BERZOCANA.- Migas de fusión
Cocineros habrá capaces de cualquier fusión, deconstrucción, fiolización u otra acción capaz de modernizar o hacer ver que se moderniza; habralos que decía aquel, pero a fe que ninguno me sorprenderá como lo hizo José Luis Sotana en mi pueblo este verano. Por cierto que también me hizo ver que es el único que queda con sotana incorporada pues hasta los curas han renunciado a ella.
Es José Luís un paisano grande, fuerte, y signado por el trabajo, los vientos y soles de Extremadura. Pese a sus quizás 90 kilos largos de peso, nunca ha dejado de ser un niño grande y sencillote de esos que, pese a lo ancho y largo de su cuerpo, aún encuentra su corazón dificultades para caber en el mismo. Socarrón en el decir diario es capaz de sacar punta a cualquier situación haciendo reír al personal. Ni siquiera es el campesino típico extremeño negro de soles, no. Sus pecas y tonos rojizos le acercan más a un vaqueiro asturiano de las brañas que a un personaje castúo de Gabriel y Galán, aunque en su ser lo sea de cuerpo y alma.
Pero vamos con la historia. Ha no muchos años que Paco Zanfaño, gijonés (de los del culo mollao, que dicen los asturianos) y residente en Aranda de Duero, decidió invitar a los vecinos del barrio de la abuela de su mujer (vía por la que adquirió su entusiasmo por el pueblo) a unas sidras, algo prácticamente desconocido por aquellos lares. Ni que decir tiene que la prueba, con escanciado incluido, resultó todo un éxito y a la misma se fueron incorporando, amen de los vecinos amigos de unos y otros dando al anual acontecimiento un nuevo y festivos aire.
José Luis decidió que era el momento de dar compañía a la sidra y agregar al acto unas migas solemnes que pusiesen base al peculiar líquido asturiano del que se declaró entusiasta admirador. El caso es que aquello aumentaba y la primigenia caja de sidra comenzó a quedarse corta. Nuria, la pizpireta berzocaniega bodeguera en la Mancha, solucionó de inmediato la situación agregando a la sidra y migas unas botellas de sus mejores vinos. Aquello llevaba muy buen camino y la cosa se animaba con la bendición de Valentín, el hombre más completo de la real villa, capaz de presidir la Pontificia Cofradía de los Santos, bailar cuantas jotas fuese menester, subastar lo que al caso viniese en los ofertorios, dar forma a rejas, arreglar una avería o echar una mano donde faltase.
Sentadas ya migas, sidra y vino, y como quiera que los devotos y devotas aumentaban, también comenzaron a aumentar con ellos las viandas que se incorporaban a la mesa entre las que fueron pioneras los pimientos fritos y los torreznos. Y fue con estos con los que comenzó la modernización de la cocina, pues José Luis decidió que habían de llamarse filetes ibéricos por el aquel de que, como en política, en la cocina también se lleva lo de alargar los nombres, vaciarlos de contenido y que el personal, a poder ser, no se entere de que va la fiesta pero que considere todo muy moderno y muy progre.
Las migas de la Corralá de Sotana contaban también con la presencia de la alcaldesa, Nines Díaz; no por el hecho de serlo sino por ser vecina de la misma Corralá amén de amiga de todas las mozas que allí concurrían. Quizás por el aquel de considerar que por su cargo sabría lo que es el mando se la encargó controlar al vocinglero y más que inquieto personal infantil al que congregó en su cocina y sujetó a base de pizzas pues todos ellos, criados ya como miembros de la tercera generación de emigrantes, no eran partidarios en absoluto de migas ni torreznos.
Señalemos aquí que fue este el momento en que el personal decidió felicitar a Nines por haber alcanzado un nuevo mandato en las últimas elecciones y también por su nuevo cargo de diputada provincial. Ellas, las chicas, la hicieron posar en grupo con la medalla acreditativa del cargo. Entre ellas se encontraba Marisol, una berzocaniega de adopción que llegó al pueblo hace unos años con una amiga y decidió acogerse a la vecindad veraniega con declarado entusiasmo.
Pero volvamos a la mesa. Fue este agosto cuando José Luis decidió que era ya el momento de incorporar las distintas culturas culinarias de los asistentes y crear una migas de fusión. Dicho y hecho. Como primer y esencial paso, a las migas en lugar de rociarlas con agua comenzó a rociárselas con sidra con lo que la fusión entre Asturias y Extremadura quedó sellada. Se pasó luego a la mesa. A las migas regadas con sidra, los torreznos y pimientos, se agregó la tortilla a la berzocaniega; cecina de León aportada por Susana nacida en aquel reino, vino de pitarra de Cañamero, diversos vinos blancos y tintos de la Mancha y como postre Sotana agregó queso fresco y miel procedente todo de su finca de Las Caballerías. La fusión se había logrado.
Corolario: Para el próximo año, Paco tendrá que aumentar la provisión de sidra
…y a buena fe que la habré de aumentar, las migas lo merecen, y sobre todo la compañía.
Corolario n° 2: compraremos un escanciador tipo “isidrin” para queno me den tanto el coñazo con el escanciado… ;-))))