El cementerio judío de Cangas del Narcea

El cementerio judío de Cangas del Narcea

Foto: “El Corral” de Cangas

Quizás no muchos, pero puede que alguno de ustedes haya oído hablar en alguna ocasión de un cementerio, concretamente un cementerio judío, ubicado en la zona que ahora conocemos como Plaza de Asturias, popularmente  El Corral.

Voy a acercarles a sus principios

Primero unos brevísimo apuntes: Cangas del Narcea, su concejo, fue territorio de las parroquias del pueblo germánico de los suevos en el siglo VI  d.d.C., pueblo éste que fue derrotado por los visigodos. Repoblado por Alfonso X quedó    luego    en manos de diversos señoríos. Para atraer a esta nobleza a la corte leonesa, Alfonso XI les concede privilegios de todo tipo; uno de ellos es la repoblación en torno a la fundación del monasterio de Corias.

Dando un salto en el tiempo nos vamos hasta 1.943, año en el que el insigne historiador ovetense, Juan Uría Riu, publicó en la Revista de la Universidad de Oviedo un artículo sobre cierto documento que encontró en el Archivo Histórico Nacional -el legajo con la signatura Leg. Corias 40 P a 1.339-.

Y aquí vamos, precisamente, con los acuerdos que dan paso a la aparición del citado cementerio.

En ese documento, lo que consta es que Alvar García, prior, y el Convento de Corias, reunidos en Cabildo, a tabla tañida según costumbre, aforan para siempre a Don Abraham Camaño., judío, vecino de Luarca, para él y para todos los judíos y judías que entonces y en lo sucesivo morasen en la Puebla de Cangas, y “acaeciesen pasar de este mundo allí”, una tierra con destino  a “fossario” , es    decir      cementerio,   sita en el Corral de Cangas junto a la peña de Almunia, según se deslinde.

Conceder una tierra con destino a “fossario” , es decir cementerio, sita en el Corral de Cangas junto a la peña de Almunia, según se deslinde.

Según esto pues, la máxima autoridad del convento de Corias, reunida con un judío de Luarca que debía ser el presidente de la comunidad judía de entonces, acuerdan dar un terreno como cementerio por el canon anual de dos libras de cera a entregar por San Juan Bautista, pagado el cual, el monasterio se reserva el derecho de prendarles “sin pena ni caloña de cualquier justicia esperitual como temporal”, dicen, y sin que pueda el monasterio desposeerles “por mengua de paga alguna”. En ese momento, los judíos ponen como garantía sus bienes, hasta que el 24 de junio de ese mismo año abonen las dos libras de cera. Recordemos que una libra eran unos cuatrocientos sesenta gramos (y aquella se dividía en cuatro cuarterones que se subdividían en cuatro onzas). Al final del documento aparecen las firmas de todas las autoridades que dan fe del asunto, y fechan el documento en el Monasterio de Corias a 11 de Septiembre de 1.399.

El documento de cesión se firma en el Monasterio de Corias a 11 de Septiembre de 1.399.

Así pues, y según se desprende de estos hechos, a diferencia de  los judíos castellanos y aragoneses, que en 1.391han sucumbido a la destrucción de sus principales aljamas entre Sevilla y Burgos y entre Sevilla y Barcelona, sin olvidar Palma de Mallorca, los judíos asturianos parece que no es que sólo no tuvieran animadversión entre los clérigos de Cangas, sino que además, mediante un contrato simbólico de apenas 1kg. de cera al año, les conceden a perpetuidad un solar para que puedan enterrar a sus congéneres sin perder el camino marcado por La Halajá. Ahora bien, ¿quiénes son estos judíos del occidente del actual Principado de Asturias? ¿Judíos que ya vivían antes al calor del Camino de Santiago, o judíos que repoblaron por sí mismos la comarca aumentando la población hebrea al huir de las masacres generalizadas de 1.391?

Quizás algún día alguien desempolve legajos en algún sitio y encuentre la respuesta

El erudito asturiano Manuel Caballero, experto en genealogía del concejo de Tineo, no dudó en manifestar su extrañeza ante lo que sostiene el documento. De hecho dice que lo vio en 1.716 en el monasterio de Corias y lo dio por falso porque “no es verosímil”,    argumentaba, que  la Iglesia deje  constancia en actas de esos privilegios para con los judíos. Y para rematar asegura que “eso debe ser alguna broma”.

Pero Uría Riu dice que todo en el documento indica que es no sólo verosímil, sino también veraz. Pero aun así, hay una cuestión irresoluta. ¿En dónde está el cementerio en cuestión?

Nos dejan claro que en la zona conocida ya entonces como El Corral, denominación que aún se mantiene, pero se ha perdido, o al menos yo así lo creo, la precisión de “junto a la peña de Almunia”. Quizás alguno de los más viejos del lugar tenga alguna referencia, la haya oído a sus abuelos o bisabuelos, o encontrado algunas líneas entre viejos legados o escrituras de propiedades.

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R. Mera

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