Y la corona de flores subió a lo más alto a la vez que el Arbolón
FOTO: J.R.Puerto
Este año no iba a escribir nada sobre la puesta del Arbolón. De un lado, tras 48 (¿o son 49?) izados, vividos, uno teme caer en la repeticiones y lugares comunes y, por ello, prefería abstenerse. De otro los años, cuando el sol de junio inicia su retiro, tienden a tirar más hacia la placidez del sofá que hacia la calle.
Vi pasar bajo mi ventana el enorme humeiro, y fui consciente de las enormes dificultades que hubieron de vencer los mozos que lo portaban. Grande, grande y pesado. Al depositarlo en tierra temí por las manos de los portadores. Fueron conscientes del peligro y les acompañó la suerte.
Me contaron que acudió gente, que a los porteadores les llegaron los aplausos desde aceras y cruces de calle y que, en Santa Catalina, fueron obsequiados con profusión por frutas preparadas para su recuperación. Bonito detalle del Valenciano.
Fue algo nuevo. Ya no solo invitan los bares del camino.
Pero hubo algo más nuevo, nuevo y sorpresivo. Y es ello lo que me hace escribir estas líneas. Lo hago porque no quiero que un detalle así pase desapercibido y, pasados los años, como ha ocurrido con tantas otras cosas relativas incluso al propio Arbolón, nadie sepa dar detalles de ello. Por primera vez (o al menos no hay constancia de que hubiese ocurrido antes) la corona de flores que habían confeccionado las mujeres de La Mecha subió hacia el cielo con el árbol.
Hasta ese momento, la corona era subida y atada al Arbolón una vez que este había sido plantado y sujeto firmemente. Y seguro que por la memoria de muchos de ustedes desfilarán nombre e imágenes de vecinos del barrio o de la villa que subieron, o al menos lo intentaron, una y otra vez al árbol a colocar la corona, sin protección ni seguridad alguna, y como ese momento en que el mozo bajaba dejándola colocada en lo más alto, arreciaban los aplausos y se daba por cerrado el acto del izado. Y quede constancia también de que este año el humeiro pasó de los veinticinco metros y, según Manolón, uno de sus más fieles devotos activos, asegura que de los 43 vividos e izados tan solo recuerda otro de parecidas o iguales dimensiones.
Costó y se sufrió, y con el sufrimiento se gozó. El caso es que un año más el Arbolón luce su copa por encima, muy por encima, de la espadaña de la eremita de Ambasaguas.
NOTA: En la crónica efectuada para Onda Cero al respecto señalé equivocadamente que la corona la efectúan las mujeres de La Madreña. Lapsus por el que pido disculpas a todos los oyentes y especialmente a la Peña La Mecha