Los de mi edad no nos podemos quejar. Vistazo a una ya vieja generación en cuatro capítulos
–I-
De las cartillas de racionamiento al despegue de los sesenta
Cuando aún no han desparecido del todo los ecos de las múltiples felicitaciones recibidas por muy diversos medios en mi último cumpleaños, y hallándome ya en siete por encima de los setenta, no he podido por menos de echar una mirada hacia atrás y, la verdad sea dicha, no he encontrado cosas así graves, o importantes, de las que arrepentirme o enjuiciar negativamente en relación a los tiempos que me han tocado vivir.
Todos aquellos que ya habéis dejado atrás los sesenta vendréis a convenir conmigo. Nacimos encarrilados ya los cuarenta, eso sí, en época de escased y cuando aún se utilizaban las cartillas de racionamiento. Cuando comenzaban a aminorarse los ecos de la guerra y los hombres volvían a los campos que, muy lentamente, comenzaban a florecer de nuevo, a producir. La necesidad atenazaba aún a la mayoría de la población mientras finalizaba un periodo en el que el régimen franquista pretendía curar los destrozos de la guerra con una política económica aconómica basada en la autosuficiencia y la intervención del Estado. Una descomunal regresión económica marcada por el hundimiento de la producción agrícola y el desarrollo industrial. Fueron los llamados años del hambre , del mercado negro y el estraperlo que, además, se vieron agravados posteriormente por la coyuntura internacional de la Segunda Guerra Mundial y el aislamiento del país en el panorama internacional que se mantendría vigente hasta los primeros años de la década de los cincuenta.
Iniciada ésta, en nuestra niñez, se liberalizaron parcialmente los precios y el comercio, y en 1952 se puso fin al racionamiento de alimentos de primera necesidad. Los españoles pudieron comprar libremente a partir de entonces algo tan básico como el pan, aunque el hambre perduró aún unos cuantos años más.
Todo comenzó a enderezarse allá hacia el año 1953 en el que la ayuda a España dio al régimen un balón de oxígeno. Un total de 1.500 millones de dólares a cambio de permitir a los americanos instalar las bases aéreas de Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz, y la base naval de Rota
A partir de ahí no conocimos retroceso alguno en ningún área de la vida. Y todo fue progreso, ir a mejor, avanzar en lo económico, en lo social, en lo político y en lo laboral. Cincuenta años ininterrumpidos sin guerras abiertas en Europa.
Y del gris que retrató a la España de las décadas de los cuarenta y los cincuenta pasamos al ascenso que se inicia en los sesenta
-II-
El crecimiento ininterrumpido en lo económico, social, y laboral
Y cerradas las grises décadas de los 40 y los 50 iniciamos los 60, década en la que las gentes de mi generación iniciábamos un ascenso ininterrumpido en lo económico, social, y laboral. Lo político aún tendría que esperar unos años más.
El crecimiento económico español de los años sesenta modificó la estructura social española de forma significativa, adquiriendo las características propias de un país desarrollado. El despegue de la industria y de los servicios en las ciudades atrajo a la mano de obra sobrante del campo. Por vez primera en la historia, la población activa española de los sectores secundario y terciario superaba a la dedicada al sector primario. España dejó de ser un país agrario para ser industrial y terciario.
Hubo un aumento del nivel de vida, generándose un claro cambio en las pautas de consumo. Mejoró la calidad de la alimentación con un claro aumento del consumo de carne, leche, frutas y verduras que enriqueció la dieta de la población basada en pan y patatas
Otro aspecto importantísimo en los cambios sociales experimentados por la sociedad española fueron los cambios en la mentalidad. Se introdujeron nuevos gustos, modas y costumbres, procedentes de Europa occidental gracias a la llegada masiva de turistas que tenían otras formas de entender la vida, y por lo que habían conocido los emigrantes que regresaban por vacaciones o de forma definitiva.
Y en estas circunstancias alcanzamos la mayoría de edad. Muchos de nosotros también emigramos desde nuestros pueblos y aldeas, pero el trabajo abundaba. Yo mismo pude comenzar Bachiller e iniciar Magisterio en la mili, Comencé a trabajar y hasta compre un Seat.600, de al menos tercera mano, en Madrid.
Y así, tanto nosotros como gran parte del país, nos adentramos en los setenta libres de deudas y ataduras. En el 72 llegué a Cangas y esto es ya más conocido. La eclosión minera impulsó a un concejo eminentemente agrícola y ganadero hasta merecer el calificativo de “El Dorado Asturiano”, adjetivo con que lo bautizó el periodista de la Voz de Asturias, Luis José Ávila. Llegó la plenitud de la democracia y con ella y el despegue económico, las mejoras y avances de todo tipo. Había conflictos sociales, claro que sí, pero ello no alteraba el avance económico ni la apertura política, ni los avances sociales y educativos. Las comunicaciones entre pueblos, y de estos con sus capitales, se extienden por estos concejos. Y todo adquiere una nueva dimensión de avance bienestar que nos adentra en los ochenta, la década que podemos definir como del despilfarro.
-III-
El despilfarro de los ochenta
Esta década de los ochenta empezó en realidad con el intento de golpe de Estado del 23 de febrero y terminó en 1992 con los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla.
Treinta años después, los que la vivimos la consideramos la década prodigiosa. La memoria sentimental de estos años, con una televisión casi única y una experiencia de vida política y social de gran intensidad provocada por la Transición, no tiene comparación con ningún otro periodo de la historia reciente de España.
Esta llamada edad de oro reflejaba la vitalidad y el punto de locura que caracterizaba a los nuevos creadores españoles, con una punta de lanza representada por la Movida de Madrid y el diseño moderno e imaginativo de una Barcelona cosmopolita.
Los 80 fueron la época del descubrimiento del sexo. De la represión franquista se pasó a la libertad sexual, el destape masivo, las playas nudistas, las revistas con desnudos y el striptease como un arte que alababan incluso los poetas intelectuales. Y a todo ello no fue ajeno este suroccidente aún en plena prosperidad económica.
Pero también se instalaron en el paisaje hispano los juegos de azar y los casinos, los apartamentos en la costa, los videojuegos y algún entretenimiento de siempre, eterno, que cobró nueva importancia, como el fútbol.
Nadie de los que vivió esos años en España se ha olvidado de los anuncios de tabaco de Camel, Marlboro o Winston. O de las campañas de detergentes como la de Villarriba y Villabajo que competían por limpiar una paellera cuando aparecía Fairy. El “Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo” de Manuel Luque y Colón también hizo historia, mientras que Renfe inventaba los días azules con el chucuchú del tren y las carreteras heladas.
Y así llegamos a 1.989 con la caída del Muro de Berlín y el inicio de una nueva época
–IV-
De la Expo y las Olimpiadas a las dificultades del nuevo siglo
Podemos decir que las década de los 90 arranca concretamente en 1992, el famoso año 0 de la España de las Olimpiadas y la Expo de Sevilla. Arranca la década plantando un problema generacional. Por un lado, es difícil encontrar una narrativa capaz de conciliar la euforia y el miedo de la paradójica España de aquel entonces. Por otro, es complicado considerar aquel 1992 parte de la misma era que, pongamos, el 1999, en el que el PP asentado en el poder daba la bienvenida al nuevo siglo con la sensación de que España, una vez consolidada su democracia, ya no iba a cambiar demasiado. Nos equivocábamos
Según el profesor Eduardo Maura, los 90 parecen haberse quedado emparedados entre dos procesos que ha provocado que se tenga una imagen distorsionada. Aún no hemos dado con claves de lectura para considerar los 90 como una época propia, De todas formas aun seguíamos viviendo bien aunque se comenzaban a vislumbrarse los problemas que poco a poco fueron cercándonos… Pese a todo fue una época sin preocupaciones, los anuncios que veíamos y los contenidos que consumíamos no se regían aún por ninguna de las normas actuales, No existía todavía la preocupación ante las pantallas, la tele nos acompañaban y no nos preocupaban los contenidos violentos. Se emitía una cantidad considerable de publicad que no tenía en cuenta ni la violencia, ni el feminismo, nilalucha de estereotipos de genero
Hay una imagen que siempre se repite al hablar de los noventa: la de viajar en moto antes de tener edad para sacar el carnet de automóvil, como un signo de libertad… ¿y tal vez de cierta inconsciencia? Hugo Argüelles señala que “era una época más feliz porque todas las crisis aún no eran visibles. No nos preocupábamos por lo que comíamos, por lo que bebíamos…” ocurrían muchas cosas, y muchas de ellas, particularmente oscuras: desde los asesinatos de ETA que se sucedían semana tras semana hasta convertirse en costumbre, hasta los crímenes contra inmigrantes de los grupos neonazi madrileños pasando por huelgas generales, corrupción y crisis económica, que sirven de contrapunto a la aparente placidez de clase media
A partir de 1.994 se produce la gran crisis de empleo, asoman la recesión económica y el paro y entramos en los tiempos actuales.
Lo que les dije, los de mi generación no nos podemos quejar