NARCEA/BERZOCANA.- ¿Nos quieren tomar por tontos?
Perdónenme que vuelva al trigo como la burra del refrán. Es superior a mis fuerzas. Y ya saben lo que vengo repitiendo al respecto: a mi no me toman por tonto, ¿y a usted?
Les cuento
-¿Cuáles son las propuestas de movilidad en su partido?, preguntó un periodista en una rueda de prensa a la entonces candidata a la Junta de Andalucía por Podemos, Teresa Rodríguez.
De mano, yo ya tendría problemas para entender con claridad qué preguntaba en concreto el periodista pues el término “movilidad” puede interpretarse de varias formas: social, sostenible, dentaria, laboral, urbana, geográfica, funcional… y otras.
Tampoco me quedó claro si la pregunta se centraba en la “movilidad” como desarrollo político de aquellas actuaciones de las administraciones para facilitar el acceso de los ciudadanos al trabajo, al estudio, a los servicios y al ocio mediante diversos modos de transporte o a los medios a facilitar a aquellas personas con problemas personales y concretos para desplazarse de un lugar a otro como consecuencia de algún tipo de minusvalía física. Creo que por ahí debían ir las intenciones del periodista.
Pero lo que ya me dejó tirulato del todo fue la respuesta de la tal Teresa, por otra parte licenciada en Filología Árabe. Lean con atención y detenimiento:
“Defendemos pasar del paradigma de la movilidad al de la accesibilidad. Lo realmente necesario es acceder a los lugares y lo servicios y no moverse por moverse. La infraestructura es un medio para conseguir este fin, por lo que las que se planifiquen y construyan deberán pasar el filtro de su rentabilidad social y ambiental. La infraestructura destinada al transporte no motorizado (peatón y bicicleta) tiene en general una rentabilidad social y ambiental mucho mayor que la infraestructura de grandes dimensiones, dado que genera más empleo por euro invertido y permite el desarrollo de medios de transporte más justos y sostenibles”.
¿Les ha quedado claro? ¿ No me diga que no? Es un lenguaje totalmente progre, integrado (¿o se dice inmerso?) en el decir zapateril de lo políticamente correcto, así que vuelva a leerlo y no me sea de la derechona cerril.