CANGAS: Un canto a la Naturaleza y la gastronomía
Hay muchas veces que quisiéramos tener los datos y la facilidad necesaria para cantar a quienes quieran escucharnos las bondades y riquezas de nuestro concejo, de nuestros pueblos. Quizás por ello, y para darles una somera idea que les sirva de referencia, me atrevo a someter a su consideración una sencilla guía
Déjese el viajero venir a Cangas ligero de mente y equipaje. Es esta una tierra hospitalaria y acogedora que sabe darse a cuantos aquí llegan sea cual sea el fin de su viaje.
Entre sus broncos montes y difíciles caminos se esconden gentes que saben aunar la humildad de su sentir con el orgullo de pertenecer a un concejo grande, frondoso, y tan plural, que hasta tiene palabras distintas para un concepto o utensilio según sea el valle que se visite.
Los alrededor de treinta años de eclosión minera, que colocaron al concejo entre los económicamente punteros de Asturias, no han podido ocultar su origen agrícola y ganadero. Ahora, cuando la crisis minera muerde inmisericorde en la zona, resurge el espíritu luchador del cangués y la ganadería vuelve pujante mostrando su potencial en Muestras y Subastas de carácter nacional y regional. Se extiende también la concentración parcelaria y el cooperativismo de la mano de jóvenes inquietos y con idea de futuro que, saltando sobre el pesimismo del devenir minero, están demostrando que hay potencial suficiente para poner en marcha nuevas empresas que abran flamantes campos de expansión y empleo.
Encuentran hueco en este apartado los pujantes programas de turismo rural que apoyándose en la expansión que la Feria de la Caza Pesca y Naturaleza (NARCENATUR) alcanzó en su momento, se extienden por las distintas zonas del concejo abriendo casas rurales y albergues, proponiendo un turismo ecológico y activo que está encontrando un mercado abierto y económicamente rentable con una oferta original y de calidad que ha tenido rápida respuesta en el mercado.
Déjese venir el viajero ligero de equipaje para perderse en las frondosidades de Muniellos y poder sumergirse en una naturaleza primaria que aún guarda entre el rumor de sus hojas y la hondura de sus raíces ecos de animales prehistóricos y negativos de otras épocas y paisajes que vivió el hombre. Pude, incluso, que pueda dejar su huella en cualquier rincón del monte aún no hollado por señal humana alguna.
Lleve ligera la mochila para poder perderse por la cuenca alta del Narcea en busca de sus fuentes por tierras y pueblos que hacen de la naturaleza un diario vivir y donde el oso es un vecino más mimado y cuidado por todos.
Déjese llevar por perdidos caminos de Sierra y abra su espíritu a pueblos con nombres tan sugerentes como Jarcely, Pambley, Anderbe, Castilmoure…
Siga con pasos quedos el rumor del río del Coto, de aguas limpias y cristalinas, hasta pararse en el ayer dormido de La Viña o Vega del Hórreo. Abra nuevos horizontes surgiendo de las estrecheces rocosas del frondoso valle hasta el romper de horizontes gallegos desde el Pozo de la Mujeres Muertas cuyo nombre evoca sucesos de celos y venganzas que nunca existieron.
Busque ahora el viajero la cumbre del Cueto de Arbas remontando el rico valle del Naviego entre pueblos ganaderos y activos donde el ayer, el hoy y el futuro, se combinan en un todo único, en una forma de vivir que es capaz de hacer de sus gentes magníficos productores de carnes o activos empresarios en Madrid.
Lléguese por fin a la villa, y sin planos ni mapas, piérdase por sus calles y deje que vaya abriéndose a sus ojos en rincones y perspectivas que, en muchos casos, han ocultado horrorosas edificaciones con la etiqueta de modernas.
Plaza de la Oliva, Puente Colgante, Calles de la Fuente y Mayor, Ambasaguas, Arrastraculos, Cascarín. Basílica de Santa María Magdalena. Palacios del Conde de Toreno, Omaña, Llanos, Pambley. Convento de las Dominicas, casonas y escudos, ermita del Carmen, Corias…
Y cuando cansado de cuerpo y reconfortado de espíritu decida que ha llegado el momento de halagar al paladar y homenajear al estómago, déjese también guiar por la sabia mano que mueve los fogones cangueses y acérquese sin complejos a la mesa.
La buena mesa es puerta gloriosa para iniciar o cerrar el conocimiento del concejo cangués. Si viene una vez, volverá, dicen los nativos.
Cangas es tierra que te termina atrapando en cualquiera de sus selváticos rincones, en sus aldeas dormidas, en la salsa de un plato o en la gloriosa exaltación de los que conforma la caza y la pesca.
Es tierra rica en productos alimenticios derivados de la huerta, caza, ganadería y matanza. Pero, quizás, lo más singular del concejo sea el vino que es imprescindible beber en cuencos de madera, llamados cachos, y el queso de Genestoso.
Han de probar los visitantes su afamado pote, preparado con berzas, patatas y el indispensable compango a base de chorizo, morcilla, lacón y tocino.
También hay que saborear los incomparables butiellos, andollas y choscos; todos ellos embutidos de cerdo; así como la auténtica carne de vaca roxa asturiana.
Abre la caza campos tradicionales de sabores. La perdiz y la liebre conforman platos con excelentes y tradicionales recetas que inciden directamente en todo un abanico de degustaciones.
El jabalí y el corzo son señores de la mesa que no necesitan de presentación alguna.
Como remate obligado, una amplia variedad en la tradición repostera sorprenderá al viajero. El requesón, arroz con leche, tortas y especiales frixuelos, distintos de los del resto de Asturias y que en las épocas de matanza se elaboran con sangre de cerdo.
Repuestos cuerpo y espíritu es la hora de confundirse en el barullo callejero y tomar una “compuesta”, especial bebida del Carmen cuya composición es un secreto casi también guardado como el importe total de la Descarga canguesa.