Un bombardero sobre Berzocana

Un bombardero sobre Berzocana

FOTO.- Un Douglas repubicano

Y la avioneta entraba por la dehesa y salía por la Sierra mientras las campanas tocaban a rebato

No han sido los hombres y mujeres de la postguerra muy dados a contar episodios cotidianos de lo durante la misma sucedido en sus entornos más cercanos. En la Asturias donde vivo sí se ha hablado mucho más del asunto, especialmente por parte de los republicanos vencidos y por los represaliados. Mucho menos en el Berzocana de mi niñez. Incluso, como mucho, contaban anécdotas más o menos festivas o simpáticas y rehuían episodios escabrosos.

Tal ocurrió siempre con mi madre, reacia a más no poder a darme detalle alguno. “No te digo más que luego tú te dedicas a escribirlo y vienen los líos”, me decía para escabullirse a mis interrogatorios. Muchos años después aún pesaba el miedo en las conciencias de quienes los vivieron, ya desde una parte, ya desde la otra.

Y así pues les traigo hasta aquí una de esas simpática anécdotas que en las noche veraniegas, sentados al fresco en la calle Carretas, en los poyos de la puerta de tío Tostao, nos contaron a los más jóvenes intercambiándose recuerdos entre mi madre, Inés, y tío Miguel Portales, a cual más guasón de los dos

-¿Te acuerda Inés de la que se armaba cuando pasaba la puta avioneta a bombardear Guadalupe?

-¡Ay,ay,ay!,¡calla, calla!…

Permítanme mis lectores que antes de continuar los ponga en antecedentes.

Seguro que conocen que al estallar la guerra en el verano de 1.936, pueblos y paisanajes quedaron encuadrados en uno u otro bando en función, no de sus ideologías, sino del lugar de residencia y la zona en que ésta se ubicaba. Y así Berzocana, al igual que Guadalupe, quedaron encuadradas en la zona republicana.

Milicianos en la Sierra de Guadalupe

En su avance hacia el centro desde Sevilla, el 20 de agosto, el general Yagüe  lanzó un nuevo ataque, volviéndose hacia el este, hacia Madrid. El comandante Tella avanzó por Trujillo hacia Navalmoral de la Mata, que ocupó el día 23. ​ Más hacia el este, el valle del Tajo se extendía sin ningún obstáculo natural importante. En ese momento el objetivo de los sublevados era tomar Guadalupe para, a continuación, seguir el avance por la línea Navalmoral-Oropesa-Talavera de la Reina . Guadalupe, con la orografía de sus montañas cercanas y su famoso monasterio, se perfilaba como un punto donde la defensa republicana podría apoyarse y desde donde lanzar ataques contra las columnas africanas. Tras la batalla de Medellín y fijado allí el frente, las unidades del ejército rebelde se dirigen unas hacia Trujillo y zona de Almaraz–Navalmoral, como ya hemos señalado,  y otras en dirección Logrosán-Cañamero para liberar Guadalupe. Un pelotón de una de estas unidades debió de ser el que quedó en Berzocana tras ser esta “liberada” y nombrado un alcalde afín. Posteriormente el pelotón sería sustituido por un destacamento de la Guardia Civil

No obstante, las milicias de la zona estaban mal entrenadas y se encontraban deficientemente armadas. Pese a todo, la columna de Castejón avanzó con gran dificultad pero su avance no logra pasar de Santa Amalia, y ello debido a los intensos bombardeos por parte de la aviación republicana.

Las milicias anarquistas lanzaron varios ataques sin sentido sobre las colinas de San Vicente, ​ que no significaron más que otra muestra de su pésima actuación. Completamente desbordados, 9000 republicanos (incluidos los anarquistas) se retiraron y Guadalupe cayó en manos de Castejón. Ni siquiera la famosa “Columna fantasma”, con fama de dura, logró evitar la derrota republicana en Guadalupe

Un pelotón de una de las unidades lanzadas contra Guadalupe quedó en Berzocana

 Tras los sucesos de Alía, la situación se complica en Guadalupe, ahora en manos de los sublevados, que se ven asediados por tropas gubernamentales.  El jefe de la Guardia Civil, viendo que los refuerzos pedidos tardarían en llegar y que el número de hombres a su disposición resultaba insuficiente para hacer frente a un adversario mucho más numeroso, ordenó que la población, formada no sólo por vecinos, sino también por personas procedentes de otras poblaciones próximas, se refugiase en el monasterio. Estaba convencido que sólo de esa forma podía plantearse resistencia. Al amanecer del día 20, Guadalupe se encontraba cercada por los miembros de la columna Uribarri, (republicanos) que ocuparon los puntos estratégicos de la localidad,

La batalla de Medillín en el Hoy de Badajoz

desplegando durante toda la jornada una fuerte ofensiva en la que contaron con el apoyo de la aviación. Ante la gravedad de la situación, se decidió auxiliar urgentemente a los sitiados. Desde Trujillo, Yagüe ordenó la salida de fuerzas destacadas en Zorita, Logrosán, Miajadas, Mérida y Trujillo en dirección Guadalupe. A las pocas horas la mayoría de éstas se encontraban en sus proximidades dispuestas a atacar.

La que si actuó fue la aviación republicana, que al amanecer del día 21 bombardeó Guadalupe, originando desperfectos de consideración. Y esta avioneta debió ser la que provocaba “el pánico” en Berzocana con cada pasada.

Los bombardeos se iniciaron el día 21, y esta avioneta debió ser la que provocaba “el pánico” en Berzocana con cada pasada.

 Las tropas nacionalistas, observando cómo se desarrollaban los acontecimientos, decidieron entrar en combate. Las primeras en hacerlo fueron las de Delgado Serrano, para posteriormente efectuarlo las restantes. El enfrentamiento duró varias horas, hasta que, finalmente, los nacionalistas lograron poner en fuga a la columna Uribarri que huyó hacia tierras de Alía el día 22, siendo liberado el monasterio ante el júbilo de los que se encontraban dentro. El asedio y su posterior liberación fueron utilizados por la propaganda franquista, tanto en los años de contienda como después de ésta, como un “ejemplo más” del apoyo que la Virgen prestaba a su causa.

Pero volvamos a Berzocana.

Los pases de la (o las) avioneta que bombardeaban Guadalupe solo se produjeron en los días 21 y 22, aunque en el imaginario colectivo de los berzocaniegos que los vivieron aparecen tal cuasi hubiesen durado un mes. Bien es también cierto que pudieron pasar desde el día 18 cuando comenzaron las pasadas de la aviación sobre Alías lanzando propaganda

-Ton, ton, ton, ton….

Los golpes secos del badajo contra la campana gorda parecían caer rodando sobre tejados y calles del pueblo.

Los vigías colocados en la torre avisaban:

-¡A rebato!¡ A rebato!

Los vecinos salían corriendo de sus casas. La avioneta que se dirigía a bombardear Guadalupe se acercaba al pueblo llegando desde el suroeste procedente casi seguro del aeródromo de Calzadilla de los Barros (Badajoz) donde se encontraba la escuadrilla del que habría de ser gran escritor francés André Malraux. Incluso quizás él mismo viese desde su ventanilla, Berzocana y  sus gentes huyendo despavoridas.

Los vecinos de cada barrio sabían hacía que lugar debían dirigirse. Hacia la fuente de las Carretas, la Concepción, la Mocara, la Fuente Nueva….

​ -¡Juana¡ Juana!, ¡las gallinas!, ¡saca las gallinas!

La mujer giró echa un mar de nervios. Se volvió, abrió la cuadra anexa a la casa y arreó a las gallinas golpeando el suelo con un palo

-¡Ya viene!, ¡ya viene!.

Los vecinos de cada barrio sabían hacía que lugar debían dirigirse. Hacia la fuente de las Carretas, la Concepción, la Mocara, la Fuente Nueva….

Un pequeño punto  comenzaba a divisarse en el cielo acercándose sobre los encinares. Una mujer mayor, con el bastón en una mano y una silla en la otra, intentaba agilizar el paso Carretas arriba.

-¡Pero deja la silla, mujer, podrás correr más!

– Si hombre. ¿Y dónde me siento si me canso?

Los más jóvenes la adelantaban a gran velocidad. Muchos de ellos portaban en las manos algún que otro enser de más que dudosa utilidad en aquellas circunstancias

“Chato” un avión repulicano

-Si cae una bomba en mi casa me joden la vida, tengo escondido un duro. Confesaba afligida una mujer

-¡Que viene!, ¡que viene!

Por La Duche, Juan arreaba unas cuantas ovejas. ¡Hay que joderse!,¡ las traje ayer del campo y solo faltaba que me las matase la puta avioneta!

Lejano comenzó a dejarse oír el runrún del motor. En la Plaza Vieja el alboroto era notable. De un y otra casa no dejaban de salir vecinos dispuestos todos a enfilar el camino de la Concepción. Unos lo hacía sin más, otros dudaban, daban unos pasos y se volvían a buscar algo entre la recriminaciones de quienes les azuzaban para darlos prisa.

-¡Los trastes de afeitar!, ¡no cogí los trastes de afeitar!, señalaba uno de los hombres volviéndose todo azorado.

-¿Soltaste el burro, Luis?

-Sí, pero se quedó clavado en el callejón de tío Pedro Parao. ¡Anda y que le den porculo!

Los vecinos comenzaron a dejar atrás las últimas casas, acelerando el paso mientras el ruido de la avioneta se percibía cada vez más claramente y se la podía distinguir acercándose a cielo abierto.

-¡El guarro!, ¡el guarro!. ¡Que me he dejado encerrado al guarro!

Una mujer, a la que apodaban tía Penacha, alzaba los brazos gritando y volviéndose a carreras hacia el pueblo

-¡No seas tonta!, ¡vuelve!, ¡que te van a matar!, ¡deja al puto guarro!; le gritaban de uno y otro lado. Algunas mujeres intentaron detenerla, ¡pero que si quieres arroz!. Tía Penacha se volvió al pueblo mientras que la avioneta, con gran ruido, se les echó encima pasando a toda velocidad y perdiéndose tras la sierra. Cuando ya llegaban a la ermita se oyeron sierra adelante algunas apagadas explosiones.

La campana dejó de sonar y el personal, casi todos ya fuera del pueblo en uno y otro lugar, se tranquilizó.

No tardó mucho en sonar de nuevo el toque a rebato de la campana. La avioneta volvía, apareciendo de repente tras el Cancho de la Sábana.

Ya de vuelta en la Plaza Vieja, los vecinos se interesaron por su vecina y el guarro:

-¡El mu dao porculo!. No había manera de sacarlo de la cuadra. Me puse en un rincón y me acordé de nuestros Santos. Menos mal que no cayó ninguna bomba, si no me quedo sin matanza y… a pasar hambre, bueno más hambre.

-¡Pero qué tontos éramos, Miguel!, rememoró Inés. ¿Cómo no se  nos ocurría pensar que cuando volvía la avioneta ya no llevaba bombas?. Y no que, ¡hala!, ¡a correr otra vez!.¡Y había días que pasaba dos veces!

Un “mosca” republicano

-Y es más, (explicaba Miguel, ya entonces un hombre mayor y que había sido Guardia Civil, a la concurrencia) esas avionetas no estaban preparadas para bombardear, llevaban muy pocas bombas y, o bien las arrojaban por una ventana o las empujaban con el pie y las dejaban caer por la puerta. Imaginaros la puntería

Agregaremos que la escuadrilla de Malraux (si es que era ella la que bombardeaba como apunta la lógica) tenía su base en el aeródromo de Calzadilla de los Barros, en Badajoz, y estaba compuesta por un Potez, dos Breguet y un Douglas. Cualquiera de ellos podrá ser el que sobrevolaba Berzocana.

-Y yo creo- continuo Miguel- que el piloto no miró para Berzocana ni una sola vez. Tenían las bombas contadas y las dejaban todas en Guadalupe o por esa zona.

“Yo creo que el piloto no miró para Berzocana ni una sola vez. Tenían las bombas contadas”

-No sabíamos muy bien si las avionetas eran de los unos o de los otros, pero nosotras que éramos muchachonas, nos lo pasábamos en grande, remataba Inés

Y al igual que empezó, de repente, la avioneta dejo de pasar; pero el toque a rebato de la campana y las anécdotas de las huidas “a los refugios” quedaron en la memoria colectiva y así se las cuento para que en ella permanezcan.

.Comparte en tus redes sociales
Share on Facebook
Facebook
Tweet about this on Twitter
Twitter
Share on LinkedIn
Linkedin
Pin on Pinterest
Pinterest
Share on Tumblr
Tumblr

R. Mera

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.