Pues sí, somos tabernarios
FOTO: El Bar Manolo,mi taberna de cabecera en la madrileña Gaztambide
Pues sí amigos. Resulta que somos tabernarios mirémoslo como lo miremos y hechas sean todas las salvedades de rigor en pro del bien descansar de los defensores de lo políticamente correcto y el vivir saludable.
No sé muy bien de dónde salió el palabro definitorio, sí recuerdo que fue en las elecciones madrileñas y acusando a los vecinos de la capital de estar más pendiente de ir de taberneo que de lo que, a juicio del acusador purista, debían de estar más pendientes.
Y a ello atribuyeron la victoria de Díaz Ayuso a la que apoyaron sin reserva alguna taberneros y tabernarios, muy cercanos todos ellos al fascismo, al decir de la izquierdas de la capital.
Y allí quede lo por ellos vivido, pero el caso es que, sin necesidad de meditación ni reflexión alguna, caí en la cuenta de que por estos lares, tanto de Cangas como de Berzocana, y otra ristrada de miles de pueblos y capitales de un lado y otro, y hasta en Cataluña, estamos igualmente afectados por el citado mal en Madrid denunciado y que nos acerca peligrosamente al fascismo. Y es que somos tabernarios.
Y lo somos por cuanto nos encanta andar de chigres, de taberneo, de alterne, o de cualquier otra forma con que el ciudadano quiera nombrar al hecho de andar de bares en compañía de amigos, generalmente, pero sin renunciar de ninguna manera a hacerlo con conocidos si aquellos no apareciesen.
Y tal es el caso, que debemos ser el único país del mundo que tenemos en los camareros nuestros mejores psicoanalista y a ellos son a los que contamos nuestras alegrías y penas acodados en la barra, fija la mirada y a corazón abierto. Nosotros, al contrario que los anglosajones y otros países nórdicos, no necesitamos tener psicólogo de cabecera, tenemos al camarero de nuestro bar preferido y una ventaja; nunca nos obligará a que hagamos tontería alguna porque no nos guste ésto o aquello, éste o aquel.
Y prueba de ello ha sido el desajuste devenido de los encierros de la pandemia. El enclaustramiento nos ha llevado, dicen las estadísticas a un aumento de las consultas a psicólogos y psiquiatras y… pásmense ustedes, también los camareros se han visto afectados por esta situación.
Y ello, lo del taberneo, sin referirme a las tertulias, gabinetes, reuniones informales y especiales lugares de esparcimiento y ocio.
Sí, sí; ya sé que puristas, naturalistas, ecologistas vidasanistas y otros “istas” de todo calibre y condición me considerarán hereje y fuera de las corrientes modernistas y de progreso al uso, pero qué quieren qué les diga, yo no soy de Madrid, pero sí soy tabernario.