas entre tiradores y apurridotes. Me parecía oír lo que comentaban y palpar su tensión cuando la cruz procesional enfilaba la rampa del puente.
El aire me traía nítido el sonido de las campañas de la Basílica y de la ermita de Ambasaguas. Se seguía perfectamente el camino de la procesión a través de los voladores indicativos. Aunque estaba lejos volví a sentir esa sensación de angustia que te oprime el pecho y el golpear de la sangre en la sien. Nadie a mi lado, solo los ecos de las campanas. A través del visor pude observar las aglomeraciones en el puente de los Penones, en el Fuejo, en el depósito y otros muchos lugares. Especialmente visible las terrazas y balcones, algo nuevo en mi perspectiva de la Descarga.
Apenas un minuto después del primer volador el humo borró por completo el Camín de Ambasaguas y los tiradores que el mismo estaban. Poco a poco, de un lado y otro aumentaba el número de los que explotaban en las alturas. El humo enfilaba hacia el suroeste envolviendo al Cascarín en su camino. Tronaba la tarde entre reflejos de sol y resplandores de pólvora en el cielo. En el recuerdo, las ausencias.
Seis minutos y veintiocho segundos después se hacía el silencio y hasta mi lugar llegaba el eco de los gritos, vítores y aplausos. La villa quedaba envuelta en una nube de humo y sentimientos. Desde Ambasaguas el canto de la Salve, en la voz de don Jesús, llegaba nítida a mis oídos. Algunos conatos de incendios aparecían en las cercanías del Cascarín. Un helicóptero de bomberos sobrevolaba la villa ante la total indeferencia del personal. En la calle Uría, hacía Leitariegos y Oviedo, un atasco monumental. Como solemos decir Cangas estaba apunto de petar.
En el momento en que escribo estas líneas, Artesanos comienza a preparar la próxima Descarga.