Una semana distinta
En el portfolio festivo de 1.996, bajo el seudónimo de Juan Sánchez, (primeros nombre y apellido de mi padre) escribía un artículo titulado “Una semana distinta” que retrataba la Calle Mayor de aquellos años y sus gentes y que recupero para ustedes. Lo del seudónimo no tenía otro fin que el de evitar la repetición de mi nombre debajo de más de uno o dos escritos en el mismo portfolio. Entonces las colaboraciones eran muy escasas.
Decía así:
“Era una semana distinta. La Calle Mayor perdía un mucho su esencia de cotilla insigne de la villa y se llenaba de un alegre bullicio más distendido y desenfadado. Las caras que durante el largo invierno pasaban a formar parte de la misma, como si de una más de sus casas o rincones se tratase, se perdían entre el ir y venir de los forasteros y la ausencia de los habituales. Aquella Calle Mayor era otra. ¿Quién podía saber con aquel barullo si habían venido nuevos médicos o enfermeras al Hospital? ¿Cómo podía saberse así qué pinta tenían los nuevos de Hacienda? Y mucho menos comprobar si Maruja se ponía o no el mismo vestido dos veces a la semana. Estaba claro: era una semana distinta.
Hasta los aviadores y corredores de bolsa habían desaparecido de la misma cediendo sus aeropuertos y walestrisses a una juventud, desconocida en su mayor parte, que hablaba y se interesaba por cosas completamente ininteligibles y que nada tenían que ver ni con el fútbol, ni con el Ayuntamiento, ni con quién sabe dónde, ni con necesitas amor y, ni tan siquiera con los últimos asuntos de cuernos del concejo o los habituales cuentos de calella con envolturas de tesis doctorales.
Con este panorama, pensaban los inquietos y habituales de la esquina de la Caja de Ahorro, ¿qué le vamos a contar a la parienta cuando venga del trabajo? Pues habrán de saber ustedes que entre muchos de nuestros aviadores y corredores de bolsa lo que se lleva es que sea la parienta la que trabaje. Ellos ya tienen bastante con su alta y complicada tarea. Era una semana distinta, seguro.
Mirad si era distinta que hasta era difícil encontrar un sitio en las terrazas cuando todo el mundo sabía, y sabe, que hay mesas, tanto en aquellas como en las ventanas estratégicas de los bares de la calle, que prácticamente están acotadas durante todo el año. ¡Qué desbarajuste señor! Hasta dos veces recorrieron Luisa y Juana la calle sin encontrarse con quien necesariamente (y por ocurrir así durante todo el año, hubiese calor, nieve o frío) se tenían que encontrar.
¡Caray con la semanita!
Unas explosione despertaron mi temporal amnesia. Estábamos en la semana del Carmen. ¡Salvados! Todo era cuestión de volver a ponerse en plan exquisito y de entrada (siempre que esto no significara algún trabajo) comenzar a poner de chupa de dómine a todos aquellos que tuviesen algo que ver, viniese o no a cuento, con la organización de las Fiestas o intervención en las mismas. ¡Pues bueno soy yo! Además, para eso practico todo el año. Y ni tan siquiera soy aviador Estoy esperando que me concedan el mazcayu o el volador a la entrega en el trabajo”.
Y una nota para olvidadizos:
Aviador: Dícese del que tiene como trabajo diario el aviar las cosas de casa
Corredor de bolsa.- Se llamaba así al que efectuaba diariamente la compra y cruzaba una y otra vez la Calle Mayor con las bolsas pertinentes.