CANGAS DEL NARCEA.- De lo que aconteció en la presentación del libro de Elvira Feral
El pasado sábado acudí al espacio Cultural Treito para presentar un libro de la periodista y escritora Elvira Feral, con padres en Tebongo y Llamas del Mouro, con la que coincidí en La Voz de Asturias.
Lleno en el local y emociones de reencuentros y recuerdos entre los muchos vecinos que acudieron a arroparla en su primera novela. Terminado el acto, fueron bastantes, incluidos los más cercanos, como Toño, que me señalaron que emitiese mi intervención en Onda Cero como una Estampa y lo llevase al blog ya que consideraban más que curioso lo que en la misma conté. Y yo, que soy bien mandado, accedo aquí a ello, esperando que les guste o al menos llame un tanto su atención.
Fue así:
“Permítanme ustedes. Hay momentos que suceden así, porque sí, por ellos mismos, sin que tengamos sobre el hecho influencia ni control alguno. Unos dicen que son los hados, otros que el destino, los de más allá que el sino de las cosas, y otros que la Divina Providencia o la conjunción de los astros. Tal así, sea ello por lo que fuere, nos ha ocurrido a Elvira y a mí en el entorno de su libro.
-Oye Mera, me ha llamado una periodista, Elvira, que estuvo en La Voz, que le gustaría que presentases tú su libro, me dijo Toño Treito por teléfono.
Dudé un momento, -¿De la Voz dijiste? ¿Y que me conoce? Dile que sí.
Días después me llamó Elvira. Ya había indagado yo en su biografía.
-Así que padres de Tebongo y Llamas del Mouro ¿eh?, le pregunté
-Sí, sí
-¿Y no recuerdas de dónde soy yo?
-Pues no, no
-Soy de Cáceres, de un pueblo no muy lejano a Malpartida de Cáceres y que jugó y corrió de niño por las dehesas extremeñas.
Quedó Elvira en suspenso un momento
Lo que son las cosas, continué, tienes raíces canguesas, jugaste por las calles y caminos de Tebongo, pasas por Madrid y terminas situando tu obra en Cáceres. Yo nazco en Cáceres, no muy lejos de Malpartida, juego entre las encinas de las dehesas, paso por Madrid y termino situando mis relatos e historias aquí en Cangas. Tras pasar ambos por La Voz de Asturias y años después, hoy terminamos juntos en esta casa, foco cultural de esta comarca para presentar aquí, en el concejo en que se hunden tus raíces, tu libro “Estocada”.
Y otra más: El camarero sin nombre que atendía diariamente tras la barra al inspector, había estudiado en el Colegio San Antonio, en Cáceres, y cuenta que el profesor del Filosofía, el padre Arturo, era más que benévolo y no pasaba lista, ello le permitía a él, al camarero, escaparse uno y otro día a los billares donde aprendió a jugar. Y bastante bien, aseguraba.
Durante un trimestre, o quizás algo más, allá por mis quince años, estudié yo en el Colegio San Antonio, de Cáceres, en el que era prefecto de estudios el Padre Arturo, que después fue prior en el Monasterio de Guadalupe. Y había también un profesor de Filosofía -cuyo nombre no logro recordar- entrado en años, de barba venerable y bonachón, que nunca pasaba lista y ponía las notas según él consideraba “el interés de cada uno en aprender”. Como comprenderán ustedes, allí nadie trabajaba y sí se escapaban a los billares. Luego, todo el mundo aprobaba. Aun con la no exactitud de nombre y cargo, en el padre Arturo, si hay de nuevo otra evidencia entre la novela y mis videncias. Por cierto, al igual que el camarero aguanté allí muy poco tiempo.
Ahora, permítanme ustedes que les diga quién es Elvira, aunque quizás algunos de vosotros ya la conozcan incluso mejor que yo”.
Elvira Fernández Álvarez, que escribe con el seudónimo de Elvira Feral, nació en Madrid aunque ha vivido la mayor parte de su vida en Asturias. Ahora está afincada temporalmente en Cádiz. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid ha trabajado durante casi treinta años como redactora en diversos periódicos y revistas de Madrid y las grandes cabeceras del Principado: La Voz de Asturias, El Comercio, y La Nueva España. Ha sido responsable de un Gabinete de Comunicación sindical, jefa de redacción en una empresa editora de revistas corporativas y coordinadora del Festival Internacional de Cine de Gijón, entre otras cosas. Así aquí lo dejo porque si sigo con su currículo me lleva todo el tiempo de la presentación
Mas, presumo yo, no debía de estar contenta con su demostrado manejo de las palabras cuando decidió realiza un curso de Técnicas Narrativas de la Novela durante tres años en la Escuela de Escritores de Madrid; el Curso de Corrección Profesional en el Centro de Aplicaciones Profesionales del Lenguaje y talleres de relatos con el escritor Juan José Millas. “Estocada” es su primera novela.
No quiso Elvira, o quizás no encontró la ocasión ni el momento, aprender a moldear la arcilla de Llamas del Muro y convertirla en negra una vez cocida, prefirió dedicarse a muñir palabras, y a entrelazar éstas entre sí en frases, frases cortas, claras, definitivas y definitorias; frases sencillamente descriptivas. Y una vez torneadas en sus formas convertir estas frases en párrafos, y los párrafos en artículos y ahora en libro. De la palabra al todo
Una novela `negra´, lo que son las cosas. Esos momentos, causalidades o casualidades, de los que hablamos al principio
Elvira dejó atrás las ataduras de la realidad y se ha decidió a dar el salto a la ficción con su primera novela, ‘Estocada’ (Cosecha Negra), que firma como Elvira Feral y que la ha llevado a un territorio que, vengo en presuponer, era para ella desconocido hasta ese momentos en que la inspiración, el `pronto´, aparece: el mundo del toreo. E inicia así una aventura en esta nueva etapa de su vida.
Cuenta Elvira que la novela surgió en la Escuela de Escritores. Y concreta: “Me apunté a un curso de tres años y ahí empecé a escribir la escaleta y poco a poco fue saliendo todo. Pero no así de repente, el darla forma costó entre cinco o seis años de trabajo”. Nada más y nada menos, añado yo.
“La muerte viste guantes negros, agarrados a un cuchillo, a una pistola, a un vaso con veneno…”Así nos introduce Elvira en su novela. Y poco a poco, paso a paso, nos va presentado una trama entre personajes y aptitudes en un laberinto del que encontramos salida al final, cuando se detiene la peonza, tirada con destreza, tras girar con la música de Van Morrión de fondo, nos precisa la autora
Y entremedias, página a página y capítulo a capítulo, capítulos cortos, rápidos en descripción y acción, nos introduce en un mundo de sensaciones, de dudas, de personajes que van y vienen por los recovecos de sus mentes y los rincones de sus anodinas vidas. Y sobrevolando cada página, la sombra del torero asesinado –un torero “que veía llorar a los toros”- sin que entre ellas vislumbre el lector causa alguna para ello. Y aparecen los personajes, y hablan y nos muestran sus flaquezas, sus miedos, para desaparecer de nuevo dejándonos en la duda: ¿Será este el culpable?
Y palabra tras palabra, frase tras frase, Elvira nos relata el paralelismo del ser y el sentir entre las vidas del investigador, el inspector Samuel Mares, del Grupo de Homicidios de Cáceres, y el asesinado, el torero Manuel Linares, cada uno con los mismos miedos y secretos, como si cada uno de ellos se viera reflejado en un espejo que les devolviese la imagen del otro, de un espejo en el que el yo propio se viese reflejado en su total desnudez de alma y muerte.
Y al fondo, la dehesa brava con sus caminos de polvo y barro, con sus aguas y sus calores, con sus secretos de hoy y de antaño, y el museo Tostel, en Los Barruecos, cerca de Malpartida de Cáceres.
Y paso a paso, el policía se enfrenta a sus demonios particulares y a través de sus monólogos interiores, el lector descubre que el investigador debe ser investigado. Es esta una novela en la que el rencor, la venganza y el desconcierto ante la vida están presentes. Léanla.
Elvira, gracias por tu obra. Gracias Toño, gracias Ángeles. Y a todos ustedes gracia también por vuestra presencia y comprensión”