CANGAS DEL NARCEA.-El otro ángulo de la Descarga
Y con el último estruendo rebotando sobre los tejados hasta difuminarse aguas arriba del Narcea y del Luiña tras hacer retemblar la tierra y acelerar hasta el límite cientos de corazones, Cangas liberó la tensión acumulada en los tres últimos años. Primero fue la pandemia y el pasado año la Descarga inconclusa que encogió el corazón de cuantos la vivieron. Ésta del pasado domingo, esta de 2023, fue rotunda, completa, medida, y actuando como orquesta gigante con todas sus cuerdas entrando a tiempo y con ritmo bajo la batuta electrónica de Salvatore, logró el clímax con el remate final de toda la percusión y metal abrazados en un tronante acorde final. Tal parecía que las raíces italianas de Salvatore se habían trocado alemanas convirtiéndolo en un Beethoven de la pólvora describiendo sobre el Prao del Molín una grandiosa sonata; cada año la misma pero siempre distinta en sus acordes, ritmos, estructura y arpegios.
Entraron los acorde iníciales de las expertas manos de los tiradores que abrazaban el prao como violinistas que colocados en círculo, abrazando al resto de los elementos de la orquesta, interpretaban al unísono un especial acorde pero en distintos tempos. A su lado, los apurridores pasaban las hojas de la partitura de modo y forma que nada alterase ni modificase la continuidad que mostraba el pentagrama. Y se incorporaron flautas, flautines, oboes y clarinetes; y seguidamente saxos, cornas, trompetas, requintos, trombones y tubas… y aumentaba la percusión y sonaban fuertes los platillos, xilófonos y metalófonos… Y entonces Salvatore-Beethoven dio un golpe de batuta y todo tembló y se sacudió cual si el Dios tronante del Sinaí hubiese apuntado con su dedo hacia el centro de la villa canguesa.
Y saltaron lágrimas de los ojos de creyentes y no creyentes, de cangueses de aquí y de los muchos allás donde se encuentran otros tantos y tantos viviendo en el exilio la dolorosa ausencia del olor y sabor del la pólvora, de los amigos, de las ausencias… Y se liberaron tensiones, y se descargó adrenalina a raudales, y proliferaron abrazos bañados de emociones que, contenidas al principio, rompieron al caer de la tarde como la pólvora había roto, una vez más, el cielo cangués.
El humo, el humo me nublaba la vista, ¿o eran lágrimas que la emoción no lograba ya contener? O quizás ambas cosas. En la pequeña terraza de mis amigos Rodrí y María Jesús, con el último volador, nos abrazamos su hija Laura y la hermana de aquella, Isabel, que se encontraban a mi lado. Desde múltiples lugares de Cangas me llegaba envuelto en humo el sonar de los aplausos y, desde el Prao del Molin, los gritos de júbilo de los artesanos que hacia el mismo corrían desde sus lugares de tiro. Y también aplaudimos con los nervios ya destensados, descargada toda la adrenalina
Desde la capilla de Ambasaguas, como si el sol se asomase tímido tras la tormenta, llegaba balsámica la Salve a la Virgen.