CANGAS DEL NARCEA.- Manolón, una referencia en el traslado del Arbolón cada 28 de junio
No creo que haga falta presentación alguna. Todos los cangueses saben quien es Manulón. Incluso el aumentativo cariñoso de su nombre define su personalidad y su bonhomía. Ví su artículo, escrito con el corazón bajo la norma del sentimiento, y le pedía su autorización para traerle hasta esta página. No dudó en dármelo.
Lo he hecho así para que llegue al mayor número de cangueses posible y para que, junto a Manolón, muchos de ellos revivan, o rescaten de sus recuerdos, todo lo que ha supuesto, y aún supone, la traída del arbolón a Cagas en la noche del Señor San Pedro.
Dice así:
“¡Como pasa la vida!; este año cumplo 36. Si, como lo oís: cumplo 36. Ya se que sabéis que acabo de cumplir los 50, y que por tanto he alcanzado la mayoría de edad, ¡ja ja ja! . Pero sigo siendo aquel neno de la Calle la Fuente que va a cumplir, un año mas ,con su sueño de la infancia de llevar un nuevo ARBOLON; y este va a ser el numero 36.
Aquel neno, cuando el verano llegaba, disfrutaba de su pequeño reino como un verdadero enano. Corría Calle la Fuente arriba y abajo, jugaba en el Rubión, se bañaba en el Palenque, en el Puente Roto o debajo del “romano”; jugaba al futbol en el Molino, subía Monteserín arriba, corría por la Veguetina como un rayo, pescaba pescardos con caña, saludaba al abuelo Jerónimo y su bicicleta, merendaba el bocadillo de la abuela Maximina y era feliz, como solo los nenos lo pueden llegar a ser.
El tiempo no pasaba, se hacia eterno. Era un tiempo en que las madres daban gritos de puertas y ventanas afuera, llamando a sus vástagos para que volvieran a casa a comer y a dormir. Hoy, las madres siguen gritando a otros nenos, pero de puertas y ventanas hacia dentro y ahora es para echarlos de casa, del ordenador o de la tablet. No había prisa, el mundo, bajo nuestra visión, era un lugar maravilloso; no había preocupaciones, la vida transcurría en la calle, todo se hacia en la calle, los mayores estaban en la calle, nosotros vivíamos en la calle, jugaba con papa al futbol o corría detrás de mama. Cuando Junio se acababa, salíamos en peregrinación a buscar llantas al Corral para quemarlas en la hoguera; nos poníamos negros al traerlas y teníamos que aguantar la bronca de mamá, pero, ¡que carajo!, éramos felices. Por fin, y de sorpresa, mamá te decia: neno hoy traen el …, y para mi esa noche se convertía en la noche de Supermán, de Bátman, de Tarzán, de etc…… la noche de los superhombres . No recuerdo abrir la boca tanto como cuando veía pasar el ARBOLON por delante de mis narices. Agarrado a la mano de mi padre, los veía pasar gritando a no se que señora, a la que le daba el aire, con risas, y gritando cosas que, según me decía mamá, eran pecados. ¿Qué podía pensar un neno viendo aquel percal? .Unos hombres que traían a hombros un pedazo de árbol que a mis ojos era el árbol más grande y pesado del mundo, y que en vez de venir con caras de sufrimiento y quejándose, venían riéndose, cantando y saludando a diestro y siniestro. Pues eso, que eran superhombres. Ahí me di cuenta que no era necesario volar, ni disfrazarse de murciélago, ni nadar mas rápido y lejos que nadie para ser un héroe. Supe que tampoco era necesario ir al cine para verlos, que ellos eran de carne y hueso, que estaban entre nosotros, y que se podían tocar. Además, eran amigos de mi padre,y de mi abuelo, y aquello sí que era la leche. Para esos ojos de neno, el soñar con ser uno de esos hombres se convirtió en un sueño infantil, y decidí que quería ser uno de ellos. Quería llevar el árbol, quería conocer a esa mujer a la que le daba el aire, quería reír , aunque no podría gritar como ellos, porque mi madre me hizo prometer que no lo haría. Cosas de madres. Resumiendo: quería ser uno de ellos.
Con 14 años cumplí por fin mi sueño. Fue mi primer ARBOLÓN. No se si entre los que allí estábamos había alguien mas feliz que yo, no lo creo. Por fin era uno de ellos, el ultimo mono sí, pero uno de ellos. Lo disfrute como si llevara toda la vida esperando ese momento, y en realidad así era. Salude la misma mano fuerte de mi padre y de mi abuelo, pero esta vez, saliendo de la fila del ARBOLÓN y vi en sus caras una mirada de aprobación, de satisfacción y, si me apuráis, de orgullo. El mismo que siento yo desde hace unos pocos años viendo a mis hijos tirando del árbol junto a mi. Ahora era yo el que saludaba desde mi puesto a diestro y siniestro, no reí mucho porque os garantizo que como todo en la vida, no es oro todo lo que reluce, y el ARBOLÓN pesaba lo suyo. Conoci por fin a María y a su aire y ya es de la familia, y no, no cumplí lo prometido con mamá. A escondidas grité lo mismo que gritaban ellos, aunque ella creo que nunca se enteró . Han pasado 36 años, y se que me creeréis si os digo que cuando se acerca la fecha vuelvo a ser aquel neno feliz que un día fui. Siento la misma ilusión que entonces y, sobre todo, me siento un afortunado por cumplir cada año con mi sueño. Muchas cosas han cambiado, las manos duras de papá y el abuelo han cambiado, ahora son pequeñas y frágiles pero crecen y se robustecen cada año. Antes solo un Rodríguez era Superman, ahora somos tres y esperamos con alegría la incorporación del cuarto .
Cuando me coloco al pie del tronco y miro hacia atrás, veo a todos mis compañeros, pero también a los que una vez estuvieron y ya no están. Cuando suena el uno…, dos… ¡arriba!, siento la felicidad del neno que fui, el peso de la tradición que llevamos en nuestros hombros, y me siento participe de algo mas que una fiesta . Siento …….. siento …tantas y tantas cosas. Hasta siento una profunda y gran tristeza porque cada año que cumplo mi sueño de niño, inevitablemente estoy restándolo. El niño que soy también ha aprendido que hasta los mayores superhombres tiene un tiempo finito. Tengo 50 años y me quedan menos ARBOLONES de los vividos, ley de vida, pero que me quiten lo bailao, hasta que el tiempo, el cuerpo, o el niño que llevo dentro digan basta seguiré cumpliendo cada año con mi viejo amigo el ARBOLON.
En todos estos años he cumplido y disfrutado como si fuera el ultimo, he tratado de transmitir a los que vienen detrás, la maravillosa tradición que tenemos, y espero que mis hijos la mantengan y la hagan suya como hice yo, y que a su vez la transmitan a los suyos, y si no lo hacen ya estaré yo para hacerlo. Este año volveré a bajar al Sotero con la misma ilusión de aquel niño que tuvo un sueño, y volveré a ser aquel guaje de 14 años que lo cumplió. Me sentare con los míos, con mis superhombres, reiré, sufriré y cumpliré un año más con la tradición.
El ARBOLON nos hará un año mas viejos, un año mas sabios pero también un año más felices. Mirareé al “puente romano”, y seguro que veré, como todos los años, a los que vienen cada año a ver pasar el ÁRBOL, a mi abuelo con su bici, a mi padre con su mano fuerte, a Maximina con su delantal, a la abuela Antonia y a tantos y tantos otros que solo yo y mis hermanos de árbol podemos ver. Un año mas la tradición se cumplirá, los superhombres traerán al hombro un árbol, lo pasearan por Cangas del Narcea en la noche del 28 de Junio y seguro que algún neno, agarrado de la mano fuerte de su padre, nos vera pasar, y seguro que pensará que Superman ha bajado a la tierra, y seguro que tendrá un sueño, un sueño que muchos otros tuvimos antes, y¡ quien sabe si en un futuro no muy lejano, será uno mas agarrado a nuestro árbol!. Por ultimo este ARBOLÓN va dedicado a todos los que una vez estuvieron y ya no están, en especial a mi amiga, ella lo sabe y este año tiene sitio asegurado en el puente romano, un trozo de árbol es de ella. A mis compañeros, porque sin ellos no seria posible mi sueño, a mis hijos porque es un orgullo verlos a mi lado, a la Avello, por soportarnos y a los sueños por existir.”
Fotos: R.MERA
Manuel Rodríguez Fernández
Oviedo