Llegan las flores, se llenan los paseos y se duda de las fiestas veraniegas

Llegan las flores, se llenan los paseos y se duda de las fiestas veraniegas

Llama a las puertas de los campos la primavera. Tras las mimosas, distintos árboles frutales van mostrando sus blancas o rosadas flores anunciadoras de frutos. Y más aún lo hacen lo arbustos ornamentales. Son el avance de la explosión que se avecina. Como todos los años, y ajenas a todo y a todos, las estaciones se suceden rítmicas y temporales.

Aún con precaución, las gentes se sacuden las nieblas y fríos acumulados del invierno, desperezan los músculos y ejercitan las articulaciones. Los lugares habituales de paseo por los alrededores de los pueblos comienzan a llenarse de vida y movimiento. Incluso se divisa ya estiércol en los terrenos destinados a huerta.

Pero son movimientos de vaivén según el sol, y el frío o el agua, se alternan en el día a día. Tan solo aquellos del fijo paseo diario continúan imperturbables en el mismo como han venido haciendo todo el invierno.

También se animan las calles de la villa y los bancos de los jardines y paseos que con el alterne sol-agua se ocupan o vacían. Y en ellos se dejan acariciar por el tibio sol aquellos abuelos y abuelas a los que ya el paseo se les hace duro, y muchas veces hasta sufrido.

Y como fondo de todo: la pandemia. El dichoso bicho que nos sigue atando y encerrando, impidiéndonos abrazarnos o golpearnos en el hombro amigablemente.

Aún con precaución, las gentes se sacuden las nieblas y fríos acumulados del invierno, desperezan los músculos y ejercitan las articulaciones.

¿Tendremos este año fiesta en el pueblo?, se preguntan unos a otros en los citados bancos. Y dudan y se encogen de hombros. Y terminan compartiendo que todo sigue muy difícil, que ya han suspendido las Fallas y la Semana Santa, y de facto los Sanfermines, y las ferias de Tineo… Y que aun cuando se llegue a la Fiesta de la Vendimia, allá mediado octubre, es más que difícil que pueda celebrarse El Carmen, que es la más temprana, o San Roque, o el Avellano. Quizás podamos ir de romería al Acebo y comer juntos por aquellas campas…. pero no hay nada fijo y hasta las esperanzas y buenos deseos se tambalean ante los datos y los consejos de aquellos que saben de esto de pandemias, epidemias y plagas.

Y paseando con el último sol de la tarde camino de Corias me digo que este verano se avecina de nuevo como un verano sin fiestas ni romerías. Alguna pequeña fiesta allá o acullá pero controlada, con restricciones, con aforos y sentaditos.

Y tendremos que recurrir a la resignada expresión del día posterior al sorteo navideño del 22: ¡Haiga salud!

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R. Mera

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