CANGAS DEL NARCEA.- Mi intervención en la `Tarde Cultural´del Centro de Mayores

Luis Mirin, Mera, Maribel

Buenas tardes, bien hallados.

Creo que es la primera vez, al menos hasta donde yo llego, que un escritor, aunque sea de tercera fila y de pueblo, se acerca a un Centro de Mayores de la zona para hablar de letras y de libros.

Y es que, amigos, hay veces que todo te viene rodado y la lectura de una notica en la prensa te abre los ojos a una realidad cercana  a la que la agitada vida diaria que nos lleva, muchas veces sin sentido, a carreras de aquí para allá, no te deja ver lo que tienes al  lado y, lo que es peor, apreciarlo.

Les cuento:

Me encuentro en la prensa una noticia que habla de cómo el edadismo está logrando que políticos, empresarios, personas influyentes, corporaciones, grupos de presión y un largo etcétera, o sea, todos lo que tienen algo que decir, obvian sistemáticamente a los mayores, mejor dicho, nos obvian pues yo estoy en el mismo grupo. Sus intereses se mueven por la edad de aquellos a quienes van dirigidas sus ofertas y en ellas no figuran los grupos que han dejado atrás los 60/65 años. Como si no existiesen.

El edadismo (o discriminación por motivos de edad como he señalado) es pues el conjunto de estereotipos y prejuicios que presuponen que todas las personas de una determinada edad piensan y se comportan de igual manera o tienen las mismas necesidades o intereses. Son comportamientos edadistas, por ejemplo, excluir o invisibilizar a las personas mayores, infantilizarlas en el trato o presuponerlas frágiles o menos capaces simplemente por tener una determinada edad. Craso error.

Y a ello habremos de añadir otro palabro, el adanismo: doctrina que desarrolla la teoría de que tan solo los jóvenes tienen derechos y hay que ofértales ventajas; no hay nada anterior a ellos, todo se ha inventado, se ha trabajado o se ha logrado en estos últimos años, lo han logrado los jóvenes.

Hablan de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente.

Cada uno de ellos se cree ser el Adán del inicio del mundo. Inmensa mentira que vosotros conocéis muy bien por la época que os ha tocado vivir, y más, mucho más aún, por la que vivieron vuestros, nuestros, padres y no digamos abuelos, aquellas de la posguerra y la escasez cuando no el hambre.

Y visto esto me dije: No es justo, no nos pueden discriminar de esta manera. Y entonces me di cuenta de que también nosotros, los escritores, presentamos nuestros libros o realizamos nuestras tertulias y reuniones en lugares y horarios determinados por el edadismo. Y me dije: Como yo también soy como ellos considerado por los demás, me voy a su centro, en su horario, a hablarles de mis libros de Cangas, de los cangueses y sus cosas, de sus pueblos, de sus caminos, de sus nieblas y de sus soles.

Y con la aquiescencia y el beneplácito de Luis Miguel y de todos vosotros aquí me tenéis.

Tras haberme acercado a ustedes, al modo de ser, vivir y sentir de los cangueses bajo la óptica festiva (Remembranzas festivas canguesas; Delallama, 2021), me he atrevido a hacerlo ahora de nuevo, esta vez desde una óptica más abierta, desde el acontecer y trabajar de cada día, desde las rutinas de unos y otros, desde el vivir individual y familiar y desde una perspectiva común, intentando aunar en los relatos que hasta aquí se traen el sentir vivencial de los cangueses de forma que, a través de aquellos, no solo los conozcamos y nos conozcamos mejor, sino que incluso, entendiéndolos como espejos, lo hagamos también con nosotros mismos. He de advertirles que son relatos y, por ello, en su discurrir interviene el hacer del autor que da vida a hechos y situaciones que, realmente acontecidos en su esencia, necesitan ser aunados y desarrollados, dotados de movimiento y vitalidad, para que lleguen al lector en toda su intensidad. Quizás alguien señale respecto a determinado acontecimiento o situación que «no fue exactamente así” o que  «esa casa, esa pared, ese huerto, que indica en tal o cual relato estaba más abajo o más arriba de dónde dice”. No se pierdan en lo que puede llamarse cotilleo, los libros no van de eso sino de historias, de relatos. Busque el lector la esencia de cada  uno de ellos, el hecho en cuestión, la idea que se desarrolla, el «momento de verdad» que deja cada protagonista en el miajón de su aventura o vivencia. El autor reviste con palabras y aderezos literarios más o menos logrados cada situación, llevando y trayendo personajes secundarios para hacerlas amenas, para prender en cada una de ellas la atención del lector y también, en muchos casos, para provocar su sonrisa o comprensivo gesto solidario y de entendimiento con el protagonista. Se encontrarán asimismo con otros relatos en que éste, el protagonista, es la propia villa, o el concejo, o un acontecimiento acaecido en un tiempo y momento determinados, incluso lejos de nuestra comarca, pero analizado siempre desde su repercusión en ésta. Tanto en `Remembranzas festivas´ como en el de ahora “Remembranzas canguesas”, tampoco he querido colocar los relatos en una línea temporal creciente ni decreciente. He preferido dejar que el lector salte de una a otra época, o de uno a otro espacio geográfico o temporal, sin ningún tipo de atadura. Que en cada momento pueda abrir el libro por cualquier parte y ponerse a leer sin más, sin ningún tipo de condicionante. Y de la misma forma podrá dejarlo y retomarlo otra vez de nuevo. Son relatos que han ido surgiendo en el tiempo, en el día a día de las Estampas de Onda Cero o en los comentarios publicados en mi blog `De acebo y jara´. O recuperados de la revista La Maniega, donde tantas y tantas líneas dejé impresas, o simplemente en el «porque sí» del pronto del escritor.

Y preguntarán, ¿pero que cuenta en concreto? Pues no se lo puedo decir todo porque sería larguísimo. Fíjense: el primer libro tiene 105 relatos en 378 páginas y el segundo 106 relatos y 310 páginas.

Señalaré como ejemplos: Guerrilleros del Cascarín; De folixas, callejeos, caipiriña y voladores, historia de una noche; Un Santisón friolero; El Morocho, referente de una época; El Arbolón en Madrid; Oliva y el primer día de Novenas; La patrona: ni virgen ni Madalena; Una maleta con bomba o la madrileñada del día….en el primero y: Castaño y el gocho; Ramonín el último limpiabotas; Don Dositeo, don Ernesto y Peña; Los gigantones despidieron a Firme Laudela y el chigre que los cangueses tiene en el cielo; Remembranza centenarias de Benigno; La crisis de las fabes pintas; La tu fía acaba conmigo y otros tantos

Y de  todos ellos, quédense con el cariño, el entusiasmo y la ilusión que en ello he puesto más que con la buscada calidad que seguro no he sabido encontrar. Sean pues comprensivos y gocen con cada uno de estos relatos. Ya lo saben, los malos momentos aparecen por sí solos, sin que los invoquemos o si  tan siquiera los adivinemos. Colguemos el pesimismo de la percha de la vida y, así mismo, descolguemos de ella la confianza, el sentido primario de las cosas, la amistad, el compañerismo y todas esas vivencias, más o menos grandes, más o menos importantes, pero que todas ellas, aunadas, agrupadas, van conformando gavillas, constituyendo haces y facinas que, creadas y soldadas en el espíritu comunicativo, conforman la vecindad de la que saldrán como ramas de un gran árbol los barrios, las aldeas, las villas y los concejos.

Les reitero mi agradecimiento por acogerme en esta su casa y por su presencia y paciencia. Gracias

Público
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R. Mera