Dejemos la Semana Santa en paz, se salva ella misma
Foto: Semana Santa en Cangas del Narcea
¡Salvemos la Semana Santa!. Esta expresión se ha oído por doquier durante las últimas fechas. Y lo ha hecho evocando y arrastrando las mismas opiniones a favor y en contra que otras del mismo jaez ya utilizadas como “Salvemos el verano”, “Salvemos el puente de la Constitución”, “Salvemos la Navidad”, e incluso “Salvemos la Hostelería”.
Aun sabiendo y entendiendo que cada uno tiene una opinión para cada caso, y que los políticos han sabido arrastrar a sus correligionarios y medios afines hacia una y otra postura justificándola con unos u otros argumentos que tanto valían y valen para estar a favor como para estar en contra, la cruda realidad vino a demostrarnos que fueron un fracaso: no se salvó nada y se propició que la pandemia rebrotase cada vez que se hizo algún movimiento para salvar algo. Es decir: no se salvó nada y se aumentaron los contagios dando entrada a nuevas olas de enfermos e ingresos en las UCIS.
Pero centrémonos en la ya cercana Semana Santa. Muchas polémicas se evitarían, y mucha más claridad se aportaría a la situación y el entendimiento, si se llamase a las cosas por su nombre. De hacerlo así todos entenderíamos qué se quiere, qué se pretende en concreto en cada caso.
La Semana Santa está salvada por sí misma, no necesita que nadie acuda a su rescate. Y lo está porque es una conmemoración esencialmente religiosa que los creyentes viven en su intensidad, llueva o haga sol, haya o no pandemia. Las procesiones no son sino la expresión externa de su fe y en otros casos expresiones religiosas eminentemente de carácter social. Suspendidas están en esta vertiente. La esencia esta en las iglesias, en el culto, no en la calle. Y la pandemia tampoco impide que se disfruten las vacaciones asignada a esas fechas incluidas las escolares.
En realidad lo que se quiere salvar es el mercado derivado de los movimientos de población que se producen; los beneficios que se generan, la dinamización de la economía. La Semana Santa en sí no pinta nada en este hacer. Y así debía de decirse y explicarse.
Se habla de cambiar de fecha la Semana Santa cuando esa celebración viene determinada por unas normas “de carácter religioso” regladas por las fases de la luna que determina todo el calendario eclesiástico. La Iglesia no va a cambiar las fechas. Otra cosa es que el gobierno, sindicatos, o incluso el personal, quieran cambiar las vacaciones, cosa que no creo sea tan fácil simplemente por cuestiones logísticas; pero si así se quiere cámbiense, viájese, cómprese y véndase, muévase y contágiese todo el que a ello esté dispuesto…pero.. pero.. procure no contagiar a los demás y… déjese a la Semana Santa en paz.