Feria de Ramos, incendios y la primavera como promesa de futuro
Estaba la mañana límpida, suave, abierta a una recién estrenada primavera. Camino de la Himera noté como el tráfico no pasaba mucho más allá del correspondiente a un día normal. Era sábado de Ramos.
Ya de lejos noté como la hilera de coche ocupaba todo el espacio lateral de la carreta a aparcamientos reservado. Los accesos por la carretera de la Barzaniellas, también. Me puso en alerta el observar que en el interior del recinto había muchos huecos. Me dirigí a la entrada principal. El estacionamiento completo; un par de tiendas solitarias en la entrada. Accedí al recinto y el alma se me cayó a los pies. El ganado allí concentrado apenas ocupaba un tercio del recinto, quizás menos. Alrededor de las pocas reses un montón de paisanos en pequeños corrillos, bastantes más que vacas, e Incluso aunque a estas se sumaran los gochos, blancos casi en su totalidad, cargados en una media docena de pequeños camiones.
Dos paisanos se saludaban entusiásticamente. Capté parte de su conversación; ellos me dieron la clave del momento
-¿Pero esto qué es? Somos cinco o seis veces más paisanos que vacas y tres o cuatro veces más coches que paisanos, dijo uno de ellos al que el otro contestó escéptico
-¡Es lo que hay!
Por un momento pasaron fugazmente en por mi mente rápidas imágenes de aquellas ferias de Ramos de antaño en la Vega, en la villa, a reventar de ganado, y las calles pletóricas de tiendas, gentes y camiones yendo y viniendo, Otros tiempo, otras formas que nos llenan de añoranzas, sí, pero que no volverán. Ahora las ganaderías son mucho más grandes, las de supervivencia de muy poquitas reses han desaparecido y aquellas negocian las ventas por contratos de suministros con otras grandes empresas o directamente con las superficies comerciales. Las ferias no van siendo ya más allá que jirones en la memoria de un tiempo ido.
Emprendo la vuelta entre retazos de conversaciones relativas a los fuegos que han asolado a Asturias y a esta comarca. Pero me animo yo solo. Renacerá la Naturaleza y Asturias y este suroccidente volverán esplendorosos en sus verdes. A un lado y otro de la carretera, y abajo junto al río, la primavera ha estallado ya en todo su esplendor y los árboles se ha llenados de blancos de muy diversas gamas e intensidades; Cerezos, manzanos, almendros, perales…, todo es un estallido de color. Los de la ribera se han llenado ya de brotes pujantes que se abrirán en cualquier momento.
Luce el sol en la tibia mañana y me adelantan charlando y riendo unas mujeres con ramos de laurel en las manos. Los llevarán a bendecir mañana, Domingo de Ramos y acudirán con ellos a la procesión.
Puede que las ferias hayan decaído, incluso que tan solo se conserven como elementos antropológicos de otros tiempos, pero la primavera volverá siempre aunque nosotros vayamos despareciendo y surgiendo de nuevo una generación tras otra. Seamos pues optimistas