CANGAS DEL NARCEA.- Cruz de Mayo: Tres coches por cada res y tres paisanos por coche.
Este año he querido ver la feria de otra manera, con otros ojos. Me acerqué temprano a La Himera, las manecillas de mi reloj aún no habían alcanzado las diez. Los coches iban y venían en busca de un hueco donde aparcar. Un par de tiendas terminaban de instalase en la entrada del recinto y dos miembros de la Cruz Roja velaban acontecimientos sentados en sendas sillas. La radio daba 16º de temperatura y la niebla bajaba por los montes cercanos dejando algunas gotitas colgando de las ya muy abundantes hojas de los árboles. Las reses tan solo ocupaban unos dos tercios de la capacidad del recinto para ellas habilitado. Muchos terneros y novillos y menos vacas. Cinco caballos contados en su espacio y poco más de media docenas de pequeños camiones con gochos. Un paisano sujetaba con una cadena a tres perros de piel oscura, supongo que cachorros, que mi me parecieron mastines, y que seguro tenía a la venta. Intenté avanzar por uno de los pasillos laterales, algo que me resultaba un tanto difícil dada la cantidad de paisanos que en corrillos o en parejas platicaban de lo divino y de lo humano. Hasta era difícil ver a los animales. El número de paisanos al menos los triplicaba. Volví por el central en las mismas condiciones. En vez de dedicar mi atención a la vacas la dirigí hacia el paisanaje. Comencé a fijarme en la edad aparente y me resultaba difícil encontrar jóvenes. Logré situar a tres parejas con unos terneros y alguno más de aquellos, siempre en masculino, deambulando absortos. Predominaban los paisanos mayores, con pinta de jubilados ociosos más que de ganaderos. Incluso en las conversaciones no era el tema ganadero el protagonista. Mucho saludeteo y preguntas de tinte más que cotilla preguntando por todo bicho viviente del pueblo del saludado. Se percibía algún que otro trato y tampoco eran muchos los tratantes de camisa parda que se veían. De todas formas, al final, cada uno contará la feria según le va en ella. Los ganaderos protestarán por los bajos precios y los tratantes por lo alto de las demandas a la vez que el concejal de la cosa nos dirá que “las reses llenaron el recinto” y nos dará cifras más que infladas. En el exterior, pequeñas muestra de maquinaria agrícola e incluso un puesto de un anticuario que mi hizo rememorar el Fontán ovetense. Hay lo que hay y las ferias no son ya ni mucho menos lo que eran. Las formas de comercialización han cambiado y aquellas van perdiendo su fin esencial y primigenio. Pasadas las doce y media, la Calle Uría de la villa era un gran atasco. Los coches procedentes de La Himera cruzaban la villa sin apenas detenerse en ella. En la plaza de la Oliva poco más de una docena de puestos ambulantes recogían sus bártulos cuando el reloj de la basílica marcaba la una y media de la tarde También en esto se ha cambiado.