Canta el gallo, muge la vaca y el juez sentencia: culpables
Ya hablamos de ello hace unas fechas, las denuncias que los nuevos rurales imponen a los vecinos de los pueblos, por quítame allá ese cencerro o ese olor a cuito proliferan como setas en umbría. Y lo que es peor, sus señorías suelen darles la razón, “porque no hay Ley al respecto” argumentan”, olvidándose de la tradición, los usos y costumbres y el derecho consuetudinario, amén de la lógica de la razón «La gente no quiere adaptarse: quieren el campo pero sin el campo», denuncian las asociaciones asturianas ante el aumento de denuncias por ruidos o molestias de la actividad ganadera. El dueño de una estabulación denuncia la muerte de un ternero porque tres autocaravanas aparcaron cerrando una pista e impidiendo la asistencia al parto.
Los ganaderos asturianos, que llevan (con razón) años quejándose del aumento imparable de la burocracia y las restricciones a su actividad, ahora han visto que tienen que afrontar un problema más: las continuas denuncias y protestas de los nuevos residentes en la zona rural, también conocidos como neorrurales, entre los que podemos englobar a antiguos emigrantes o hijos de emigrante de la misma aldea
Mucha gente se traslada al campo con la idea de tener una vida idílica y tranquila y, cuando ven que la realidad topa con lo que no es, recurren al arma ya más habitual entre nuestros políticos y que imitamos sin duda alguna: al juzgado
Cuando la gente que se traslada al campo, no le gusta lo que ve, oye o huele, denuncia y listo. Y lo grave es que gana los juicios.
Un caso: En Llames, una pareja se trasladó a vivir a la casa de al lado de otra dedicada a la ganadería. Al poco presentó una denuncia en el juzgado porque le molestaba el ruido de las vacas. El juez les dio la razón y, a raíz de la denuncia, el ganadero tuvo que cubrir las cadenas de las vacas con goma.
En Navia surgió problema parecido. En este caso, se trata de una ordeñadora que empieza a funcionar muy temprano por la mañana y despierta a los nuevos vecinos, que han denunciado El litigio está aún pendiente del fallo.
El problema, en estos casos, según Borja Fernández, es que «no hay normativas que amparen la actividad», algo que sí ocurre, por ejemplo, en Francia. El país vecino tiene una ley que protege todo lo relacionado con el medio rural, ya sean los sonidos de los cencerros, el canto del gallo, el olor a estiércol y cualquier tipo de actividad tradicional del campo. De esta manera, se evita que el recién llegado se salga con la suya.
«El problema es que la gente que va a vivir al medio rural no quiere adaptarse, quieren el campo pero sin el campo, quieren tener fincas con vacas pero que no haya estiércol y que no hagan ruido». Y lo grave es que por el momento se está protegiendo a esa gente, en vez de al ganadero. «El turismo está en un pedestal, no se atreven a poner coto a estos temas; pero la ganadería es una actividad de siempre, que está creando riqueza y asentando población; cuando compras una casa en una zona rural ya sabes que hay una actividad agraria y tendrás que adaptarte a lo que hay».