Profetas en su tierra canguesa
Con la familia del Bar Blanco
Hay muchas veces, muchas más de las que nos creemos, en que alguien de fuera de nuestro entorno nos venga a resaltar las bondades o la valía del mismo. Nos haga fijarnos en algo junto a lo que pasamos todos los días, o de lo que hablamos rutinariamente, pero que no nos damos cuenta de su valor, quizás ni de su existencia. Lo vemos, pero no lo percibimos en su esencia y valía
Hace unas fechas, justo el pasado 8 de este mes, me encontré en las páginas especiales de gastronomía del diario nacional ABC un reportaje titulado “Asturias, más allá de la fabada y la sidra” en el que señalaba como el Principado “saca pecho de su diversidad con productores heroicos, variedades olvidadas, sagas y jóvenes que regresan”.
Y hablando de las historias de “una tierra que forja orgullo y sentimiento de pertenencia” me encuentro entre ellas con la de Carmen Martínez y su bodega Las Danzas, en Las Mestas. Un enclave vitivinícola, dice el diario, “que reúne las características para definirse como heroico, llamado a convertirse en una
pequeña Borgoña´ como la definió el director general de Vocento Gastronomía, Benjamín Lana.
Y muestra un encendido elogio hacia el amor y respeto compartido por quienes apostaron en el Suroccidente asturiano por la vid. “Quince años de trabajo que ha permitido salvar de la desaparición a la albarín negra y blanca o la carrasquín que remontan sus orígenes más de un milenio atrás.
Y resalta también a cocineras como Mayte Álvarez, o Mayte Menéndez, de Casa Lula, en Tineo, que forman parte del Club de Guisanderas de Asturias y cuyos restaurantes “enlazan platos claves de la tradición, especialmente de su zona Y en ello destaca también “lugares tan emblemáticos como el Bar Blanco, en el mismo Cangas del Narcea y donde el cocinero Pepe Ron defiende – dando una vueltina según sus palabras”- el legado de las guisanderas que, como su madre Engracia, han hecho grande la cocina de esta tierra.
Y destaca también la labor y apuesta por la tierra de Alan y Rosalia que dan vida a Le Llamber, “un templo de la bombonería y la heladería que convive con la panadería familiar Manín”.
Son todos ellos, remata el diario madrileño, “ jóvenes que apuestan por su tierra y que quieren ser profetas en ella haciendo lo que mejor saben”.
Pues, nuestro reconocimiento y ánimos para todos ellos.