Homenaje al colesterol
Ha acabado el tiempo de matanzas. Toda clase de embutidos cuelgan de los palos de cocina y secaderos durmiendo glotones los fríos inviernos. Curvos, gruesos, delgados redondeados, alargados; con el pimentón brotando por los poros unos, mas discretos en su colorido los otros. Todos anuncian sabores distintos, meriendas suculentas, cenas en los atardeceres veraniegos. Compango gloriosos de fabas y potes, del suculentos y siempre deseado caldo de berzas.
Avanzan los días de invierno con las nieves coronando las cumbres canguesas. Y el humo envuelve suave y casi imperceptible los chorizos, morcillas, salchichones, andollas, lacones, choscos, jamones…. Y todo ello viene a conformarse en un gran homenaje al colesterol. Pero como argumentaba con sorna aquel aldeano al médico que le recomendaba prudencia en el comer:
-Y digo yo doctor que, alguna vez habrá que llevarle la contraria al cuerpo, ¿no?
Pues eso