SUROCCIDENTE.- Un joven tinetense analiza nuestra realidad desde París
Hay veces en que a todos nos conviene salir un poco de nuestro castillo individual de ideas y pensamientos y escuchar a aquellos de nuestro paisanos que, aun siendo jóvenes, cuentan con el bagaje suficiente como para poder efectuar con conocimiento de causa una llamada de atención sobre la situación de nuestra región, nuestra comarca, nuestro pueblo-
Tal es el caso del, podemos decir tinetense, José Miguel Bermúdez que trabaja en un despacho con la Torre Eiffel de fondo. Analista en la Agencia Internacional de la Energía, que en el diario La Nueva España se animó a analizar el presente, el pasado y el futuro de Asturias:
En su primer planteamiento señala que “en ocasiones somos demasiado tradicionales y nos resistimos a los cambios de forma tozuda. Y lo hemos visto en el tema de la minería. Sabíamos desde hace más de dos décadas que había que cerrarlas y que iban a desaparecer. Y en vez de ponernos las pilas y aprovechar la oportunidad para revitalizar la región, nos dedicamos a seguir dando patadas a la lata hasta el momento en que las tuvimos que cerrar sin ninguna alternativa”.
La primera en la frente, que decían nuestros mayores cuando en un primer y rotundo racionamiento nos apabullaban en el principio de una reflexión. Y aún seguimos dando patadas a la lata tal como ocurre en esta comarca en muchos casos estancados en recuerdos y situaciones económicas que sabemos no volverán en ninguna de sus facetas.
Y así, Bermúdez nos señala que la Asturias que recuerda de niño “era la Asturias del carbón, la cual ya es historia. Yo, obviamente, me alegro de ese cambio, pero creo que no debemos olvidar ni dejar de sentirnos orgullosos de ese pasado minero, que creo que en gran medida forjó el carácter de la gente de la región”.
Y Tineo siempre en su memoria: “Aunque era muy pequeño, mis primeros recuerdos son de Tineo, que es el pueblo de mi familia materna y adonde llegamos cuando vinimos de México. Recuerdo que la casa de mi familia tenía una estantería que era una puerta falsa a un escondite de los tiempos de la Guerra Civil, y me llamaba muchísimo la atención. También me acuerdo de que la agente me pedía que hablase por la calle porque les hacía gracia que tenía acento mexicano, pero de eso si que ya no queda nada”
Y entre la nostalgia y la realidad reflexiona: “Si me tengo que quedar con algo de Asturias, es la tranquilidad. Las cosas van a otra velocidad comparadas con Londres y París, y eso te permite disfrutar de cada momento mucho más, sin las prisas metidas en el cuerpo. Allí la vida va demasiado rápido y a veces no te das ni cuenta de las cosas que te pasan, ni te da tiempo a disfrutarlas”. Pero manda lo práctico la realidad del momento, y así argumenta que “al no echar raíces en ningún sitio, vivo con una incertidumbre constante sobre qué pasará en el corto plazo que muchos de mis amigos no tienen.
“Hay que abrir la mente”, insiste Bermúdez, “y estar preparados para las revoluciones tecnológicas y sociales que estamos viviendo y que están transformando el mundo. Hay que adaptarse o morir. Pero, por cosas que he descubierto las últimas veces que he viajado a Asturias, tengo la sensación de que hay gente, sobre todo joven, que sí está dispuesta a intentar cosas innovadoras y adaptarse a los nuevos tiempos. Y además, esa tozudez nuestra para resistirnos al cambio podemos fácilmente transformarla en perseverancia para conseguir lo que queremos”.