CANGAS DEL NARCEA.-Más allá del río

No sé si lo peces piensan, la razón dice que no, pero la licencia literaria permite que en este caso pensemos nosotros que el pez pensó. Y quizás se esté preguntando aún qué pinta él, el pez, en los madriles, en la capital de España, tras haberle obligado a dejar el Narcea contra su voluntad y engañándole. Fue muy de mañana cuando gozando en el río vio moviéndose delante de él un esquicito bocado. Espléndido desayuno, se dijo. Y aunque no distinguió muy bien su naturaleza vio como se mecía en el agua de un lado a otro como subía y bajaba tentándolo. Disminuyó su movimientos, comenzó un nadar lento y como de acecho. Tras unas cuantas vueltas de aproximación se lanzó sobre su presa. Y entonces sintió un dolor intenso, algo se le había clavado en su boca. Inició una serie de movientes, saltos y contorsiones con el fin de desprenderse de aquello, fuese lo que fuese, que se le había clavado en la bosa llenando ésta en lugar de hacerlo el exquisito bocado que se presumía había alcanzado. No lo lograba, más bien parecía que algo punzante se le cavaba más y más a la vez que sentía una especial fuerza que le arrastraba hacia la orilla del río pese a su fuerte oposición. Se vio perdido. Se contorsionó una mil veces con intensidad. Nada. Aquella desconocida fuerza seguía tirando de él y se vio saliendo del agua cegado por una gran luz. Se vio en las manos de un humano que le libró del objeto que se le había clavado en la boca y le producía tanto dolor. Sintió un gran alivio y se dejó acostar en cesto confortable bajo la atenta mirada da un grupo de humanos que, incomprensiblemente para él celebraban su salida del rio con entusiasmo. Vio como le median y le pesaban. Y pasó de unas manos a otras. Y se sintió importante. Y entonces perdió la conciencia. Despertó tiempo después. No estaba en el río sino en un lugar cerrado, ruidoso y atado a algo que le impedía el movimiento. Fue consciente de que había iniciado una nueva vida, vacio por dentro pero luciendo por fuera. Había cruzado una frontera, estaba más allá del rio
Y es que, amigos, el campanu de Asturias de 2024 luce, tras ser disecado, en El Rincón Asturiano de Madrid, el restaurante que pagó por él el precio récord de 19.300 euros. En abril del pasado año, un taxidermista se encargó de extraer su carne y conservar la cabeza, la piel o las espinas para que tras un laborioso proceso pueda verse en el local como luciendo espléndido.
El campanu pesó 8,2 kilos y midió 92 centímetros. De él se lograron sacar hasta 14 raciones de pescado. Ahora el salmón más cotizado de Asturias velará por que los sorprendidos clientes madrileños que lo ven, disfruten de la sidra y el cachopo.