CANGAS DEL NARCEA.- La mujeres han cogido el relevo en el alterne diario cangués
Que los tiempos han cambiado es algo palpable y que no necesita demostración empírica alguna. Los que fuimos trasnochadores empedernidos miramos con nostalgia como no mucho más allá de haber anochecido los bares comienzan a echar la persiana y la clientela cae al mínimo, o al cero. Los mayores ya no alternamos y los jóvenes lo hacen mucho menos y en horarios totalmente distintos. Se dice que influye también mucho la disponibilidad económica de los mismos. Sea cual sea la causa con un desmadrado fin de semana les basta y sobra.
Por rutinas de viejo ya desubicado con respecto a lo que anteriormente les he señalado, no soy de salir a media mañana y, mucho menos, a media tarde, Si salgo por la mañana a echar un vistazo a la prensa escrita y tomar una cerveza, lo hago ya cuando el reloj ha marcado las dos, con lo cual ya hay bajón en los bares, y en las tardes y noches ha ya tiempo que abandoné.
Y es aquí donde mi mujer y algunas amigas me hacen ver que estoy totalmente perdido, que el ambiente tanto de mañana como de tarde es buenísimo e incluso que difícil encontrar mesa tanto dentro como fuera de los locales. Me cuesta creerlo, así que decido salir con Maribel en ese horario y comprobarlo.
Y tuve y tengo que reconocer que tenían razón, que yo ya había perdido las referencias del diario acontecer de la villa en lo que al ocio respecta. Pro mi gran sorpresa llegó al comprobar que la gran mayoría de la población que alternaba estaba compuesta por mujeres. Mujeres de todas las edades y condiciones, con bebés y sin bebés, con carros de la compra y sin carros, alegres y serias, jóvenes y no tan jóvenes.
Las conversaciones eran amenas y saltaban sin tapujos de uno a otro lugar de una a otra mesa, y abundaban saludos e indagaciones sobre esto o aquello, unas llenas de buenas intenciones y otras cargadas de un supino cotilleo aun cuando no fuese así considerado a fuerza de utilizar esos repetitivos interrogatorios sobre unos y otros con la mayor y cotidiana asiduidad. Algún hombre testimonial en alguna mesa, incrustado entre las mujeres, y unos, muy pocos, acodados en la barra un tanto perdidos en una sin sustanciosa conversación de coches y motosierras.
Recorrimos la Calle Mayor desde El Corral. Al contrario que en mis años mozos, los transeúntes disminuían a medidas que te acercabas al Ayuntamiento. Aguantaban hasta la Plaza de Mario Gómez si hacia buen tiempo y se desplegaban las terrazas, de no ser así la disminución era mucho más rápida. Tras el Amador, en el Corral, el pleno lo alcanzaban los locales de La Descarga y Del Rio, pasando seguidamente al Cadillac, en Maestro Penedela, y El Molinón y Parla. Con buen tiempo se unía a ello el Elvi y los de la Plaza de la Oliva. Y así se repetía de nuevo en la tarde. Era y es evidente que la mujer ha cogido el testigo del alterne en Cangas del Narcea.
Compañeros de trasnocheo y de aquellos vermús que empalmaban con los cacharros recordemos el dicho latino: Sic transist gloria mundi