Una obra de teatro sobre El Carmen que sigue desaparecida
No ha muchas fechas, y hablando de hechos y aconteceres en San Tiso, les hablaba yo de una obra de teatro “La Virgen del Carmen” sin tan siquiera darles datos de su autor. Tras algunas indagaciones vengo hoy a subsanarlo.
Se llamaba Pablo Martínez Cavero, y debía de ser importante en Cangas por cuanto las crónicos de la época se refieren a él simplemente como don Pablo, dando por supuesto que todos sabían perfectamente de quién se hablaba. Estaba casado don doña Julia Nacarino y ambos “eran observadores y sumamente caritativos”. Él vino destinado al Registro de la Propiedad en 1.874 tras vivir en Madrid. Permanecieron en Cangas hasta 1.877.
Se adaptaron rápidamente y pronto confraternizaban con cangueses de unos y otros niveles sociales de Cangas Pero por lo que verdaderamente tenía pasión don Pablo era por el teatro y en Cangas encontró los elementos necesarios para dar rienda suelta a su afición por cuando en la localidad existía un numeroso grupo de aficionados a los que dirigían don Jenaro Regueirín y doña María Teresa y don José María Flórez. Por aquellas fechas fueron puestas en escena obras como “El hereu”, “Las quintas”, “La escuela de las coquetas” o “Flor de un día”.
Don Pablo quiso ir más allá y escribió dos comedias: “Sin cocinera” y “La Virgen del Carmen”. Esta última la hizo para ponerla en escena durante las fiestas patronales de julio, y así se hizo, “alcanzando un éxito grandioso no solo por lo interesante de su argumento sino por tratar precisamente “de un asunto de gran repercusión en la localidad”. Tanto fue así que hubo de repetirse al día siguiente de su estreno llenando de nuevo el teatro.
La obra estaba dividida en tres cuadros. El primero de gran intensidad dramática, con tormenta, relámpagos, bandidos que asaltan una diligencia, la Guardia Civil y hasta un muerto en escena.
El segundo es cómico, gracioso y se desarrolla en una posada. Y el tercero, popular, con todo el ambiente típico cangués de las fiestas del Carmen de aquel entonces.
Es lástima y grande, que nunca se haya podido encontrar por parte alguna el libreto de esta obra. En 1.930 ya nos decían en La Maniega que no se encontraba ni original ni copia por parte alguna. “Ni en casa de los hijos del autor, dos de los cuales nacieron en Cangas, y que revisaron los muchos escritos que dejó su padre”. Nadie sabía nada del dichoso libreto
En aquel prepado escenario encontraban su acomodo la procesión, la música, la gaita y el tambor, los cohetes, las meriendas, los cánticos, los bailes, las vendedoras de avellanas y las de rosquillas del ramo repartiendo cartas y gritando. ¿Quién quiere otra? ¡Al as de oros!
Todo ello hacía que este tercer cuadro resultase tan animado, alegre y divertido tan cangues que el teatro se venía abajo de entusiasmo, aplausos y llamadas al autor.
En el ya citado año de 1.930 el redactor de La Maniega nos narra (aunque muy joven él estaba allí) como en el estreno de la obra se produjo un pequeño incidente que vino a animar y hacer disfrutar aún más a los asistentes.
Cuenta que como el imitado puente de Ambasaguas que aparecía en el escenario no reunía buenas condiciones de seguridad, teniendo tan solo un tablón por piso “ el gaitero que iba muy entusiasmado tocando una de las piezas más escogidas de su repertorio, y calzado con su zapatones ferrados, resbaló, viniéndose al suelo, y produciendo un sonido muy poco armonioso al apretar el fuelle, separar los dedos de los agujeros y dejando en libertad el bordón, para atender a su persona. El referido gaitero, que era si mal no recuerdo, el renombrado de Outás, para evitar la repetición de este incidente, al volver a ponerse en escena la obra al día siguiente, como media de precaución, se quitó los zapatos, yendo a la procesión descalzo.
Cuentan las crónicas que cuando los chicos y chicas bailaban con gran entusiasmo la animada y graciosas giraldilla entonando aquello, agrego yo, tan pícaro, de :
Manolito, al atardecer,
ya es hora de mi compás;
te digo que no puede ser,
que a la oración se enciende el gas
El inglés de la obra, “muy bien caracterizado por Pepito Rellán”, con gran curiosidad exclamó flemáticamente:
Y no perdamos la esperanza, quizás después de oír o leer ésto, alguien, en algún perdido rincón de algún desván o tratero encuentre el libreto perdido de “ La Virgen del Carmen”.