CANGAS DEL NARCEA.-El degollador de Cangas
Laureano Sal Collar, casado, jornalero, llamado “el Navarro” y vecino de Gedrez, fue también mas popularmente conocido como “el degollador de Cangas”. Y el apodo vino apoyado en que en octubre de 1914 (apenas dos meses después de iniciada la Primera Guerra Mundial) y febrero de 1917, les cortó el cuello a cuatro personas del concejo de Cangas del Narcea: el matrimonio formado por Eduardo Fernández Castelar y Antonia Morán, propietarios de una taberna en San Pedro de Corias, en la misma carretera de La Espina a Ponferrada, y a la octogenaria Juana Aumente y su nieta Carmen Rodríguez, de 17 años, en Vega de Rengos.
He de señalar aquí que hace muchos años, la quiosquera Nieves La Jopa, que solía contar historias de la Cangas de antes, (esto sucedía en los ochenta) ya me había hablado de este crimen y del estrangulador. Incluso hizo algún trabajo en verso para La Maniega, y quizás incluso se publicara, pero ni lo recuerdo ni he sido capaz de encontrarlo. Pero para que yo pueda contárselo aquí a ustedes, siempre me queda el Tous pa tous.
El horrible crimen de Vega de Rengos se cometió, concretamente, la noche del día 14 de febrero de 1917 (acaban de cumplirse 107 años), viniendo a coincidir en la fecha con otro aún más atroz cometido en los EEUU de América (La matanza del día de San Valentín con al Capone como protagonista)
El criminal penetró en el domicilio de la estanquera del citado pueblo, Juana Aumente, con el fin de apoderarse del dinero producto de la venta de tabaco de unos cuantos días, pero advertida de ello, Juana saltó de la cama y comenzó a dar voces, despertando a su nieta, Carmen Rodríguez, que rápidamente acudió en su auxilio. En ese momento, Laureano sacó un cuchillo de grandes dimensiones, y primero a la abuela y después a la nieta, les apuñaló hasta matarlas sin piedad alguna.
En la prensa de la época llamó la atención el desparpajo y la ausencia de cualquier remordimiento con que Sal Collar confesó sus crímenes (aclaremos que este hombre, al parecer, sufría un retraso mental).
De ello puede dar una ligera idea esta conversación sacada del interrogatorio al acusado del crimen cometido en la taberna de San Pedro de Corias
– ¿Y Antonia?
– La Antonia escondióse bajo la cama, precisó el acusado.
– ¿Y bien?
– Saquela agarrándola polos pelos, aclaró
– ¿Y qué hiciste?
– Corté-y el cuello y fui a beber un vasín de vino, aclaró con total frialdad.
En julio de 1918, cuatro meses antes de que terminase la Primera Guerra Mundial, la Audiencia de Oviedo, teniendo en cuenta las contestaciones dadas por el Jurado al veredicto, reconociendo la existencia de un delito de robo, con ocasión del cual resultaron dos homicidios, en los que concurrieron las agravantes de premeditación, nocturnidad y reincidencia, Laureano fue condenado a pena de muerte. Un año después, habiendo sido desestimado un recurso de casación de oficio y estando el reo en el penal de Burgos con treinta y tres años cumplidos, por prerrogativa regia de Alfonso XIII, le fue revisada la condena que se quedó en cadena perpetua. Finalmente fue indultado con la proclamación de la II República en 1931. Seguramente la apreciación de enajenación mental tuvo su influencia en este indulto.