Una fila a la esperanza
Entre el asfalto y la carpa. Entre las instalaciones de la Himera y el sol asomándose aún tibio montaña abajo, la esperanza se abre paso a bordo de los automóviles. En fila, ordenadamente, se van acercando a la carpa. En su interior hay siempre una persona mayor, mayor de ochenta años, y un acompañante conductor. Y allí, dispuesto el equipo de vacunación que ha de atenderlos.
Se muestran satisfechos e ilusionados. “Ahora podremos salir sin miedo”, apuntan unos. “Podremos pasear a gusto”, señalan los otros. Y disciplinadamente avanzan los coches hacia la carpa.
-Súbase la manga. Y ahora un pinchacín de nada
Y sale el coche de la carpa y unos metros allá, siguiendo las instrucciones recibidas, aparcan de nuevo, sin apreturas, sin agobios, con toda tranquilidad y responsabilidad. Han de esperar un pequeño espacio de tiempo para comprobar que no se produce ningún tipo de reacción.
Y después, cada vehicula busca la salida camino del pueblo o de su domicilio en Cangas.
En la Himera se ha abierto una puerta a la esperanza