ENCLAUSTRADOS XXIII.- Domingo de Ramos
Día 5, domingo. ¿No os da la impresión amigos que, de alguna forma, estamos relajando las normas de enclaustramiento?.
Viene ello a cuento por cuanto en este fin de semana, especialmente la mañanas del viernes y sábado, la presencia de gente en la calle ha sido más notoria que en los días anteriores o el anterior fin de semana. Ya a primera hora note desde mi ventana que circulaban más peatones que otras a la misma hora. No notaba en ellos traza alguna de ir o venir a la compra, o a trabajar en alguno de los servicios esenciales. Caminaban tranquilos, sin prisa, si paquetes, relajados. La media de edad más bien alta.
Maribel hubo de salir a la compra y comentó lo mismo: había más gente por la calle que en otras ocasiones. Y posteriormente la Red terminó de confirmarlo, pues fueron bastante los que se hicieron eco de esta situación. Espero que me enmienden la plana y me digan que ha sido una apreciación errónea.
Y hoy es Domingo de Ramos. En estas circunstancias es domingo de nostalgias; de paseos y estrenos, de palmas y ramos de olivo o de laurel, según los recuerdos de cada cual. Los míos se pierden en campos de trigo a los que acudíamos a llevar los ramos bendecidos para que preservasen las cosechas en aquellos años tan trascendentales en la lucha contra el hambre, y en las solemnes procesiones de Berzocana cargadas de rituales. Y de mi padre, con una gran palma en la mano, ordenando la procesión y colando de matute al órgano composiciones no muy religiosas en la misa. Posteriormente se agolpan los de uno y otro lugar con especial cariño para las procesiones de “La borriquilla”, de León, Aranda, Oviedo y otros lugares, y en las que los niños son felices enarbolando sus ramos y cantando “Hosannas” plenos de inocencia. Y siempre el sol como referencia.
Seguro que usted, amigo lector, tiene sus peculiares y particulares recuerdos de este especial domingo. Y hoy, cuando pasee por su casa como yo ya he hecho, recuerde sin complejos aquellos domingos idos como contraposición a éste que vivimos en la limitación de cuatro paredes y una ventana o un balcón.
El sol no logra asomarse con plenitud. Son las nueve y el termómetro marca 10 grados. Nadie en la calle, tan solo pasan unos vehículos. Tras los preceptivos desayuno y paseo me miro en el espejo.
¡Señor que barbas!.¡Y que pelos!. Más que pelos son greñas en plena rebelión. Remoloneo en afeitarme. ¡Qué desgana!. Pero me digo que es Domingo de Ramos, que hay que ir a la procesión, y empuño la brocha con entusiasmo. En la radio siguen dale que te quiero con el dichoso coronavirus y las comparecencias de expertos en todo lo habido y por haber para animarnos nuestro enclaustramiento. Pongo música.
Esta tarde no pienso pasear, en algo tiene que notarse que es fiesta, así que me arrellanaré en el sofá y me atiborraré de pelis, o de series, ya veré, según vengan dadas.
Paciencia y feliz jornada.