BERZOCANA.- Un día de la Aparición muy especial
El sol gateaba lentamente los canchos de la sierra avistando ya en la lejanía con sus aún débiles rayos las ondulaciones de las dehesas goteadas de encinas brillantes del rocío de la mañana.
La villa se desperezaba silenciosa en silencios otoñales adivinando ya en el fresco matinal su soledad cuasi invernal. Pronto aparece Pablo con el que cambio las primeras impresiones del día.
-¡Hoy tengo mucho trabajo!
Y se marcha con paso ligero hacia el atrio abriendo de par en par las puertas de la iglesia. No tardan en sonar las campanas llamando a fiesta. Hoy es 26 de octubre, día de la Aparición. Todos mis paisanos lo saben, pero aclaro al resto de mis seguidores que se conmemora la aparición de las reliquias de los santos hermanos Fulgencio y Florentina en 1223. Desde entonces son patronos de Berzocana.
Suenan cohetes y las calles comienzan a animarse. Llegan a la iglesia los primeros cofrades, trajeados y luciendo al cuello la medalla acreditativa de su condición colgando de un cordón amarillo. Entran y salen en la iglesia preparándolo todo. Vuelven a sonar las campanas y estallan más cohetes. Se lanzan de dos en dos, con muchas precauciones, escondiéndose el tirador tras la tabla en la que los coloca. No puedo por menos de esbozar una sonrisa pensando lo que gozarían los cangueses, con mi hijo incluido, (amantes y forofos todos ellos de la pólvora y expertos en tirarlos a mano) si viesen esta escena.
Van llegando los fieles, Abundan los trajes y corbatas en ellos y las galas de domingo gordo en ellas. Repican de nuevo las campanas y sale la procesión. Abre la misma el estandarte distintivo de la Cofradía de los Santos al que escolta un cofrade con su bastón. Es curioso, y ya me he echo eco de ello en más ocasiones, que en este día, quizás el de más significación religiosa e histórica, no salga en procesión el arca con las Reliquias. Tan solo lo hacen dos relicarios con los cráneos de Fulgencio y Florentina, y otro con el plegadísimo velo de la santa.
Luce un sol espléndido y ha llegado mucha gente de fin de semana tanto de Madrid como de pueblos cercanos. La iglesia se llena.
Comienza la misa. Me alegra mucho haber parado en mi pueblo camino de Asturias. En esta misa se despide don José Manuel que en tal día como hoy, cuarenta y nueve años atrás, tomaba posesión de la parroquia de la que fue responsable durante dos periodos con unos años de intermedio en los que solo ejerció en Logrosán. En la misma se presenta también el nuevo párroco, don Antonio, de origen pacense, de Manchita concretamente, al que iremos conociendo más despacio. Resulta emotivo, hay emociones y nostalgias. Y otro detalle:
Suenan entre las grandes columnas y bóvedas nervadas de la gran iglesia gótica berzocaniega, bandurrias, laudes y guitarras. Es la misa extremeña interpretada por un grupo que ha llegado del Centro Extremeño de Pozuelo de Alarcón. Un detalle más que alegra mi parada. Nunca había oído esta misa y estos instrumentos sonar en la iglesia de mi pueblo. También me dejé contagiar de la emoción del momento.
Hablan José Manuel y Antonio. Y otro Antonio en nombre de la parroquia. Y se entrega una placa conmemorativa a José Manuel. Y suenan los aplausos.
Y allá vamos todos en ordenadas filas a besar las reliquias de los Santos, a “tocarnos a los Santos” como aquí decimos. Y el
sacerdote con uno de los huesos largos que se hallan envueltos en unos torneados relicarios de plata toca al devoto en la frente, se lo da besar y toca de nuevo en la frente.
-Que por los méritos de los Santos Fulgencio y Florentina se te concedan la salud y la paz
Y poco a poco entre murmullos y saludos, la iglesia se va vaciando. Acaban los festejos religiosos y comienzan los profanos.
Calienta el sol. Las terrazas de la Plaza se llenan. No hay una silla libre. Suena de nuevo la música extremeña. Los berzocaniegos saben dar a las fiestas un aire muy especial cuando se concentran en la Plaza. Y todos son uno, y uno son todos. Berzocana, sus gentes y sus Santos. Santos a los que honran y veneran especialmente aunque no crean ni ejerzan como católicos.
El viernes comenzaron ya unas jornadas sobre Arqueología que han sido muy seguidas comentadas y aplaudidas. Las abrió un descendiente de berzocaniega Francisco Baltar. El sábado, otro berzocaniego, Lorenzo Mera, habló sobre los torques de Berzocana, charla a la que asistí con especial cariño. Sé que ustedes lo entenderán en cuando se fijen en el apellido. En total fueron cinco las conferencias
Demos aquí el mérito a la alcaldesa y su equipo con Miguel Urbina a la cabeza.
Y si el viernes hubo chocolate con churros, el sábado tuvimos comida popular ofrecida por la Cofradía de los Santos y que compartimos todos en la Plaza. Por la noches degustamos rabos de calabaza y una queimada que preparó Urbina. Ello después de presenciar la actuación del grupo de teatro Mostejo, de Cañamero y escuchar al grupo de Neo-Folk “Amor de Madre”. Una voz maravillosa que no encontró en el marco del Plaza (con su bullicio incontrolado) el mejor sitio para una música más intimista y recogida, llena de matices y cargada de ayeres. Su marco es más intimista y recogido.
A más abundancia, el día resultó aún más completo por cuanto lo pasé en gran parte en compañía de una familia a la que tengo un especial cariño. Son de Navalmoral de la Mata, y ella, María Josefa, con la que compartí muchos momentos de mi niñez junto a nuestro también primo, Juan Pastor, es hija de mis tíos Blasa y Demetrio; aquella hija de Berzocana y él un enamorado radical del pueblo y sus gentes y al que debimos de haber hecho “hijo predilecto”. A su marido Andrés, le conocí allá en mis años mozos, y acudieron con su hija María de los Ángeles, su marido, Valentín, y dos de sus nietos con los que pasé un buen rato.
Como le dije al principio un gran día de la Aparición.