El paseo de Manuel, el paseo de los jubilados cangueses

El paseo de Manuel, el paseo de los jubilados cangueses

El Paseo del Vino

Estaba fría la mañana, Octubre había dejado ya atrás su primera mitad y sus días caminaban lentos entre soles, nieblas y orvallos, hacia noviembre.

Arrastrando levemente los pies, Manuel caminaba por Santa Catalina en dirección al Hospital. Era su diario paseo si el tiempo no tornaba en fosco y se lo impedía. No le importaba el paso de las horas, le daba un tanto igual su ritmo. Nuca se había parado a pensar lo que tardaba e ir o en volver. Él se dejaba ir, despacio, perdido en sus recuerdos o con la mente en blanco sintiendo únicamente el roce del airecillo en su cara, o el acariciar del sol sobre su piel. Le prestaba el orvallo mañero y no abría el paraguas. Dejaba que las gotas húmedas mojasen su pelo y se acumulasen en sus hombros o en los bajos del pantalón. Apreciaba el sol sí, pero en su justa medida. Decía que el calor estaba bien para Madrid, o para León, que aquí no. No iba con nosotros, explicaba.

Caminaba contemplando como Llamas de Ambasaguas aparecía poco a poco entre la niebla

Desde que construyeron la acera a Corias había ido a recorrerla en algunas ocasiones, pero terminaba volviendo a la ruta del Luiña. Manuel explicaba que era más abierta, más sosegada, que el rumor del Luiña le llegaba mejor que el del Narcea en la otra. Y así caminaba contemplando como Llamas de Ambasaguas aparecía poco a poco entre la niebla, o como las mañanas del sol, el Cueto se abría poderoso allá al frente, contra el horizonte que apuntaba ya a León y los calores. Pasaba curioso frente al Hospital viendo el ir y venir de los que llegaba y los que se iban, de los coches entrando y

El Pomtón

saliendo en el aparcamiento de Piñera. Recordó como él mismo había sido uno más de los que no les gustó mucho que el alcalde Somoano, en aquel entonces, dedicase tanto dinero a la compra de los solares para construirlo. ¡Menos mal que no nos hizo caso!, contestaba él mismo a sus pensamientos. Y remataba: Tras el cierre de las minas nos mantiene el Hospital. Como cierre… y dejaba en el aire la incertidumbre del furo de la comarca.

En primavera, y ahora en otoño, algunas veces se animaba y caminaba por el Paseo del Vino

En primavera, y ahora en otoño, algunas veces se animaba y caminaba por el Paseo del Vino. ¡Hay muchos cangueses que no valoran en su justa medida esta maravilla de paseo!, explicaba a algunos de sus compañeros casuales de paseo. Otro acierto de otro alcalde, en este caso Cuervo.

Se acababa octubre. Manuel pensó que iba siendo hora de ir buscando la pelliza y la bufanda. Llegó al final de la recta del Pontón y giró de nuevo hacia la villa

El paseo de Manuel, el paseo de muchos otros cangueses

.Comparte en tus redes sociales
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter
Share on LinkedIn
Linkedin
Pin on Pinterest
Pinterest
Share on Tumblr
Tumblr

R. Mera