Día de Vírgenes: Entre la tradición social, la fe, la gastronomía y la fiesta.
Cerramos una semana en que su día esencial está dedicado, bajo muy distintas advocaciones, a la Virgen María y en ello encuentra su plenitud. Como ya habrán adivinado mis lectores me refiero a mañana,8 de septiembre.
En más de una ocasión me he preguntado cual es, hoy en día, la esencia que llena e impulsa esta festividad. Y la religiosidad no sale precisamente muy favorecida. En muchos casos se considera simplemente como una romería más “a la que ya iban mis abuelos y sus abuelos y a la que nosotros seguimos yendo”, suelen decirnos en la mayoría de los casos. Una tradición, una costumbre, que adquiere sus peculiares connotaciones en cada zona pero que viene a seguir un patrón común de actuación. Hay una festividad mariana y la sociedad responde mediante mecanismos adquiridos que suelen basar “en la tradición del pueblo”. Y tengo como referencia la festividad de la Virgen de Guadalupe, allá en la Villuercas extremeñas, y a la del Acebo entre las brañas vaqueras del suroccidente asturiano. Distintas y distantes pero con el mismo fondo común.
No quiere ello decir que no se encuentren sustentadas en una fe o creencia religiosa, generalmente “una aparición de la Virgen” a un pastor, un cabrero o un niño, que dio pie a la fiesta conmemorativa bajo la tutela de la Iglesia. Después, cada ciudad, cada pueblo, e incluso cada aldea, la hizo suya y la incorporó a sus esencias y tradiciones trayéndola hasta nuestros días con independencia de que la historia en la que se basan sea prácticamente igual en cada aparición, caso y milagros, y la construcción del correspondiente santuario, iglesia, capilla o ermita siguiese los mismos pasos.
Sea como fuere, las creencias religiosas conforman la esencia y base de la fiesta aunque el paso del tiempo las haya ido trasformando y adecuando según las diversas circunstancias que la propia historia ha ido conformando.
Todos ustedes conocen muy bien aquello de “yo ni creo, ni voy a misa, ni hago caso al Papa, pero a mi Virgen que no me la toque nadie”.
El otro factor que define a la fiesta es el gastronómico. Las farturas, en afortunada expresión que utilizan los asturianos para definir algo que va más allá incluso de lo que conllevan las grandes comilonas. Estas farturas son parte esencial de la romería que a cada ermita o santuario se organiza y que conforman la parte esencial de la misma. En la del Santuario del Acebo, que se celebra en el municipio de Cangas del Narcea, hay veces que a la procesión le cuesta abrirse camino entre los manteles que cubren el suelo acotando espacios entorno a la iglesia. Algunos ni siquiera tienen paciencia a que acabe la procesión para comenzar a dar cuenta de las suculentas viandas con que ya ha cubierto el mantel. Y como “barriga farta requiere gaita”, no faltan nunca música y danza para terminar el día. Aunque en la mayoría de los sitios, si el tiempo lo permite, aún ha de merendarse antes de iniciar la vuelta.
Y alrededor de las grandes solemnidades en santuarios y grandes iglesias se celebran cientos de pequeñas fiestas y romerías en miles de pueblos y aldeas dedicadas a la Virgen bajo muy diversas, en incluso originales, advocaciones, o a santos y festividades (San Antonio, el Corpus, el Rosario, el Cristo, Ecce-Homo, la Magdalena….) que la Iglesia celebra en otras fechas y el paisanaje adapta a su propios intereses colocándolas en estas fechas, aprovechando que los turistas emigrantes están a punto de iniciar la vuela a sus ciudades de trabajo y, ya para muchos, incluso de origen.
Aprovéchenlas, el verano se acaba