El caso es que  me encontré paseando por las calles de Soto de la Barca llenas de vida

Volví a Soto de la Barca. Habían pasado muchos años, pero sin saber cómo el caso es que volví a Soto. Y volvía, otra vez, de maestro

Y volví a ver sus calles llenas de niños, y de actividad… y volví a alterarme con el disparo de la dichosa válvula que hacía salir a carreras hacia el complejo eléctrico a todos los trabajadores que, fuera de turno, en  sus domicilillos se encontraban.

Paré en el Club lleno de dinamismo y vida. César discutía entusiasmado en su idea de poner en marcha un Club náutico. Otro grupo se entusiasmaba con las “hazañas” del club de fútbol. Francisco Martins llegaba sudoroso de la última clase de kárate. Al salir, saludo a don Prudencio, el cura. Quizás vaya camino de la iglesia. Pero a aquella la veo llena de niños. Con ellos Aurora, de Tuña, que ejercía como maestra.

 Recordé como, salvo los primeros días, nunca jamás volví a oír el ruido de la central, salvo cuando así te lo hacían saber reclamando tu atención al mismo. El ruido de su funcionamiento pasaba a formar parte de ti mismo como lo era de la propia esencia del poblado y sus gentes.

Seguí cuesta arriba camino de las cuatro naves que albergaban las escuelas.

Un grupo de jóvenes tinetenses se bajan de un coche. Acuden a la piscina, la única del concejo.

Lugares, tiempos, nombres y momentos se entremezclaban de todas las posibles maneras y combinaciones en revoltijo de sensaciones y relámpagos de recuerdos. Se ha vuelto volátil el tiempo y la memoria. Se van y vienen en carrusel de colores y sentimientos nombres y caras, ora de niños ora de mayores. Suspendidos en el espacio, los recuerdos se van y se vienen otra vez confundiéndose con el humo de las chimeneas mientras poco a poco la torre de refrigeración se eleva. ¿Pero eso fue después no?, me preguntaba una etérea y jovencísima  Maribel. Otra, la Díaz Corveiras, sonríe a su lado.

Alonso y Núñez charlan animadamente cerca de las escuelas donde ambos tienen sus viviendas. Tienen hijos en el colegio. A Núñez hijo le adivinamos buen futuro y acertamos. Hoy es catedrático y escritor.

Ek cardenal Tarancón en la inauguracion de las instlaciones

Una nube de niños gritan alrededor de las improvisadas escuelas. Ángel Luis, de La Casera, y Enrique, de Pilotuerto se empujan, corren y gritan. Ellos no  sabían aún que regentarían dos de los más  activos negocios hosteleros de la zona cincuenta años después. Como tampoco sabían Joselín y Antonio, que correteaban más allá, que con la decadencia del pueblo caería también el prospero negocio del Pertierra. En uno y otro caso yo era capaz de estar allí en aquel tiempo y, simultáneamente, en éste cincuenta años después.

Doña Remedios (que siempre fue mayor) se acerca a su aula lentamente hablando con unos y otros, más bien riñendo y admonizando. Era así su yo. No solo era maestra de toda aquella chiquillería sino que lo había sido de la mayoría de sus padres, primero en Santianes y luego en Soto. Terminaría siendo condecorada con la Gran Cruz de Alfonso X el sabio. Fue un poco la tutora-madre de los jóvenes maestros que fuimos llegando.

-Doña Remedios ¿cómo va el guaje?

-¿Cómo quieres que vaya siendo hijo tuyo?, es igual de zoquete

Y a ver quien la replicaba.

¿Dónde está el mi maestro? Preguntaba rápido si me alejaba algo de su control. Y es que eran todo maestras. Ella, Amparo, Maribel, mi mujer; Maribel Díaz,  Charo, y Aurora con los párvulos en la iglesia y a la que posteriormente sustituiría Ana que allí casó al igual que Amparo que lo hizo con el ingeniero jefe Fernández Linera

Iglesia en Soto

Los bailes regionales y el teatro popular formaban parte del programa de la mano de Remedios. No tardé en incorporarme a ello con entusiasmo. Y acudíamos a Tineo a actuar, y algún que otro lugar. Recuerdo a Marta, de Posada, una pizpireta de ojos claros que servía para cualquier papel y era una artista bailando y actuando. Quizás por ello era un poco la mimada de todos. Y allí, y en aquellos entonces, nació el Belén Viviente que después triunfaría y llegaría a acumular más de 200 actuantes en el CP Maestro Casanova de Cangas del Narcea donde fui destinado  tras unos ocho años en Soto. Se me escapa de dónde demonios sacamos el burro en el que bajó montada la Virgen hasta la iglesia escoltada por todos los alumnos. Ni tampoco quien la interpretó, ni a San José. Si recuerdo al niño Jesús: Mi hijo José Luís, entonces de pocos meses, y que ahora cuenta con 46 años.

Éramos jóvenes y eran tiempos de acción. Y eran tiempos de entrega y de solidaridad. Algunos domingos y fechas señaladas acudía desde Cangas con mi 600 primero y un 1.430 después para, con el coro escolar cantar misas y oficios religiosos  solemnes  como ocurrió con la visita a la parroquia del entonces arzobispo de Oviedo Díaz Merchán, al que logramos emocionar cantando , con aire de barcarola, aquella canción llamada “Pescador”:

Pescador, que al pasar por la orilla del lago
me viste secando mis redes al sol…
Y subiendo un tono íbamos con entusiasmo al estrbillo:

 Pescador, en mis manos has puesto otras redes
que puedan ganarte la pesca mejor,
y al llevarme contigo en la barca
me nombraste, señor, pescador.

Un año, el tiempo para salir hacia Soto desde Cangas donde vivía se agotaba; eran las Comuniones y tenía que dirigir al coro en la misa. Maribel tardaba y tardaba y entonces arranqué yo solo. Ya cerca del mediodía, llegó al Pertierra donde nos encontrábamos de festejos

Había efectuado el recorrido desde Cangas andando ¡Y con tacones!

Morán, con dos operarios baja desde las escuelas:

-José Luis, ya hemos puesto cuatro radiadores nuevos, si tenéis frio solo tenéis que decirlo y volvemos en un momento para poner los que necesitéis. Y así todo, el compromiso de padres y empresa con la escuela era total y sin reserva alguna. El Grupo de Empresa era nuestro gran aliado. Fueron quizá los mejores años de mi etapa educativa, aquellos en que lo dabas todo y lo recibías todo. Y en la misma línea se expresa Maribel.

Bufando tras subir la empinada cuesta llega el autocar de Belarmino con los alumnos de Posada y Tuña. En Tuña hay escuela, la regenta doña Argentina, pero los hijos de los empleados de la Térmica acuden a clase a Soto. Bajan voceando y en tropel pese a las advertencias de Belarmino.

Rafa, cargando con su cuerpo deforme, es todo alegría y educación

-Buenos días don José Luís, buenos días doña Maribel, Buenos días doña Charo….

Mi hija Belén con sus amigas Paula, Maite, Marta, Balbina Reyes y Noelia pasan corriendo.

-Mari Cruz Díaz de Tejada, secretaria con mando en plaza, nos recuerda

-Llamadme luego para tomar un café.

A la más mínima saca la guitarra. Es todo alegría desparpajo y buen humor. Y aún sigue así por Cornellana.

Cada profesor teníamos así como treinta alumnos más o menos. Y encima lo pasábamos bien. Y cuando llegaban al Instituto de Tineo nos felicitaban por su nivel. Y los mayores, que en aquel entonces ya daban ecuaciones y analizaban oraciones compuestas, nos ayudaban al control de los trabajos de los pequeños que comenzaban a sumar y restar…y todo el poblado era un gran, solidario, y efectivo equipo…

 Comemos en la residencia. Llega Ugarte, un hombre ya mayor responsable de obras en la Central. Es un vasco de hablar grave y con mucha sorna. Fernández Linera entretiene a mi hijo José Luis entregándole, a modo de cromos, pequeñas fotos del proceso de construcción de las torres de refrigeración. Todavía andan por casa. Maribel y Pili, las camareras, nos atienden con familiaridad y cariño…

En otras mesas, trabajadores de la Walcom Wilcom   que andan montando algo en la central alborotan un tanto el momento. Luego todo se tranquiliza de nuevo. Sus fines de semana son tremendos; mezclan sin mesura alguna la cerveza y el vino Savin, una marca de andar por casa. Comienzan el viernes al atardecer y siguen hasta el sábado mediada la mañana. Suben las escaleras a sus habitaciones agarrándose unos a otros y el domingo no salen de ellas.

Bajo desde las escuelas a la iglesia y los bloques cercanos camino de la carretera. De repente un profundo silencio me hace chocar con el momento real. Estoy completamente solo en unas calles desiertas y unos edificios cerrados con notables síntomas de abandono. No hay humo en el cielo ni suena el zumbido de la central. El sonido de una sirena me trae de forma total a la realidad. Y en ese momento una gran explosión seguida de un  ruido galopante llena todo el entorno: la gran torre de refrigeración del complejo se viene abajo con estruendo.

Soto de la Barca, que había venido muriendo poco a poco, iniciaba así su desaparición como pueblo y como complejo industrial.

Pero para los que allí vivieron y crecieron, para los que allí compartimos momentos, vida e ilusiones, Soto con sus calles y casas, sus escuelas, sus cientos de niños bulliciosos; sus gentes, tantos los que se fueron como los que aún quedan desperdigados por uno y otro lugar, con sus cosas y sus haceres  permanecerán siempre en la memoria colectiva de la pequeña historia del lugar y en la de mi familia en particular.

El principio de fin

Y hasta aquí esta semblanza de un pueblo próspero y de unas gentes activas y entregadas, de un complejo eléctrico que dinamizó toda la comarca, que se fue yendo poco a poco y que se apagó del todo con el derribo de la última chimenea.

Mi especial recuerdo y cariño para todos

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R. Mera