Pito roz I

Pito roz I

De cómo aquellos cangueses birlaron el pito del corral, asaltaron la panera, e invitaron   a la fartura al agraviado

-¿Sabes que te digo, ho? ¡Que tengo una ganas locas de comer pito´´´roz

¿Qué dices, tú?

– ¡Si sí!, que llevo un rato grande pensando en un gran plato de pito con arroz. ¡Pero de caleya, eh!.¡Hummm!

Julián, repantigado en una silla en una de las mesas del fondo del bar Caniecho, en los inicios de la Calle de la Fuente, se pasaba los dedos por los labios en un gesto que quería expresar el gran gusto que, incluso sin el plato, le estaba ya produciendo la soñada comida.

-Pues eso está fácil, señaló Limés que le acompañaba en la mesa. Lo encargamos en cualquier sitio y que nos lo preparen.

-¡Déjate de preparados ni hostias!. Lo bueno está en hacerlo nosotros.

-¡Si, sí, claro. ¡Y nos sacamos el pito de un bolsillo y el arroz del otro!

Julián y el llamado Limés, no estaban solos en la mesa. Les acompañaban Lino, de Rengos; Ansón, conocido por su insaciable apetito, apetito al que procuraba dar gusto y que se reflejaba en su volumen; Matías, también ágil con el tenedor e insaciable con la cuchara, y Mesa, el más delgado de todos, pero no por ello menos amante de las buenas comidas. Farturas, dirían ellos con mayor rotundidad.

Pidieron una botella y Julián fue llenando los vasos de todos

Bar Caniecho

-¡Apurai pelgarada!, que solo andáis a los cuentos y caxigalinas sin preocuparos de las cosas. ¡Caniecho!, pon aquí algo de jamón, pero estírate que no somos pajarinos comiendo.

Mesa sonreía y miraba un tanto provocativo a Julián

-¿Y tú qué coño estás mirando?, seguro que nada bueno planeas

-Miro que seguro, seguro, sigues dándole vueltas al pito y al arroz.

– ¡Ahí le has dao!. Creo que debemos arreglarlo para esta misma noche

-Pero neno, ¿tu t´as fijao la hora que es?

-Las ocho. Pues no queda tarde ni ná. Tamos entrando en el verano

En ese momento entró en el local Luís Linde, administrativo en la mina, al que saludaron efusivamente.

-Toma algo. ¡Siéntate, anda!, que voy proponerte un negocio, le soltó Julián a la vez que acercaba un taburete a la mesa.

-Uy..uy…uy… que te conozco. Voy poneme en lo peor

-A ver, Allí por el tu pueblo seguro que hay alguien que tiene un buen pito caleya ¿no?

-Puess…puesss….ahora que lo dices sí. Antunón tiene un par de ellos, uno es colorao, grande y gallaspero.

-No se hable más. Vamos por él, dijo rotundo Julián a la vez que, apurando su vaso, se levantaba.

-Déjate de tonterías que no te lo va a vender, que le conozco bien y es un agarrao, envidioso, de esos que es él, él, y lo suyo, lo suyo; es de esos vecinos insoportables, salvo que le invites a comer o beber. ¡Es un vividor!

-¿Y quién dijo que vamos a comprar nada? Vamos, entramos, cogemos el pitu, nos lo cargamos allí mismo para que no la arme y salimos disparaos.

-¡Tas loco! ¿Y si nos ve alguien?, inquirió Lino

-Home, la casa está en el picu´´ el pueblo y el gallinero está solo, tras la panera, comentó Linde al que no le disgustaba la idea de dar un disgusto al vecín al que no tragaba.

-Se animaron unos a otros y terminaron levantándose todos

-¡Arrea home!, apuraba Mesa a Linde que, por otra parte, racaneaba adivinando lo que se le venía encima.

-¿Qué coches llevamos?, preguntó Matías con todos ya en la puerta. Yo tengo el mío en el garaje de mi padre, ahí al lado.

-Y yo en el Paseo, apostilló Julián. ¡Andando!, la mitad pa´ ca lao

En ese momento llegó hasta ellos Luis Gayoso, otro as de la mesa en general y de los postres en particular. Su nivel mental no iba mucho más allá pero era amable servicial y cariñoso.

-¡Coño Gayoso!, si adivinas ónde vamos te llevamos gratis, le abordó Matías, siempre dispuesto a incordiar a todo aquel que se le pusiese delante

-Gayoso dio un par de largas y profundas caladas al cigarro, lanzó el humo hacia el cielo y respondió rotundo

-¡De fartura!.¡Me apuesto lo que queráis a que vais de fartura!

-¡Aprobao!, andando con nosotros.

Distribuyéronse los amigos hacia uno u otro coche y ya iniciaban el camino cuando Mesa preguntó:

-Pero oye, ¿Ónde quedamos?. Hay que facer algo de tiempo para llegar al pueblo ya con la noche, no sea el demonio.

-Abajo en la carretera, en el bar, dijo Matías

-¡No me jodas!. Si nos ven por allí y luego falta el gallo no nos libramos, nos darán todas las papeletas de culpables. Advirtió Limés.

-Aceptaron la advertencia y decidieron parar en el Bar del Reguerón hasta que cerrase la noche y pudiesen perpetrar impunemente su idea de agenciarse un pitu ´ caleya para comer un buen arroz.

El Reguerón (Tous pa Tous)

Ya en el Reguerón se sentaron de nuevo, pidieron otra botella y unos vasos, y se pusieron a dar buena cuenta del rojo líquido cangués mientras exponían entre risas la estrategia a desarrollar una vez llegados al pueblo.

-Hay que ir con los coches hasta el pico del pueblo, apagar los motores y los faros, y esperar un cuanto hasta que comprobemos que no hay nadie por los alrededores, explicaba Linde animado, pero a la vez preocupado de que pudieran identificarlo sus vecinos.

Julián que no había terminado una cuando ya andaba ideando otra, preguntó a Linde a la vez que le ofrecía un cigarrillo que el otro rechazó

-¿Oye?, ¿dijiste que el gallinero taba tras la panera, no?

-Sí, sí, tan juntos. Un poco más arriba de la casa

-Y digo yo, por un hablar, claro, no por ninguna otra cosa. ¿No tendrá el Antunón la matanza en la panera?

-¡Julián no me jodas que te veo venir!

-Tener, tienla, pero ni hablar de acercarse a la panera. La matanza es sagrá

-¡Qué sagrá ni que mi madre! Si tien mucho tendrá que repartir algo, ¿no?

-¡A cabronazo no hay quien te gane!, dijo Linde dándose por vencido

(Sigue mañana)

.Comparte en tus redes sociales
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter
Share on LinkedIn
Linkedin
Pin on Pinterest
Pinterest
Share on Tumblr
Tumblr

R. Mera