Enclaustrados I. Soledades, tensa espera, (in)solidaridad
Sábado 14 de marzo. Son las diez de la mañana. Observo el Paseo desde mi ventana. Vacío, ni siquiera pasa un solo vehículo. Las aceras rumian pasos perdidos. La sombra del Coronavirus ha caído sobre la villa desde las montañas que la rodean. Un pellizco de inquietud, y quizás también de impotencia, me advierte de que algo raro ocurre. Esta mañana Cangas no es Cangas.
Once y media. Maribel ha salido a comprar. Ya no queda mi periódico, ni otros varios, ni siquiera la Nueva España. Loly asoma tras la ventanilla un rostro cubierto con una especial mascarilla. Las calles siguen casi vacías. Gente con bolsas de compra y poco más. Un vacío humano inquietante reina en la Calle Mayor
En Manín, la panadería, han dispuesto un dispositivo especial. Las chicas, todas con guantes y mascarillas, han colocado un pequeño mostrador en la calle, allí atienden a la clientela. Alan se encarga únicamente de cobrar. La mayoría guarda la distancia de seguridad pero una mujer llega, cruza por el medio, rompe aquella y se poner a charlar incontinente. Alguna más repite la situación. Todo es raro, distinto, con connotaciones de películas catastrofistas. En los Super, los empleados atienden con guantes y mascarillas, algunos intentan que se mantengan las distancias de seguridad. Una mayoría de los clientes no lo cumple. Maribel vuelve de la compra un tanto impresionada. Faltan cosas, la gente acapara productos sin sentido e insolidariamente. ¿Y el papel higiénico?. Hay cosas totalmente incomprensibles. E insolidarias.
Desde mi ventana, forzando el cuerpo, logro ver una cola de personas con la distancia de seguridad que pide Sanidad muy marcada. Es la de la farmacia.
Ayer por la tarde salí pasear con Maribel. Esto si se puede hacer si se atiene uno a las precauciones que Sanidad señala. Apenas había gente. No obstante en la acera de Santa Catalina hubimos de sortear un par de veces a grupos que charlaban animadamente. Ni caso a las normas. Un matrimonio se empeña en pararse a charla con todos cuantos encuentra.
-Hombre claro, explica braceando una mujer a otras dos en el medio de la acera.
-El Hospital tiene que prepararse para atender a la gente que venga
-Seguro que eso ya lo saben ellos
-Lo digo porque por estas fechas, y como es lógico, vendrá mucha gente y habrá que atenderla, yo misma espero a tres
Paso deprisa, miro a Maribel y me encojo de hombros en gesto de no entender nada
Yo diría más bien que el que vengan los citados tres, o trescientos, no es lógico, es lo más ilógico del mundo en esta situación.
Por el aquel de haber vivido tantos años metido de lleno en la educación no puedo por menos de pensar en los problemas que se les han venido encima a los padres. He tomado de Internet este prospecto por si les sirve de ayuda.
Y a cumplir las normas.