CANGAS.- El crimen del Rodical

En 1905, en El Rodical, apareció el cadáver de Justo Ubierna, un transportista de Cangas de Tineo (actual Cangas del Narcea), cosido a hachazos y con todo el dinero que llevaba encima intacto, en el bolsillo de los pantalones.

No hace muchas fechas les hablaba yo aquí del crimen denominado `de Balsagra´ por haber tenido lugar el suceso en las cercanías de dicho puente en este concejo de Cangas del Narcea.

Hoy voy a hacerlo del conocido, por las mismas razones, como `Crimen del Rodical´

Vivía a la sazón en esta villa, concretamente en el Barrio del Corral, José Claret Quert (Suria, Barcelona, 1837 – Cangas del Narcea, 1912). De su predicamento en la época da fe el hecho de que ejerciese como alcalde interino del concejo del entonces Cangas de Tineo entre el 1 de enero y el 18 de febrero de 1894,

Tenía una empresa dedicada a la mensajería y como quiera que el negocio marchara bien decidió contratar a otro vecino de la villa llamado Justo, Ubierna Segura, para que le ayudara en su trabajo.

No tardó Justo en ganarse el aprecio de la  de la  familia Claret en general  y codirección de la empresa en particular por su diligencia y honradez, a la par que, a nivel individual, se ganaba el afecto y cariño de una hija de los Claret llamada Cándida. La cosa fue a más y, tras el noviazgo, se llegó al matrimonio, matrimonio que se celebró el 4 de octubre de 1903, y que  permitió a Justo entrar a formar parte de aquella familia constituyendo en el acto sociedad con su suegro para continuar la explotación del negocio al que la familia venía dedicándose.

A medida que pasaba el tiempo y el negocio seguía su buena marcha, las excelentes aptitudes de Justo, así como su laboriosidad y honradez, fueron factores importantísimos que contribuyeron poderosamente a acrecentar con pingües beneficios aquella sociedad, que algún tiempo después se disolvió, por motivos que, según señalan los cronicones de aquella época, nunca llegaron a saberse. Lo cierto y probado es que de ser socios y familiares unidos, Claret y Justo pasaron a ser competencia, y por las rivalidades del oficio se fueron enfriando las relaciones de parentesco llegando incluso al odio por parte de Claret, su mujer e hijos solteros, hacia el hasta entonces estimado y apreciado colaborador, Justo. Y todo ello vino en agravarse por cuanto a medida que iban en auge los negocios de Justo, sufrían serios quebrantos los de la familia Claret.

Y como ya señalaba el saber popular señalando que  “mal consejero es el odio engendrado por la envidia y la codicia”, Balbina Azcárate Tejón, esposa de Claret, y sus hijos Gonzalo, Josefa y Avelino, “desarraigando de su corazón hasta el último átomo de los pocos sentimientos que en él albergaban”, según señaló el fiscal del caso en el proceso, deciden y decretan la muerte de Justo Ubierna, sin que ni siquiera la relación de parentesco que les unía a los hijos de éste fuese suficiente para contenerles en sus criminales propósitos.

Así las cosas, y según el relato de lo acontecidos, faltos de valor para ejecutar por sí mismos sus criminales designios, la familia Claret buscó un aliado entre sus empleados encontrándolo en el joven Jesús Agudín Soto, apodado el Sardón, de 17 años. A sus inductores les era muy fácil influir y apoderarse de su voluntad. A parte de la juventud y de la dependencia en que se hallaba respecto a ellos, quizás hubo también otros factores que pudieron influir definitivamente dada la juventud del requerido y el hecho de que el tal requerimiento lo hicieran  dos mujeres relativamente jóvenes, solteras y de posición social más elevada que él, lo que le pudo hacer concebir la idea de que, además del precio ofrecido, pudiera quizás recibir otro galardón más estimado para él.

El caso es que finalmente, el Sardón fue condenado a casi 18 años de cárcel mientras que la familia Claret, ante la indignación de muchos, fue absuelta. En la publicación del veredicto final efectuada en el diario ‘El Popular de Gijón’, del domingo 7 de octubre de 1906, se señalaba que a la salida de la familia absuelta, numerosos grupos prorrumpieron en silbidos y denuestos que acaso se hubieran convertido en golpes  de no haber intervenido oportuna y profesionalmente una pareja de la Guardia Civil.

Para aquellos que quieran saber más hay un libro tituado “El crimen del Rodical (1905) de Arantza Margolles Beran

-Tous pa Tous

 El crimen de ayer. Crónica negra asturiana 1900-36

El crimen del Rodical (1905) – Arantza Margolles Beran

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R. Mera