La feria de la Cruz de Mayo Ayer y hoy
En la maña del pasado cuatro de mayo, miércoles, me acerqué paseando hasta las instalaciones ganaderas de La Himera. Quería ver de primera mano cómo se iniciaba la Feria de la Cruz de mayo. Estaba agradable la mañana, unos ocho grados y nubes que iban y venia recorriendo el cielo sin un orden muy definido.
Cierto es que no me encontré con muchos peatones camino de la feria, pero cierto es también que el tráfico estaba un poco más animado que otro día cualquiera. Mientras caminaba no pude por menos de recordar aquellas animadísimas ferias de mediados de los setenta (seguro que muchos de ustedes también recordarán otras anteriores) con las calles de la villa a rebosar, lo locales llenos y animadísimos, ir y venir de vehículos y peatones en descontrol calculado y sin norma alguna definida. Corrillos, los autocares de ALSA maniobrando en el Paseo, paisanos de aquí para allá, paisanas cargadas de plantones y semillas, gritos de coche a coche, paradas en plena vía para charlar, bullicio…
No es así ni mucho menos esta mañana feriada. En la villa no tiene repercusión alguna, quizás un casi imperceptible aumento de personas a media mañana que rápidamente se diluye. El mercadillo de aquellos entonces es ya prácticamente testimonial.
No está completo el aparcamiento de La Himera y tan solo un par de vehículos ocupan el lineal de la carretera. Unos cinco puestos de aparataje ganadero y un par de ellos de plantones completan el paisaje ferial exterior. Es la feria de la primavera, cuando ya se palpa que las reses abandonarán las cuadras y pastarán en prados y montes. Es la hora, o era, de mercar terneros para su engorde.
Entro. Hay una sensación de vacío. Cuento por encima y no logro llegar a las cien reses: vacas, terneros y algunos cerdos blancos cargados en furgones. Da la impresión de que hay muchos más paisanos que ganado. Me dicen que han venido muy pocos tratantes y que los precios no despegan, que hay poco movimiento. Hay más corrillos lejanos al ganado que junto a las reses. Saco la conclusión de que hay más curiosos que acuden a matar la mañana o recordar otros tiempos que ganaderos y tratantes. Desde luego más que reses sí.
Emprendo la vuelta. Aún están llegando vehículos. Seguro que más curiosos. Ya se ven más paseantes por el camino, pero los habituales, jubilados como yo.
Como ya he venido relatando en otros artículos, las ferias decaen sin remedio, las reses se venden en las cuadras y las ganaderías más grandes tienen ya sus redes de mercado establecidas. Es el eterno cambiar y discurrir del tiempo.