Un aniversario más que millonario. De cómo Cangas e Ibias recibieron una lluvia de millones (I)
(I)
Cinco de enero de 1.993. Entonces era el día en el que se celebraba el sorteo del Niño.
El reloj se acercaba a la una y media de la tarde. Entré en el Bar Manolo, en la Calle Gaztambide de Madrid, que regentaban, y regentan, unos conocidos, con el tiempo amigos, de Cáceres, de Eljas.
-Oye. Ha tocado la lotería en tu pueblo. Me dijo Angelito, uno de los dueños, nada más verme
– ¿Cómo que en mi pueblo?
-Sí, en el de Asturias, en Cangas de Onís, Se llama así, ¿no?
-No. Es Cangas del Narcea, ¡aclárate!
-Bueno, donde sea, pero en Cangas. Y siguió dándole al grifo de la cerveza.
Fue la primera noticia que me llegó de lo que sería un día de locos para Cangas, del Narcea, claro. No tardó en llamarme mi hijo.
-¿Oye, tú tienes lotería del Caniecho? Le ha caído el Gordo
Aquí ya fui plenamente consciente de lo ocurrido. Llamé a Maribel que estaba también en Madrid, en casa de su madre, justo enfrente del bar
-¿Trajiste la lotería no?
-Sí. ¿Por qué?
-Ha tocado en el Caniecho. Creo que tengo una participación
Al rato bajó con ella en la mano. Era el 76.372.
No volvería a Cangas hasta el día 7 con lo cual me perdí toda la celebración en directo.
En este aniversario, María Elena Mathé, que regentaba la Administración número 1 que vendió el premio, recordaba que en esa época el Gordo de Reyes tenía, además, un premio especial, lo que incrementaba la cuantía a ganar, la serie que se decía y creo se sigue diciendo. En total, fueron 9.548 millones de pesetas los que se repartieron, porque además no se había devuelto nada”. Para los más jóvenes, al cambio en euros: 57,7 millones
Imagínense los que no lo vivieron la que se montó en torno al Bar Caniecho, en la Calle La Fuente, y la Administración, en la Plaza de la Oliva. Otro tanto estaba ocurriendo en Ibias
Al respecto recuerda María Elena que dar ese premio “fue algo impresionante, porque se repartió una cantidad muy gran de de dinero. Los décimos premiados se habían vendido en su mayoría en dos bares, en El Caniecho de Cangas del Narcea, que entonces estaba situado en calle La Fuente, y en el bar La Peña, de San Antolín de Ibias. Solo algunos décimos sueltos revendieron por ventanilla. Y uno de estos fue a parar a las manos de un paisano, creo recordar que de Moal. Unos días antes, a finales de diciembre, se llegó a Cangas camino de Madrid, a donde iba a pasar la Nochevieja con su hijo. Decidió comprar un décimo. Al llegar a Madrid, compró otro en una Administración de Atocha. Pilló el segundo premio. Cuentan los corresponsales de prensa de entonces, entre los que me encontraba, que no lograron averiguar que cantidad de dinero cobró el afortunado que, tan misteriosamente como había llegado, desapreció
Pero esto también ha vuelto a suceder ahora, la actual lotera, Carmen Menéndez, cuenta que conoce a premiados de entonces a los que la fortuna les ha vuelto a sonreír con el último Gordo de Navidad vendido en Fonsagrada (Lugo). Prefieren el anonimato.
En Ibias, al conocerse la noticia repicaron las campanas. Lo contaba el entonces alcalde, José María Cancio, que también había sido uno de los agraciados. Tenía uno de los décimos premiados compartido y cuenta que lo oyó en la tele, pero antes de poder comprobarlo ya escuchó las campanas de la iglesia repicar.
“Nervios, carreras, certificaciones, fotocopias, afirmaciones, negaciones… este era el ir y venir de todos los cangueses” contábamos Azcárate y yo en La Maniega del mes de febrero.
“Cientos de banqueros, periodistas, cámaras de fotografía y televisión invadieron el paisaje urbano de la villa con una intensidad que nadie nunca alcanzó a ver en nuestras calles”.
Pero quiero recordar aquí que Cangas no era virgen en este terreno. El 31 de agosto de 1.991, la misma administración había repartido 420 millones de pesetas en premios en un sorteo extraordinario de verano,
La guerra entre las sucursales bancarias dejó mucho que hablar y comentar, así como la forma en que habían de producirse los pagos con sus presencias, comprobaciones, firmas y autorizaciones. Fue tal el jaleo que hasta hubo de acordarse un sorteo para establecer el orden y fecha en que cada una de ellas debía proceder a los pagos o ingresos en cuenta.
Por otra parte, sobre Cangas del Narcea se abatió un aluvión publicitario y mañana y tarde los buzones se encontraban repletos de folletos publicitarios que ofertaban desde una puerta blindada a una enciclopedia o colección de libros, pasando por apartamentos en el Mediterráneo o los últimos modelos de los más potentes coches.
Continuamos mañana