Paro, carteles de cierre y picaresca
La mañana se había presentado con apuntes invernales tras los semiveraniegos días vividos durante las festividades navideñas. Llovía. Mi caminar mañanero me llevó Paseo de la Florida abajo. Pese a que el reloj de San Melchor marcó las nueve y media todo estaba casi vacío, apenas algún acelerado transeúnte cuasi diluido en las amplísimas aceras.
Me acerqué hasta Las Campas por la acera derecha para volver por la contraria. Dejé la avenida y subí por la lateral que cada vez se empinaba más. La otra iglesia, la de San Antonio de la Florida, permanecía cerrada y silenciosa, como todo el barrio. Seguía lloviendo.
Pasé distraído junto a una cafetería que hace esquina a otra calle lateral. Estaba cerrada. Recordé que llevaba ya así al menos dos días. Algo me llamó intuitivamente la atención. Di dos pasos atrás. Un cartel, así como de medio folio, pegado en el cristal del escaparate, era lo que había llamado mi atención. Lo leí un tanto incrédulo: “Cerrado por falta de personal”. Saqué el teléfono e hice una foto. Quizás por ello, un hombre se acercó curioso y leyó el cartel
-¡Joerrr!. ¿Cómo es posible que en país con una media de paro que casi duplica la europea un bar, que es también pastelería y panadería, no encuentre trabajadores?, dijo en voz alta sin dirigirse a nadie en concreto.
Me hice la misma reflexión. No me cuadraba. Algo chirriaba. Incluso, pensándolo un poco, no dejaba en buen lugar al propietario. Con tanto paro, si no encontraba trabajadores ello apuntaba a los bajos sueldos ofrecidos. No cuadraba pero podía ser; tanto que no encontrase porque no había, porque el personal no quería trabajar y prefería el paro, o por los bajos sueldos. Vete a tu saber.
De pronto el hombre se volvió y me dijo:
-La pandemia, seguro que es la pandemia. Han pedido todos la baja y el dueño ha tenido que cerrar. Autoconvencido, el hombre abrió de nuevo el paraguas y siguió su camino.
No mucho después, tomando un café, oí como comentaban que se estaba produciendo un aluvión de bajas en muchas empresas. Que muchas eran reales y justificadas, pero que otras tantas eran ficticias. Había artistas, explicaban, que se hacían el autotest del coronavirus, llamaban al médico de cabecera, decían que les daba positivo y pedían la baja sin más. En virtud de no qué Ley no necesitaban ir al Centro de Salud para no saturarlo. Se la daban y ¡a vivir!; incluso aunque ni siquiera se hubiesen hecho el test. Ello quizás explicase el paulatino aumento de carteles como el de que aquí les hablo en las empresas pequeñas. Picaresca pura
Yo ni afirmo ni niego. Ustedes mimos