De marzo a abril con aguas mil

Cedió marzo su testigo de nubes cargadas de lluvia a un iniciático abril. Corrían de oeste a norte y  de sur al este descargando aguas o intercambiaban sentidos y direcciones cual si en juegos de recreo se encontrasen. Y los campos de España, aquellos que cantaba Machado y amaban las gentes de no ha muchos años, se abrían al líquido benefactor absorbiéndolo con fruición y deleite.

Las dehesas extremeñas y salmantinas se abrían en verdes de cien tonalidades y brillaban charcos y regatos al ser acariciados por los esporádicos rayos de un sol primaveral que de tanto en cuanto se dejaba ver.

Tienen abril y mayo connotaciones femeninas en sus grafías y pronunciación al igual que junio, por ejemplo, las tiene masculinas. Y así, con suavidad de mujer en su hacer, se nos ha venido abril pleno de aguas. Me decían mis paisanos de las Vlluercas que, o nunca o hacía ya machísimos años habían visto llover así, tanto y tan de continuo día tras día. Incluso un político regional llegó a afirmar que no habría restricciones en el verano y que incluso quedaba acumulada agua para el próximo año.

Apuntó primaveral el sol en su inicio para volver de nuevo al agua. Sol y nubes, sol y moscas, que decía mi abuelo Juan Luis, vete tú a sabe desde qué perspectivas.

Y con abril llegaron también sus refranes y dichos al mismo referidos. Refranes muchos de los cuales han perdido sentido para una población cada vez más urbana y más alejada del campo y sus quehaceres.

«Abril mojado, de panes viene cargado»…

 «A finales de abril, la flor verás en la vid»…

«Abril trae flores y mayo se lleva los honores»…

«El que no guarda la leña para abril, no sabe vivir»…

“En abril, lluvias mil”…

«Abril llovedero llena el granero»…

 «Abril saca la espiga a relucir»

 «Pájaro y flor, en abril buscan su amor»

Busquémoslo pues también nosotros

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R. Mera