Las veleidades de la Primavera
En la mañana del sábado me asomé un tanto ilusionado a la ventana. Una bocanada de aire frío me dio en la cara. El cielo estaba cubierto de nubes negras, orbayaba (orvallaba) ligeramente.
Cerré y tras el cristal seguí escudriñando cielo y calle. ¿Dónde estaba? Las calles se encontraban totalmente vacías de personas y de coches en movimiento. Muchos huecos libres para aparcar. Las nubes se movían con rapidez amenazando tanto con descargar agua como en retirarse ligeras.
¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba la tan anunciada primavera?
Miré el reloj y recapitulé. Eran las ocho y media de la mañana y, claro, la primavera aún no había llegado, estaba anunciada para más tarde, por eso yo no la encontraba.
Decidí salir a dar mi acostumbrado paseo matutino a la espera de la llegada de la tan deseada estación. Y es que uno se imagina la primavera como una joven,apenas salida de la adolescencia, que llega rodeada de sol y agua dibujando el arco iris por encima de la villa y envuelta en sutiles tules y sedas.
Pronto me decepcioné. Por la cuesta del Pontón salió a saludarme el ya añoso invierno. Se resistía a largarse envuelto en el viento más que fresco que soplaba y que me había obligado a volverme en busca de la bufanda nada más dar los primeros pasos por la calle.
Mientras caminaba, pensaba yo en que en mis referencias juveniles, como seguro que en las de ustedes, la primavera siempre llegaba el día 21. Ahora depende de la clase de primavera que uno espere: la meteorológica, la geográfica, la astrológica o… la del calendario Zaragozano.
Y recuerdo la vieja Enciclopedia Álvarez: La Tierra tarda aproximadamente 365 días en dar la vuelta al sol, es por eso que no coincide en el mismo día el inicio de la primavera en cada año. En unos año cae el 20 de marzo y en otros el 21.
Y en la radio me informan mucho más detalladamente: Este año, en el hemisferio norte; la primavera llegará a las 10 horas, 37 minutos y 23 segundos, hora peninsular, según especifica el Observatorio Astronómico Nacional. Eso es precisión, me digo dando por finalizado el paseo cuando aún no son las diez. Esperaré en casa.
Desde la diez y cuarto no dejo de asomase a la ventana. Nada, no veo nada. Ha dejado de orbayar pero hace un frio del demonio. Las nubes se van y se vienen a su libre albedrío. Llega la hora exacta y nada, no veo nada.
Ya cerca de la una aparecen unos rayos de sol. Me asomo entusiasmado. Por encima de Santa Marina una raza de sol resalta los repetidores. ¿La primavera?. Me pareció ver en la distancia asomando entre las nube un revuelo de tules y sedas. Seguro que la imaginación, la loca de la casa, me jugó una mala pasada.
Iniciada la tarde, el invierno aún no se había ido; ni lo había intentado siquiera. Y sigue erre que erre en el domingo.