El cangués Federico Granel expone en Gijón
Un toque de luz para tiempos oscuros. Con esta idea considera el artista asturiano Federico Granell (Cangas del Narcea, 1974) que su último proyecto pictórico, “Para iluminar un bosque“, cuenta ahora con plena vigencia ante la pandemia por coronavirus, pese a llevar años trabajando en una colección que tendría que haber visto la luz en 2017. El resultado, una muestra monográfica, preside desde ayer la sala 1 del Antiguo Instituto de Gijón y cuenta con casi 20 paneles en los que, rompiendo en parte con su trayectoria hasta ahora, se ha lanzado al mundo del retrato para inmortalizar a varios de sus compañeros de gremio. Todos, ya sea con velas, la pantalla del móvil o lámparas, iluminan a su manera un tenebroso paisaje en el que todo es bosque y naturaleza. La colección estará disponible en la sala gijonesa hasta el próximo día 15 de noviembre.
Explica Granell que la idea del proyecto fue cambiando con los años. “Empecé a pintar esto en 2012 y me gustó el formato, así que acabé animando a compañeros del mundo del arte para que posasen o me mandasen sus fotos para hacer algo similar. Acabó cogiendo otro sentido, porque esas luces en un bosque imaginado tan oscuro, para mí, tiene ahora un significado nuevo, por esto de los tiempos oscuros. Viene bien”, razona. Entre los retratados está la propia comisaría de la exposición, Natalia Alonso, que cree que la muestra puede servir también como metáfora ante la importancia que tomó el mundo del arte durante las semanas de confinamiento. “Juega con la utilidad de lo inútil, o lo que normalmente se considera así por ser actividades que no aportan tantos beneficios económicos, pero sí mucha libertad y conocimiento. Lo que iba a ser un experimento lumínico acabó siendo una metáfora sobre la importancia de lo ‘superfluo'”, asegura ella.
Cada artista retratado -son reconocibles Elena Toraño, Tadanori Yamaguchi y Rebeca Menéndez, entre otros- pudo escoger con qué objeto lumínico le iba a retratar el autor. La mayoría escogió velas clásicas y candelabros, pero los personajes también salen quemando papeles y libros, usando la pantalla del móvil o velas de tipo bengala. El propio Granell sale inmortalizado en un par de cuadros, en uno de ellos sentado en un escritorio e iluminado por una lámpara de estudio. De la veintena de piezas, las más nuevas son las seis que conforman un mural que preside, al fondo, la galería. Es la pieza central de la muestra y la más luminosa, porque el cielo del bosque, que en el resto de lienzos luce de color negro, recupera aquí unos tonos azules que se alejan un poco del aspecto “siniestro” del resto de la colección. El personaje más iluminado es su sobrino, Mateo, que duerme en el cuadro sobre un colchón apoyado en el suelo.