CANGAS DEL NARCEA.- Cuarenta y cuatro años

CANGAS DEL NARCEA.- Cuarenta y cuatro años

 

-¿Sabes qué día es hoy?

Levanté la vista del periódico un tanto despistado y tras unos segundos respondí

-Humm… ocho, hoy es día ocho

-Sí, de julio, apostilló Maribel con un ligero retintín que capté al instante

-Hombre claro, no va a ser de Noviembre

-No, pero es precisamente de julio, ocho- de- julio me repitió prácticamente deletreándolo

Volví la vista al periódico. De pronto reaccioné. ¡Cojonan!. Otra vez, otra vez se me olvidó el dichoso aniversario de la boda.

-Aunque no te hayas enterado estamos de aniversario. A estas horas de la tarde ya nos habíamos casado. ¡Hace cuarenta y cuatro años!, me aclaró en tono admonitorio

Nada menos que cuarenta y cuatro años. Hacía mucho calor en Madrid. Me acuerdo que nada más sentarnos en la mesa nupcial pedía una jarra de cerveza. Inmediatamente las colocaron en todas las mesas con un rotundo éxito entre los invitados. Es lo único que recuerdo del menú. Han pasado cuarenta y cuatro años de convivencia y de momentos plenos. Y también de problemas y de encontronazos. Creo que en la gestión de unos y otros radica y se forja la convivencia. Convivencia que ahora, cuando ya peinamos canas y el discurrir del tiempo aporta placidez y perspectiva, adquiere su plenitud. Es un volver a empezar de los dos en un hogar ya vacío de hijos como en sus inicios. Es un volver a enamorarse pero ya sin el ímpetu juvenil, sin la búsqueda de continua de experiencias de vida. Tan solo con la placidez de la compañía sentida, el recuerdo silencioso de lo vivido y la complacencia en los pequeños detalles que ahora valoras y ejecutas como antes no quisiste o no supiste hacer. Y es como si de nuevo volvieses a enamorarte.

Cuarenta y cuatro años que decidimos quedarnos a vivir en Cangas. En aquellas Cangas que comenzaba a despertarse a los nuevos tiempos tras el explotar de la minería y la abundancia de dinero pero carente de los más elementales servicios. Ni siquiera Centro de Salud, tan solo una llamada Casa de Socorro en La Vega por la que pasaban los médicos a efectuar sus consultas. Poner una conferencia telefónica a Madrid era una odisea y podía demorarse hasta una hora, una hora esperando en la centralita que estaba donde ahora está el Archivo Municipal.

Aun así no me arrepiento de lo que hice. Ahora no sería entendible el dejar un buen trabajo en Madrid y venirte sin nada previsto. Pero eran otros tiempos y no tardé en firmar un contrato de maestro en un entonces pujante Soto de la Barca.

Cuarenta y cuatro años Maribel. No sé si éramos inconscientes o visionarios. Sea lo que fuere acertamos. Y ahora resulta que tenemos una multinacional por familia: yo extremeño, tu madrileña, nuestros hijos cangueses, nuestros nietos arandinos, un yerno gijonés y una nuera ovetense. Y mi madre viviendo en Berzocana y la tuya en Madrid.

Sí han sido cuarenta y cuatro años rentables, para mí más que para nadie porque, puesto todo en una balanza, yo he sido, con mucho, el más beneficiado. Y eso aunque se me siga olvidando cada año, y casi desde siempre, el día ocho de julio.

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R. Mera

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