BERZOCANA.- Domingo de nostalgias más que de recuerdos

Corredores de la Santa Florentina

Han madrugado conmigo las nieblas asturianas. Tras el cristal de mi ventana veo como la torre de la iglesia de San Pedro de los Arcos intenta dejarse ver. Pese a ser domingo sus campanas están en silencio. Más allá se adivina la estructura del hotel de la Losa y la aguja de la catedral.

Moja la niebla las calles. Orballa y la luz incipiente juega con las gotas que penden de farolas y árboles. Quietud y silencio total en la vieja Vetusta. Por las estrechas calles del centro, en los alrededores de la catedral y la Plaza del Ayuntamiento, las almas de los ovetenses oyen aún los ecos que las voces de la Regenta y Don Fermín de Pas dejaron colgadas en el tiempo y en el espacio.

En otra plaza muy lejana, allá en las estribaciones de las Villuercas cacereña, la luz ya ha tomado posesión de la misma y los primeros rayos del sol trepan canchos arriba para, tras saltarlos, expandirse sin traba ni obstáculo alguno por las dehesas a las que da vida y sobre cuyas encinas y alcornoques ejercerá durante todo el día su dictadura de calor.

Cumpliendo el rito

Una mujer cruza ligera y enfila la Calle Honda cual si algo la persiguiese. Habia prometido  a los nietos que les haría una ensaladilla rusa y por sos o por arres  se la había hecho tarde. Lo que si portaba con mino era una bandeja de Rabos de Calabaza que la tarde anterior habia elaborado con mimo y cariño para sus hijos. Y es que en Berzocana, el pueblo del que hablamos, era el Domingo de las fiestas-

No tardaron en repicar las campanas, no ya con la alegría y los cambios de ritmo y  ia intensidad que antaño las imprimía la monaguillería, sino con el monótono tan-tan de la mecanización. Los cohetes, disparos en la puerta de la iglesia, invitaban a salir de la cama a los más rezagados, generalmente, y como a su condición corresponde, los más jóvenes y trasnochadores.

Al magnífico templo de la real villa van llegando trajeados los cofrades con sus medallas identificativas colgando del cuello. Ultiman detalles para que todo esté listo para misa y procesión. Repican de nuevo las campanas y los primeros fieles, ataviados de fiesta, comienzan a dejarse ver.

Por entre las nieblas ovetenses se cuelan retazos de nostalgias. Y es que amigos, a determinadas edades y en concretas situaciones hasta los recuerdos se difuminan y todo queda en riadas de nostálgicas sensaciones que se juntan, dispersandose, se van o se vienen, a su libre albedrío sin que el sujeto pueda hacer nada por controlarlas o atemperarlas. Todo queda cubierto por oleadas de nostalgias que incluso nos llevan a creer que muchos momentos festivos que creemos que fueron, en realidad no fueron así sino que con el paso del tiempo los fuimos idealizando de tal manera que nuestra sensación de lo que fue queda muy lejos de lo que en realidad fue.

Y así posaron para el abuelo

El caso es que hoy es el Domingo de las fiestas y mis paisanos, de toda edad y condición se han echado a la calle para celebrar el día tal y como a su condición corresponde. Y hasta la Plaza se queda pequeña para acoger a tantísimo berzocaniego como hasta allí se llegan a honrar y celebrar a Fulgencio y Florentina; a pasar unos días o a que sus hijos y nietos no  pierdan sus raíces primarias.

Otros, como yo, las viviremos con el cuerpo a kilómetros de distancia pero con el alma y el sentimiento entre la iglesia y la Plaza, saludando y repartiendo abrazos por las terrazas y ofreciendo o aceptando invitaciones incluso más allá de lo que la sociedad y el buen civismo aconsejan. Los más mayores con las citadas nostalgias, los otros con recuerdos más o menos recientes y la insatisfacción de no poder estar presente.

Los más jóvenes viven a tope estas fechas. La libertad del pueblo y la condescendencia familiar vienen a romper los grilletes de las normas y horarios de la ciudad.

La música de la jota en el Ofertorio va apagando la tarde con sus costumbres y sus ritos

-¡Otros devotos y devotas!

-¡Cincuenta euros la rosca de candelilla y vale más!

-Con la niebla se van retirando también las nostalgias. No es que fueran mejor aquellos tiempo, sencillamente eran otros. Y lo más esencial: ¡éramos jóvenes!

Berzocaniegas con la alcaldesa

 Mis hijos y nietos, todos ellos endomingados y de punta en blanco, me hacen llegar las primeras fotos de la fiesta. Me pongo a ver el pregón festivo que realizó la peña Los Porronchos.Me congratuló con los jóvenes. Bien hilado y bien leído. Me tocó la fibra sensible el tremendo acento extremeño de uno de ellos. ¡Enhorabuena chavales!

Oviedo, 18 de agosto de 2024

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R. Mera