De Parque en Parque y de Santuario en Santuario

De Parque en Parque y de Santuario en Santuario

Un viaje desde Fuentes con el Acebo, pasando por las Villuercas con Guadalupe, Doñana con el Rocío y Las Batuecas con el de la Peña

El viajero se dispuso a continuar ruta tras contemplar la espectacular puesta del sol que arriba les dejo.

Recordarán, y si no a ello les remito con sus enlaces, que, partiendo del de Fuentes del Narcea, dejé atrás el Parque Nacional Villuercas-Ibores para acercarme a este de Doñana y pasar unos días de lavado mental en su playa de Matalascañas en estas fechas bastante solitaria.

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 Decidí acercarme hasta El Rocío, lugar que había visitado hace más de cuarenta años y que encontré completamente cambiado o, al menos, nada tenía que ver con el de mis recuerdos. No pude saludar a la Señora pues, según me dijeron, estaba pasando unos días en Almonte. Está visto que de esto de tomar unos días de asueto no se libra nadie. También encontré un tanto peculiar que la cerveza que servían era Estrella de Galicia.

La terraza del apartamento daba directamente al mar, algo totalmente relajante pero que, en lugar de incitarme a escribir o leer, me llevaba a la ensoñación y la molicie que dirían los antiguos misioneros que recorrían los pueblos en Cuaresma. Y he de confesarles aquí que abundé en aquella dejándome arrastrar allí tumbado por la cerveza y las aceitunas de Almonte. Discúlpeme pues el lector que este apartado sea el más breve.

El Rocio

Dejé atrás el Valle del Guadalquivir con un día espléndido, de esos que te animan a dar la vuelta y volver junto al mar. Casi de camino venía a quedarme el Parque de Las Batuecas-Peña de Francia así que, tras la preceptiva consulta con mi consorte, decidimos quedarnos un par de días.

Las Batuecas

Siguiendo una sugerencia de mi hijo José Luís nos acercamos a Mogarraz, un pequeño pueblo enclavado en plena Sierra de Francia y al que se accede desde Béjar, en la Ruta de la Plata, por una estrecha y sinuosa carretera que nada tiene que envidiar a las conocidas del Parque de Fuentes.

Junto a la iglesia en Mogarraz

Nos instalamos a la entrada del pueblo en una pequeña casa rural compartimentalizada para su mejor aprovechamiento. Avanzaba ya la tarde y decidimos dar un paseo por el pueblo. Era todo bajada. Una calle estrecha y empedrada flanqueada por viejos edificios, todos de las mismas características, muchos de ellos datados en los siglos XVII y XVIII, que definen la comarca y otras cercanas como La Vera de Cáceres, y que tienen en la Alberca su referente.

La villa de Mogarraz está declarada Bien de Interés Cultural con categoría de conjunto histórico desde 1.998, presentando una estructura urbanística de trama típicamente medieval, con calles estrechas y trazado irregular

Apenas dados los primeros pasos, el viajero se percata de que en las fachadas de casi todos los edificios aparecen colgadas grandes pinturas de rostros. Y así en unas y otras calles. ¿Qué era aquello?

No tardamos en enterarnos. Allá por 1.967, cuando el carné de identidad se hizo obligatorio, los vecinos de estos pueblos, aislados en plena sierra, no tenían forma de hacerse las necesarias fotografías, ni el modo ni los medios de desplazare a Salamanca lugar más cercano con fotógrafo.

Un vecino llegado de la emigración, Alejandro Martínez, lo hizo provisto de una máquina fotográfica que había traído desde Canarias. Y tomó la decisión. Con ella y una sábana blanca como fondo fue retratando a todos los vecinos obligados a solicitar el citado carné. Así lo hicieron y se resolvió el problema. Pasados los años, descendientes de aquel fotógrafo encontraron los negativos guardados en una caja de puros. Se sopesó y consultó la forma de conservarlos y qué hacer con ellos. Otro vecino, artista él, Florencio Maíllo, decidió hacer grandes copias pictóricas que regaló a cada uno de los familiares. Y estos decidieron colgarlas en las fachadas conformando un gran museo que ha venido a ser la esencia del pueblo. Así se hizo. Y hasta la iglesia quedó semi envuelta con estas fotografías. Primero fueron 388 cuadros y después se alcanzaron los 850. Algunos de ellos se encuentran en el Museo Etnográfico de Castilla-León. Hoy es uno de sus principales activos turísticos de Mogarraz.

Nos resultaba difícil encontrar una puerta abierta o vecino alguno por las calles. En la Plaza se hallaban instaladas un par de terrazas, pero los bares estaban cerrados. Otros grupillos se cruzaron con nosotros. Andaban buscando donde poder tomar café. Terminamos el recorrido sin encontrar prácticamente nada abierto. Alguien nos dijo que por estas fechas solo lo hacían los fines de semana. Menos mal que veníamos preparados y pudimos apañar una cena de emergencia.

Pese a todo, el pueblo posee un encanto especial con silencios profundos tan solo alterados por el correr cantarino de alguna fuente o arroyo o el piar de los pájaros.

Peña de Francia

Como quiera que ya había visitado a la Virgen del Rocío, acordamos hacerlo aquí con la de la Peña, por lo que decidimos ascender hasta su santuario que ostenta el récord de ser el más alto de Europa, al menos de los marianos.

Desde Peña de Francia

La carretera asciende sinuosa dejando a uno y otro lado grandes caídas hacia los valles que impresionan al conductor que, instintivamente, tiende a irse al centro y evitar el orillar hacia la zona de caída que se va alternando a uno y otro lado con cerradas curvas de noventa grados. La caída es espectacular ya que el promontorio lo rodean grandes llanuras que se abren hacia el Campo Charro

Arriba apenas una docena de coches. Hace frío pese al sol. Subimos un pequeño tramo andando hasta la explanada en que se encuentran la iglesia, la cueva de la aparición de la imagen de la Virgen y la Hospedería. Y aquí un recuerdo: aquí acudía a pasar sus vacaciones un cangués entrañable: Coque, el ebanista, que ejerció su magisterio en Corias y tenía muy buena relación con los frailes de aquí y de allí.

  Aparte de la difícil y complicada ascensión, tan solo identifico algún pequeño rincón como recuerdo de mi visita de hace muchos, muchos años.

Y allí se produce la conjunción que, de alguna forma, une todo este recorrido que se inició turístico y terminó mariano.

En la cueva de la aparición, aparece una inscripción en la que se hace referencia a la ingente labor desarrollada por el fraile dominico Constantino Martínez Uriarte, formado en Corias, para levantar el monasterio demandando ayudas por toda la comarca y las aledañas, zonas no especialmente boyantes en aquellos años.

El caso es que lo logró y así mismo difundió la devoción a la Virgen tanto en Salamanca como en la cercana comarca cacereña de las Hurdes, cuyos vecinos fueron determinantes para terminar la obra con sus aportaciones. El padre Constantino murió en 1.991.

La romería a la Peña de Francia se celebra el último domingo de junio, pero es en agosto cuando la imagen de la Virgen abandona su alto refugio, prácticamente inaccesible en invierno, para visitar las Hurdes y así agradecer a los hurdanos tanto sus aportaciones económicas como su devoción. Es la única salida que hace. Allí pues se unieron de alguna forma Corias, Cangas y mi tierra de las Villuercas.

Y de esta forma el viajero se despidió un buen día de la del Acebo en el Parque de Fuentes; saludó a la de Guadalupe en el de las Villuercas; visitó a la del Roció en Doñana, y remató en la de la Peña que le remitió de nuevo a su raíces cacereñas con recuerdo de Corias.

En Alba de Tormes

Llegado el momento de reemprender el camino de vuelta, y cercanos ya a Salamanca, acordamos desviarnos a tomar café a Alba de Tormes, lugar de resonancias históricas y religiosas que no conocíamos.

Aparcamos a la entrada, junto al Tormes, allí ancho y caudaloso, y nos lanzamos a recorrer sus calles sin prisas. El día estaba agradable y lucía el sol, algo que a nosotros nos levanta especialmente el espíritu tras el largo y brumosos invierno asturiano. La esencia de Alba se encuentra especialmente en el núcleo histórico central. Tras tomar café en su plaza, nos dirigimos al convento carmelita de la Anunciación. Lugar donde se encuentran los restos de Santa Teresa y fundado por la santa. Al lado, el de San Juan de la Cruz, compañero de fatigas fundacionales de aquella, y donde se encuentra enterrado. El conjunto determinaba un notable rincón histórico y monumental. Más abajo, junto al Tormes, la Basílica.

En Alba de Tormes

Decidimos subir a lo más alto del pueblo. Allí se encuentra el castillo de los Alba, no más allá ya de un torreón, arcón de piedra de historias y relatos con un pequeño museo. Yo no me atreví a subir a lo alto del mismo, tanto por el vértigo como por el peso de los años. Sí lo hizo Maribel a quien le encantó la visita y las vistas que vienen a dominar tanto el pueblo como el recorrido del Tormes y la comarca.

Había pasado ya de largo el mediodía cuando cruzamos de nuevo el puente sobre el Tormes para, ahora sí, enfilar el camino a casa con tranquilidad y alguna que otra parada.

Comenzaba a atardecer cuando entrábamos de nuevo en el Parque Natural de Fuentes tras cruzar el puerto de Valdeprados y dejar atrás las calles desiertas de Cerredo y Degaña.

El circuito se había cerrado

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R. Mera

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