BERZOCANA.-¡Pero qué cosas, Inés! ¡Qué cosas pasan!

Sea este jocoso relato mi efusivo homenaje a unas mujeres, mi madre y mis vecinas, que como tantas otras de cientos de pueblos y aldeas en aquellos años difíciles fueron capaces, en su fortaleza y simpleza lógica, de conformar la España que después vivimos sus hijos y nietos

No sé como ocurrió, pero el caso es que pese a haberse ido de este mundo hacía ya tiempo, salvo la Flor que vivía en una residencia en Logrosán, allí estaban de nuevo todas ellas, tan gerineldas, platicando animadamente al fresco del anochecer en la puerta de tía Teresa, con los respaldos de aquellas  sillas bajas de enea contra la pared, mirando hacia la casa de Inés. Ello no les impedía controlar todo cuanto aconteciera o pudiera acontecer en el atrio de la iglesia o sus alrededores. El día había sido bochornoso y en ese momento comenzaba a correr una ligera brisa procedente de la Sierra que daba placidez y bienestar a la caída de la tarde

– A ver, Teresa, haste p´acá que tengo que contaros algo importante y con la sordera no te vas a enterar, y no vamos a echar tres cuartos al pregonero

Inés Mera instaba a tía Teresa para que acercase la silla a la suya y así no perdiese ripio de lo que tenía que contarles. La Flor de las Vacas yla María Sotana también arrastraron las suyas hacia Inés confirmando un íntimo y pequeño círculo, por otra partehabitual en las noches veraniegas desde que todas ellas eran vecinas.

-Mirai lo que pasa. Y no empecéis a reíros que es muy serio. El mi Pepe ya no mea por la pirula, como hacen tos los hombres del mundo, sino por la tripa y no cuando él quiere sino que el pis está saliendo  to el rato.

-Pues si que gastará en pañales, aseveró la Flor muy seria para, seguidamente, añadir:

-Pues va a tener problemas porque como no mee por donde todos los hombre se le va a quedar la picha seca, y terminarán llamándole como al muchacho ese que se  lo llaman de mote, vete tú a saber porqué. Pero qué cosas tiene esta Inés – agregó muy seria María- siempre anda con algún cuento para hacernos reír. ¡Mear por la barriga! ¡Anda que…!

-Os digo que es verdad, lo he visto yo y me lo ha explicado él. Por culpa de un cáncer tuvieron que operarle y quitarle la vejiga

– Pero eso no puede ser. ¿Y entonces por donde sale el pis?

-Pues por la barriga como os he dicho. Hacedme cao y os lo explico. Mirai: Como tenía un cáncer ocupando toda la vejiga se la cortaron  de cuajo, al parecer no había otro remedio, Entonces le quitaron un cacho de intestino y cosiéndolo  hicieron una bolsa que le pusieron como si fuera una vejiga para que fuese allí el pis.

-¿Pero cómo van hacer esas cosas Inés? inquirió incrédula María

-Pareces tonta María, eso es muy fácil. Lo hemos hecho todas muchas veces sin darnos importancia ninguna. Claro que el paciente en cuestión ya estaba muerto

 Con cara de no entender nada, las cabezas de las mujeres giraron al unisonó hacia la Flor autora del comentario

-Sí, sí, nosotras; y no me miréis con esas caras de atontás que os lo explico yo en un plis-plas. ¿Qué hacemos en las matanzas? Cogemos las tripas del guarro, las lavamos bien lavás, vemos lo que necesitamos, cortamos por donde nos parece y después cosemos unas partes con otras haciendo bolsas para guardar las cabezadas, los lomos, los huesos… o lo que se necesite embolsar. Y justo eso es lo que dice la Inés que le han hecho a Pepe, coger parte de sus tripas hacer una bolsa y colocársela en otro lado, colgada de la tripa por ejemplo ¡Nada del otro mundo!

-Sois una jodías tontas que os creéis tos los cuentos. Lo del guarro es verdad, pero está muerto ya cuando lo hacemos. ¿Cómo va a hacerse eso a una persona viva? ¿Cómo no intercedan nuestros Santos Benditos no le libra naide. Y luego ir con la jodía bolsa colgando. ¡Anda que sois unas egnorantes que os creéis todo lo que os cuentan las que vienen de fuera!

A la izquierda,la casa de tía Teresa, donde se colocaban las sillas. A la dereceha la de Inñes

-Atiende aquí Teresa: Aunque nosotras no lo entendamos, los médicos hacen eso y mucho más, como ponerte un corazón nuevo, o una válvula de esas, o ponerte de nuevo un brazo que te han cortado o cualquier cosa. Y vale lo que ha dicho la Flor. Hacen con las tripas una bolsa que te colocan dentro y allí va a parar el pis desde los riñones, pero según llega se sale y se saca por una especie de pito que hacen también con los intestinos y que sale por fuera de la tripa. Allí, tapándolo, te colocan una bolsa de recogida que has de llevar de por vida y que tienes que cambiar cuando se llena así como cada cierto tiempo todo el sistema de sujeción de la bolsa al cuerpo. El pis está saliendo cuando le parece sin que tú puedas controlarlo.

-¡Hay señor, señor, señor, pero que cosas! ¡ Qué cosas pasan! ¿Y dices que  has visto todo eso puesto y funcionando?

-Sí, sí, Y creo que hay mucha gente con ello, hombres y mujeres. Que cuesta acostumbrarse pero que al final se adaptan y siguen con su vida

-¡Que nuestros Santos Benditos nos valgan!, invocó Teresa en su total incredulidad ciéntifica

– Si la Inés dice que es, será; pero yo no entiendo nada, apostilló María negando rítmicamente con la cabeza.

-A las buenas nos de Dios

Otra vecina, la Manola, que llegaba con un cubo vacío al brazo, paró junto al corrillo

-¡Qué se cuece en el vecindario?

-Haste p´acá que te lo cuento

La Teresa tiró del brazo a la Manola para que se acercase

-Espera que voy a soltar el cubo y coger una silla.

Así lo hizo incorporándose decidida y curiosa al grupo.

Casa de la Inés hace unos cuantos años

Teresa, entre risas y aspavientos intentó (a su manera) explicar  la situación y el hecho de que Pepe mease por la barriga en lugar de por el pito como todos los hombres, que ¡fijate tú que cosas!

-Yo digo que son cosas de la Inés para hacernos reír

-¡Pero mira que sois! Voy a tener que llamar al muchacho y que os lo enseñe

La Flor, con mucha retranca intervino

-No si yo me lo creo. Como si lo estuviese viendo. Se llena la bolsa esa que lleva colgando de la tripa, va al váter, la debuecra dentro y ¡ale! a la Plaza de nuevo. La modernidá que dicen.

-Y digo yo -intervino de nuevo la Manola- que bueno eso puede ser cosa médica y que funcione así, ahora hacen cosas rarísimas pero, me digo yo, ¿y lo otro? ¿cómo soluciona lo otro?

Las mujeres la miraron extrañadas.

¿Qué otro?, preguntaron casi al unísono

-¡Hombre! Digo yo que si le quitaron la pirula, aparte del meao ¿cómo se las arregla pa… lo otro?

Inés soltó una gran risotada

-¡Ay coño! Esta está pensando en el tirularilo, agregó la Flor riendo y haciendo gestos muy significativos

Al percatarse, todas rieron y gesticularon

-¡Que no Manola!, que la pirula la tiene intacta, tan solo que no mea por ella sino por la dichosa bolsa esa. Yo no sé nada de “lo otro” ¿cómo quieres que pregunte yo esas cosas?

-Vosotras sabéis muy bien que, eso sí, cuando llegaba el momento apagábamos la luz y hasta cerrábamos la puerta si entraba algún reflejo de la lumbre de la cocina. ¡Quita, quita! ¡Menuda vergüenza! ¡Cómo vamos a saber nosotras de esas cosas! Con mucha retranca, la Flor se tapa los ojos reforzando así su argumento.

-¡Huy! ¡Fíjate tu si será así que yo nunca se la vi a mi Juan Pedro.

Las risotadas, gestos y algarabía fueron tales que creo que hasta llegaron a alterar la paz de San José en su silencio del cercano templo.

Y tras terminar de analizar el avance médico que había llegado hasta Berzocana y sus repercusiones, de la misma forma incomprensible en que había comenzado, la tertulia se diluyó en el espacio y en el tiempo no sin que por ello las risas quedasen aún tintineando colgando de las ramas de los álamos del atrio de la iglesia.

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R. Mera