Mañana del 16J, las guindas de Nené y las virtudes de las compuestas

Mañana del 16J, las guindas de Nené y las virtudes de las compuestas

FOTO: Gabriel y Ángeles; Pol y Gala; Lobato y Joaquina, Villaín y Consuelo; Mercedes y Redondo

Un golpe de luz la hizo cerrar los ojos con fuerza. Simultáneamente, una bocanada de aire caliente la envolvió. Poco a poco abrió los ojos y los fue adaptando a la luz cegadora que inundaba la Plaza de la Oliva llena de color y bullicio.

Había terminado la misa del día del Carmen y Cangas rezumaba alegría y complacencia en todos los órdenes de su diario vivir.

Mari Paz se volvió hacia el interior del templo, se santiguó y, moviendo la mano, dijo adiós a la imagen de la Virgen posada en sus andas junto al altar mayor. Hasta la tarde, la dijo desde su silencio.

Todo eran corrillos, saludos y abrazos.

Un grupo de chiquillos pasa a carreras con varas de voladores en las manos. Es la historia que se repite. Uno de ellos ha convertido la caña de un barreno  en imaginario caballo sobre el que cruza raudo entre las gentes

-¡Carmen!, ¡Carmen!, ¡felicidades!. Y de nuevo besos y saludos.

-Gracias hija. ¿Vienes?

-He quedado por aquí con Nené, no andará muy lejos.

Y no lo estaba. Tan solo un par de metros más arriba, Nené prendía un cigarro en el mechero que gentilmente le había encendido Gabriel Dupont. ¿Sería de esa marca el mechero?. Me dijeron que por ahí precisamente venia lo del apodo. Dupont era facultativo de minas, o al menos ejercía funciones como tal, y su familia regentaba una droguería allí mismo, en Don Ibo. Con ellos se encontraban también Juan Bautista; Guarnizo, un simpático andaluz;  Lobato, Biaín y Manolón (Manuel Fernández), todos  también facultativos mineros y de mucho predicamento en la sociedad de aquel entonces. Les acompañaba Robustiano Domínguez, propietario de un taller que suministraba vagonetas y diverso material minero Eran aquellos unos años en que la actividad minera se lanzaba a toda velocidad hacia su apogeo de mucho empleo y auge económico. Como ellos, eran muchos los que llegaban ante la abundancia de trabajo y buenos sueldos.

Allí se encontraban Gabriel Dupont y Juan Bautista; Guarnizo, un simpático andaluz;  Lobato, Biaín y Manolón (Manuel Fernández), todos  también facultativos mineros Les acompañaba Robustiano Domínguez,

Los cuatro vestían con elegancia festiva. Dupont llevaba al cuello un pañuelo rojizo del mismo color que el que sobresalía del bolsillo superior de su americana amarronada tipo Príncipe de Gales. Siempre era un Petronio de la elegancia, pero en vez de en Roma, en Cangas.

De traje y corbata, y con zapatos impolutos, los contertulios charlaban animadamente sobre la solemnidad de la misa y lo entrañable de la procesión de la mañana. Que como tantos otros se habían integrado totalmente en la sociedad canguesa lo pregonaban los lazos carmelitanos (blancos y marrones) que lucían en sus solapas, distintivos de pertenecer a la Sociedad de Artesanos y de los cuales pendía una medalla cuadrada con la imagen de la Virgen del Carmen.

 Decidieron que era el momento de ir caminando hacia la Jaula de Oro, lugar más que adecuado para homenajear a la festividad del día y de homenajearse ellos mismos.

A Mari Paz y Carmen se les unió, Ángeles, la mujer de Gabriel y rato después las del resto del grupo.

-¿Sabéis que me pasó ayer?, interrogó Mari Paz aun sabiendo la ignorancia de sus contertulias. No creo que Nené tenga hoy precisamente buen cuerpo. Os cuento: Pues resulta que allá a eso de las dos de la mañana oigo una serie de ruidos y el sonar del agua en el cuarto de baño. Me levanto un poco asustada. Nené está algo torpe y podría haberse caído. Sí, sí, caído. Me le encontré inclinado sobre la taza del váter, sujetándose malamente con una mano en la pared y la otra en la muleta.

-Pero neno, ¿qué has amañado ya?

-Calla, calla, ¡las guindas!, las putas guindas me han sentado como una bomba en el estómago

-¿Pero de qué demonios de guindas me hablas?, tú lo que está es piripi.

-Que no mujer, que no. Que han sido las guindas

-Pues como no te expliques…

-Dígote. Pues como estos días hay mucha gente. Pepe el del Blanco me dijo que llevase yo la cuenta de lo que tomaba que él estaba muy liado. Le hice caso y cada compuesta que tomaba ponía la guinda en el mostrador. Te digo que todo iba de maravilla. Me iba ya a venir y entonces,para que me cobrase, conté las guindas para saber las compuestas que había tomado. Contaba una guinda y me la comía. Y otra más y para adentro.. y otra.. Y ahí, ahí es precisamente donde la cagué. Me sentaron como un tiro.

Todos lucían en sus solapas la medalla distintiva de pertenecer a la Sociedad de Artesanos

-¿Las guindas, eh?

-Sí mujer sí. Yo taba bien y empecé a ponerme mal después de comer las guindas, y a medida que venía para acá encontrábame peor.

-Ya, ya. ¡Las guindas!.¿Y cuántas te comiste?.

-No sé, creo que siete u ocho, no me acuerdo bien.

– ¿Y eso significa que te habías bebido siete u ocho compuestas no?

-¡Coño!, pues ahora que lo dices me doy cuenta

-Pues cacho burro, eso, eso es lo que te sentó mal, las compuestas y no las guindas

-Que no, mujer, que no… dígote que no, que fueron las guindas

-Le costó espabilar e irse a la cama.¡ Y seguía en sus trece de que eran las guindas!. Pero qué hombres, señor, ¡qué hombres!

Tous pa Tous.- La Jaula de Oro

Arrancaron las mujeres sin dejar su amena conversación en la que los hombres no quedaban precisamente bien parados, y en la que cada cual se encargaba de poner de chupa de dómine al suyo en cada turno de palabra, turnos que no eran precisamente fáciles de conseguir.

Las siguieron ellos pausadamente, saludando a diestra y siniestra o contestando a saludos que también les llegaban de aquí y de allá. La calle estaba atestada y en desorden, unos bajaban, otros subían, otros charlaban en corros dificultando enormemente la circulación y alguna que otra mujer pasaba con urgencia tratando de salvar de cualquier golpe una bandeja con un majestuoso brazo de gitano.

El sonar de gaitas y el apretar del gentío les hizo avivar el paso hasta dejar atrás el cruce de Mayor con Don Ibo. El ramo, portado por mujeres y escoltado por un nutrido grupo de cangueses torció camino del Asilo lo que aligeró algo la presión del gentío sin que por ello fuese fácil encontrar hueco. Agitábanse los abanicos y los paisanos manejaban los pañuelos secando el sudor que trajes y corbatas acrecentaban. ¡Pero qué carajo!. Era el Carmen y había que vestir adecuadamente a tal festividad y momento.

El sonar de gaitas y el apretar del gentío les hizo avivar el paso hasta dejar atrás el cruce de Mayor con Don Ibo.

Llagados a la Jaula, que curiosamente no estaba muy apretada, y ante el ímpetu de unos y otros por pedir, Juan Bautista, impuso su cachaza en el hacer y pausa en el decir

-A ver chicos, creo que dada la ocasión y como la tradición señala, a  nosotros nos corresponde pedir una compuesta por cabeza y en cuanto a las señoras, ya se encarga Salustiano de sentarlas y servirlas.

Efectivamente, Salustiano ya atendía solícitamente a las señoras a las que había habilitado con pericia una mesa donde colocarlas a todas, aunque con apreturas y algún que otro remungar por la estrecheces.

Nuestros amigos pidieron un par de compuestas más mientras sacaban carbón como consumados picadores. El bar llegó al completo y un cuanto más.

-Y no os comáis las guindas que las puñeteras sientan muy mal; señaló Nené levantando la voz y mirando intencionadamente hacia la mesa de las mujeres

Comenzaron a protestar aquellas, que cada vez acusaban más el calor, y decidieron todos salir y seguir rumbo.

Enfilaron la Calle Mayor y no necesitaron de asamblea alguna para entrar como un solo hombre en el Chacón que, con todas sus ventanas abiertas, mostraba un espléndido y festivo ambiente. De nuevo saludos a diestra y siniestra, recomendaciones, recuerdos, invitaciones…

El Café Chacón

Como quiera que no había ni una sola mesa libre, las mujeres decidieron ir a dar un paseo y ver el ambiente con la aquiescencia complaciente de los maridos que así se vieron un tanto más liberados, especiarme en lo que al conteo de compuestas hacía referencia, algo que ellas realizaban con especial fruición, de reojo, y que a ellos no les gustaba un pelo.

-¡Esta la invito yo!, afirmó Guarnizo lanzándose billete en mano hacia la barra

Quiso impedirlo Manulón, pero el andaluz se salió con la suya no sin que el de Quirós asegurase que la próxima era suya.

-Y tu Guarnizo ten cuidado esta noche, que ya tienes demasiados guajes, y además te salen de dos en dos, dejó caer Gabriel Dupont con gran guasa

-¡Y que lo digas!. No entiendo na de na, yo creo que la miro y ya eztá, se queda embarazá sin más

-¿Pero es qué tú no sabes poner los medios para evitarlo?. Lo interrogó Juan Bautista quitándose la pipa de la boca.

-Pues claro que zí, hombre. Fíhate, ¡y lo hago desde siempre eh!, : Saco un condón, preparo el diafragma; reviso el freno y marcha atrás, pongo la eztampa de la Virgen del Rosario ,patrona de mi pueblo, la de Nuestra Señora de Loreto y ahora he agregado la de la Virgen del Carmen,,, fíhate tú zi me preparo. ¡Pues na chico! ¡Embarazá!

Unos y otros se quedaron un tanto en suspenso ante tan heterogénea y poco científica relación

Como casi siempre fue Juan Bautista quien tomó la palabra

-Pero vamos a ver, hombre de Dios. ¿ y tú qué haces con todo eso que preparas encima de la mesita?

– Pues ..¿Qué crees tú? Lo pongo todo ordenado, me doy la vuelta y me pongo a la faena

La carcajada fue general, ruidosa y seguida de toda una serie de imprecaciones, dichos y dicharachos algunos incluso subidos de tono.

Avanzaba deprisa el reloj y los conmilitones decidieron seguir con su particular viacrucis, no de penitencia sino festivo, pues al menos aún les quedaba una estación por cumplir.

Bar Blanco unos años antes

Y así se llegaron hasta la Plazoleta del Blanco que se encontraba a rebosar y en la que las conversaciones se producían prácticamente a voz en grito dado el barullo existente. Aclaremos para los más jóvenes que lo de “música en la calle” aún no había llegado para descanso y solaz de los que entonces festejaban que no hubieron de aguantarla como comenzaría a suceder años después.

-Aquí no hay quien entre, señaló Robustiano tras asomarse al bar

-Déjame a mí que abra paso, señaló animoso Nené confiando en que no tendría problemas en ello dada su voluminosa humanidad. Y así lo hizo logrando abrir un pasillo por el que fue pasando el resto hasta colocarse todos, prácticamente unos encima de otros, al final de la barra y tapando la puerta que daba a los servicios, el comedor y la cocina

-¿A ver Cachi!, compuestas para todos, señaló  Guarnizo

Era entonces Cachi una joven pizpireta, pequeña y de buen ver, que de vez en cuando revolucionaba la barra metiéndose con unos y otros

Pasado unos minutos llegaron las compuestas y todos se dedicaron a remover con fruición y con el palillo clavado en la guinda las dichosas compuestas intentando desvelar quizás  así el bien guardado secreto de algunos de sus componentes.

-Nenos, coméi la guinda lo primero que después sientan muy mal, soltó Nené ante el general regocijo.

Con la segunda ronda, más con las que de atrás venían, la alegría comenzó a expandirse del mismo modo que asomaron los gestos de cariño de unos con otros y los abrazos tanto a los que entraban como a los  que salían, o incuso entre ellos mismos.

La presión del gentío comenzaba a aflojar a medida que avanzaba el reloj. Las mujeres ya habían entrado al menos un par de veces a meter prisa a los animados contertulio festivos que no parecían responder al requerimiento ni tampoco parecía apretarlos el hambre por cuanto Robustiano andaba empeñado en pedir al menos una ronda más.

1.979

Cantadas ya las tres por el reloj  de la  colegiata ,Mari Paz entró decidida y cogiendo a Nené del brazo inició con él la salida, salida que se vieron obligados a seguir  también  el resto ante el cariz que presentaba el momento con el elenco femenino ya en franca rebelión horaria.

Unidos mujeres y hombres aquellas no tardaron en detectar que ellos se mostraban la mar de cariñosos, algo no muy habitual al menos en la efusividad que mostraban y que Nené atribuía a una de las cualidades especiales que aportaban las compuestas de Cangas al espíritu humano.

Entre grandes risas, algún pellizco de monja y grititos de doncella en flor, el grupo emprendió el camino hacia el restaurante. Lo que sucedió durante la comida y la tarde lo dejo a la imaginación del lector que, estoy seguro, sabrá poner un gran broche a este relato.

Cangas en 1.984
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R. Mera

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