CANGAS DEL NARCEA.- Amador, el último sastre del occidente

Amador es un hombre polifacético, inquieto, activo, emprendedor, generador de ideas y trabajador… pero inconstante. Tan solo en el trabajo que la da de comer ha aplicado la máxima de la constancia hasta sus límites máximos.

¿Qué por qué hablo de este Amador? Pues porque Amador Otero es el último sastre del occidente astur y coligo que de gran parte de Asturias. Orgulloso de su trabajo y amante de su profesión, habla de la misma con entusiasmo y un tanto de nostalgia por cuanto intuye que con él termina también el oficio en la comarca. Su sastrería, en el Corral, justo en la esquina con la Calle Mayor, ha sido y sigue siendo centro de tertulias y referente para muchos jóvenes cangueses que allí acudieron y acuden a recibir clases particulares de su pareja, Chelo, y que sufrían, y sufren, las cariñosas reprimendas del sastre si su comportamiento así lo requiere.

Su oficio le viene de lejos. Allá por el año 1.900, José Otero regresa de la emigración argentina y se instala en Cangas del Narcea para fundar la primera sastrería de la familia Otero. Sus dos hijos, Domingo y Amador, siguieron con el oficio de su padre que más tarde cedieron a sus respectivos hijos, también Domingo y Amador.

En la actualidad solo queda Amador Otero como representante de esa larga saga de sastres. A su sastrería, en la que pone su especial seña de identidad en cada puntada, llegan pedidos de trajes y otras prendas reclamadas por una amplia clientela, que además del concejo y la provincia, se sitúa en Madrid, Barcelona Valladolid, Argentina, Inglaterra , Suecia, Portugal… y como él mismo contaba en estos últimos días hasta le han encargado ¡una sotana!

Quien esto escribe no es parcial en estas descripciones pues me une a Amador una gran amistad muñida allá en los inicio de los años setenta amén del oficio, que aunque yo no lo ejerzo, si lo hicieron mi abuelo, Juan Luís, y mi padre, y aquel también trajo el oficio desde Argentina, como el de Amador.

Aquel Amador, más joven y dinámico. al igual que ocurre con el narrador, era un inquieto emprendedor no solo de las tendencias de su trabajo, sino también de cuantos movimientos sociales o deportivos se iniciaban en la entonces pujante villa canguesa inmersa, por otra parte, en los avatares de la transición.

Y así fue cofundador del grupo de montaña Piélago y de la Asociación Cultural Pintor Luís Álvarez, de un Telecentro, de La Maniega; de grupos de seguimiento del ciclismo, ajedrez y otras muchas actividades. Incluso hizo sus pinitos con el saxofón. Y se implicaba en ellas con pasión para, con la misma, dar la espantada en cualquier momento. Amante activo del Cueto de Arbas  lo subió una y cien veces y las malas lenguas aseguran que cuando lo coronó por primera vez gritó aquello de : ¡Oh cumbres!, algo que repetía en cada subida.

Fue corredor de coches. Tiene un cuidado Meari y una buena colección de coches a escala. Y hasta hizo sus pinitos de torero allá por Castilla.  ¡Amador vestido de luces!. Veo ya en mis lectores más de un a cara de incredulidad, pero así fue.

Debió de ser allá por los ochenta, cuando aún Maribel y yo ejercíamos en Soto dela Barca, cuando nos ocurrió lo que a continuación les relato:

No recuerdo cómo ni el porqué´, el caso es que me vi con un cordero, ya más cerca de borrego que de lo primero. Estaba ya desollado pero debíamos de trocearlo para el aprovechamiento de sus partes según las reglas al efecto.

Y a ello nos pusimos Amador y yo con entusiasmo, ejerciendo la mesa de la cocina de banco de matarife y con unos cuchillos de andar por casa cuyos filos dejaban bastante que desear.

Según nuestro saber y entender fuimos troceando el cabrito y separando sus partes. Cuando ya nos disponíamos a guardarlas Maribel, mi mujer, nos mira con cara de tremenda sorpresa:

-¿Dónde están las chuletas?

Nos miramos un tanto desconcertados

-¿ Las chuletas?. Amador, ¿tú sabes dónde están?

-¿Yoooo?. El matarife has sido tú, yo me he limitado a agarrar acá y a allá.

Miramos y remiramos: no había chuleta alguna. Y mientras Maribel nos llamaba de todo y hablaba de nuestro total desconocimiento del proceso de despiece de los corderos, caí en la cuenta.

Yo había desarrollado el proceso de acuerdo a los recuerdos que tenía de cómo se procedía en las matanzas de lo cerdos allá en mi pueblo extremeño de Berzocana; así que saqué el pequeño lomo y dejé los huesos limpios y lirondos. Las chuletas dejaron de existir y me vi con un lomillo ridículo que apenas dio para nada.

Aún hoy nos reímos de lo lindo recordando nuestra inexperiencia en esos menesteres y nos seguimos preguntando dónde demonios fueron a parar las chuletas.

Día tras día, Amador sigue dando puntada tras puntada en su local de la Plaza de Asturias. Él sí que no da puntada sin hilo “sería la forma más tonta de perder el tiempo”, dice. La segunda intención que esconde la frase la deja para los políticos.

Pero el tiempo es implacable y los años y los días pasan incontenibles. Amador y yo envejecemos (aunque yo voy delante) y el sastre ve con pena, y quizás hasta con un poso de amargura, como con él se apagan los ecos de un viejo y prestigioso oficio.

En cuanto se jubile ya no quedarán sastres en el occidente astur.

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R. Mera

Un comentario en «CANGAS DEL NARCEA.- Amador, el último sastre del occidente»

  1. En Cibuyo tambien habia un SASTRE y tenia mucho trabajo ,dicen que tenia mal genio,pero eran los tiempos, de lo cual en la actualidad sigue habiendo casa el SASTRE ,en la Regla tambien habia SASTRE era Dionisio y despues su hijo NICANOR

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