CANGAS: ¡despierta!
Escribí este artículo para el programa de fiestas de 1.980. Al repasarle hoy me he encontrado con que tiene plena vigencia en casi todos sus aspectos. Es por ello por lo que lo rescato para hacerlo llegar a todos vosotros. En él se pueden encontrar un tanto de romanticismo y de la ilusión de cambio de aquellos años, pero también una abierta ilusión del mañana que arranca de las siempre presente esencias de la tierra y las costumbres.
Silba el aire en el valle cual roncón gigantesco de gaita asturiana. Baja impregnado de verdes y peinando ondas el cantarín Narcea. Trae aromas de antaño y de aldeas perdidas que aún no han encontrado su Palacio Valdés…
Atrás quedan picos y costumbres. El viento y el Narcea llevan el mismo camino: Ambasaguas.
Colgadas de la ladera del monte, las casas del Cascarín bajan a saltitos hacia la ermita. Juegan al escondite con el viento.
Ante las graves barbas del “puente romano”, el Narcea se sena y el silbo del viento se endulza y divide en millares de acordes que envuelve al campanín y acarician los blancos muros de la recoleta ermita.
Se ha parado la tarde. El Narcea y el viento quieran pasar de puntillas junto ala Virgen canguesa. Allá, dentro, en la calma sagrada de lámparas e inciensos, duermen sueños e ilusiones de ayer y hoy. Sobre el armonio, una vara de volador sintetiza en su quietud las corcheas del aire y el pentagrama. Quedó olvidado de la mano de un rapaz que soñó salves de pólvora en una tarde de julio. Ahora es solo un reflejo de un ayer de mil niños que hoy son un julio eterno de ilusiones y esencias canguesas.
Se ha dormido el viento. Arriba, cabalgando en arcos del puente colgante, se ha quedado temblando una pálida cuartilla de papel que, quizás, lleve en sus tintas los sueños adolescentes de un primer amor. Unos tímidos rayos de sol, abriendo canales en nubes de rojo, besas las torres de la Colegiata que guarda en sus muros grandezas de hidalgos e historias de obispos e infanzones.
Junto al muro, acurrucados en sí, dos abuelos rumian filandones de una juventud pasada. Cuatro manos, sarmientos secos de otrora fecundísimas viñas, se apoyan en ásperos bastones de los montes del Acebo.
Ha quedado flotando en el aire el eco repetido de un escopetazo. Monte arriba, un furtivo de cartucho y cuero, impone su ley en una dictadura de cotos. El espíritu vivo de las brañas canguesas que grita a las cumbres su independencia y su fuero pisado por una colonización de asfalto y bolígrafo.
¡Despierta Cangas! ¡No detengas el aire y el tiempo!. Deja al aire que se divida en Ambasaguas y busque fuentes de vigor por los valles y regatos.
El ayer se ha marchado a horcajadas de las espumas de detergentes del padre Narcea. No es reversible el tiempo. La bucólica imagen del carro bajo la panera ha sido desterrada por coche y tractor en improvisado garaje o ha quedado aprisionada en el lienzo por el pincel inconfundible de Víctor Sanjuán. No se hace futuro con nostalgias, pero sí con el vigor de aquellos pastos y bríos de antaño que han ahogado por conformismos presentes.
¡Despierta Cangas! Pon los pies en tu pasado de montes y duras caleyas. Bebe en los regatos del tiempo y de tu ayer el grito de protesta de tu presente inconformismo… pero lanza tus ojos río abajo cual azor oteante de mejoras futuras. ¡Despierta tu raza!. No consientas que mixturas extrañas conviertan tu sangre en horchata vendible en plazas de mercado.
Está cayendo la tarde. Rozando los rojos tejados del Fuejo, las primeras sombras buscan el cobijo de la Calle Mayor: ayer y hoy se mezclan en desaciertos de aluvión.
Se ha roto el encanto. Cien sombras de un día de mina buscan reposo en os altares de Baco. Hay que quemar el tiempo. Mañana… ¡quién sabe! Es la MINA. Es el paso de unos hombres duros de brazo y alma de niño. Es el olvido del ayer que ha sembrado incultura en campos prometedores de mieses abundantes. Es el ronco zumbar de martillos y palas que arañas las ubres de l atierra en demanda de un digno vivir. Es la frente perlada de negro sudor que no humilla su cara ante el miedo ni el mundo.
¡Despierta Cangas! Arranca brozas y espinos de tus campos yermos.¡Tu puedes seguir!¡Tú debes seguir!
Abre vías de futuros el Paseo. Pasa el campo cangués en mil idas y venidas. Son mil manos campesinas que trabajan. Son mil años de abandonos y de olvidos. Son hombres de sardón y acebo que aún esperan un futuro de `promesas incumplidas. Pasa el campo cangués con cansancio de siglos, con explotaciones de décadas, con miserias de letras, con romances de lobos, con hambres culturales centenarias.
¡Despierta Cangas! No pierdas el tren del mañana. Aún es tiempo de sembradas, aún tienes fuerzas y arrestos, hombres, riquezas, agallas…
¡Tira tus falsas grandezas. Llama a la lucha a la braña, al taller, a la mina, al comercio; a los hombres y mujeres que has nutrido con tu savia…
Y de oriente hasta occidente, por las cumbres y cañadas, por los pueblos y los ríos, al grito de tu llamada, los hijos de aquellos hombres de honda y azada acudirán a la lucha. A una lucha sin espadas: a la lucha del trabajo, de la fe, de la esperanza, del mañana
Cangas: tú puedes. Despierta… y trabaja.