El cómo sea el nuevo año, o haya sido el que acabó, es muy relativo
Especiales saludos y bien hallados en el inicio de este nuevo año cierre, del primer cuarto de siglo, y cuyo número (2025) se presta a múltiples elucubraciones de matemáticos, numerólogos o simplemente aficionados a las cábalas y especulaciones teóricas. Sea como fuere que sus vientos os sean propicios y sus días transcurran con la normalidad que a nuestras vidas se le supone. Después sea bienvenido todo aquello que beneficie a este transcurrir de la vida. Nunca he entendido muy bien el porqué hay que recibir la llegada de un nuevo año con jolgorio y fiestas ruidosas e incluso ridículas, la mayoría de las veces rutinarias y cuasi obligatorias. Incluida mi juventud, y pese a que he sido un empedernido trasnochador creo que han sido más las Nocheviejas que me he quedado en casa (o en la pensión en mis tiempos madrileños) que las que he salido. El desquite se iniciaba siempre con el vermú del Día de Año Nuevo que podía prolongarse hasta el anochecer. Las nuevas costumbre sociales de estas fechas y el paso de los años han acentuado más estas costumbres (o rarezas, según cada quién) y ya hasta me cuesta llegar a las uvas renegando, antes y después de las mismas, del garrulismo y la zafiedad en que han caído la mayoría de las televisiones en su guerra por las audiencias. Dice un amigo que la última noche del año, y el primer día del nuevo, son la fiesta del cinismo y la mentira. Cuenta como gente que ni se saluda en todo el año, se abraza entusiasmada deseándose lo mejor, para instantes después volver a las andadas de cada año y la indiferencia hacia todo aquello que no les reporte algún beneficio.
El año que se cierra ha sido bueno para unos, regula para otros, indiferente para los más y buenísimo para todos aquellos políticos que tienen en sus manos la posibilidad de tomar cualquier decisión aunque sea de acciones de barrio. Desde el gobierno se nos explica que la economía va como un cohete, que el país avanza, que cada vez son más los derechos civiles y las libertades, que la riqueza está más repartida… y que en el nuevo año todo será aún mucho mejor. Mientras la ciudadanía del día día considera que la situación es grave; que es muy difícil encontrar trabajo, que lo sueldos son una miseria, que las hipotecas ahogan a las familias, que los alquileres están ya más que desmadrados, que la Unión Europea nos coloca a la cola de los conocimientos básicos tanto en los estudios iníciales como en el común de la sociedad, y que los controles estatales y los “afectaditos” de las Redes ahogan cada día más la libertad de expresión.
Como contrasentido a ello sabemos que es muy difícil encontrar mesa para comer, billete para viajar, apartamento para veranear o mesa en una terraza si el sol asoma. Así pues amigo oyente saque usted sus propias conclusiones y el año que se inicia, pensemos lo que pensemos y hagamos lo que hagamos, nos irá mostrando, inevitablemente en su discurrir, como van siendo las cosas.
Así y todo, mis mejores deseos