Remembranza en la que narramos la visita de Xuan y Mera al “pab” cangués
Prólogo informativo
Antes de seguir adelante con esta remembranza, permítame el lector lo sitúe en aquella Cangas del inicio de los ochenta. Se había ya iniciado el despegue económico y las actividades comerciales y productivas se hallaban en pleno apogeo apoyadas en la minería. El dinero comenzó a corre como no lo había hecho nunca en el concejo y los “audis” y “mercedes” comenzaron a dejarse ver no solo en la villa, sino también por las pistas de tierra del concejo.
A la abundancia de trabajo correspondió de inmediato otra económica que se reflejó en todos los sectores y actuó de llamada, no solo a población procedente de otros puntos de Asturias, sino de otros lugares de España. Cangas, en palabras del periodista Luis José Ávila, pasó a ser “El Dorado” en recuerdo de aquel otro de la conquista americana en la que los conquistadores y colonizadores españoles buscaron el oro, hallándolo en algunos casos, pero nunca con la facilidad que ellos imaginaron.
Al olor del dinero fácil aparecieron en Cangas negocios, digamos `distintos´ o `no convencionales´, en el diario vivir de estas tierras y anteriormente totalmente desconocidos en ellas.
Me refiero a los `pubs´, así denominados entonces pero que a lo largo de la historia han recibido otras y muy distintas denominaciones como `Centros de leonicidio´, “Casas de muñecas”, `Locales de alterne´, y otras más rotundas como `Casas de p…”
Al menos siete aparecieron en el Cangas de entonces: El Tres Peniques, donde tiene lugar la aventura que aquí les narraremos; otro en la entrada de Santa Catalina y uno más a la salida, otro en Los Nogales, otro en Javita, otro más en Pilotuerto y otro allá en la carretera de Onón.
Todo ello les situará a ustedes en condiciones de colocar en sus justos términos de tiempo, espacio, costumbres y momentos lo que aquí les narro.
Téngase también en cuenta que, al menos a los situados en la villa, acudía el personal cual si de un bar normal se tratase, sin connotaciones especiales, negativas o distintas de ningún signo. Muchas veces, los mineros que entraban en el turno de las doce de la noche, se llegaban allí antes de acudir a los autocares y, dejando tras el mostrador tarteras y fardelas, alternaban un rato antes de acudir a los autocares en La Vega que habría de llevarlos a las distintas explotaciones
Descrito pues someramente el entorno pasemos a narrarles esta remembranza en la que contamos la visita de Xuan y Mera al “pab” cangués `Tres peniques´
Dice así:
Estampa I
En alguna ocasión ya les he hablado de la estupefacción de Xuan al enterarse de que en Cangas, allá por mayo de 1.981, se había abierto un `pub´, para unos; `pab´, para otros; barra americana para los más y `plaf´ para Xuan; y también de cómo se había quedado con las ganas de que hasta allí le llevase el Cuntapeiro.
Y llegó el Carmen.
Cumpliendo su ritual anual, Xuan se llegó hasta la villa. Al contrario que en otras ocasiones, esta vez venía con una idea entre ceja y ceja: dijese lo que dijese el Cuntapeiro de Mera, que iría al pab, al pub, al plaf o como carajo quisieran llamarlo. Él quería saber exactamente lo que allí se cocía aunque, como había hecho la mili, intuía que nombre para acá o nombre para allá, la cosa iba de putiferio, edulcorado como a los tiempos corresponde, eso sí, llamándolo pab, plaf o la putaqueloparió, nunca mejor dicho.
Encontrose con Falo Garrafal, al que conocía por el Cuntapeiro, y entraron en el Elvi. Xuan le dio a entender la idea que bullía en su cabeza insinuándole que se uniera a ellos y fuese a tomar un cacharro al dichoso pab, una vez que hubiese anochecido
-Anochecido, pero anochecido abondo. Le dijo Falo con cara de medio susto.
-Cuéntote. A los quince o veinte días de abrir el “Tres peniques”, pues así se llama el local en que están las mozas…
-Las pu….
-¡Para! Hay que decir meretrices, o como mucho prostitutas, pero no llamarlas en plan burro como tú haces
-Otro elustrao como el Cuntapeiro. Un burro yes un burro aunque lo llames jumento
-Bueno, bueno. Pero como te decía, el caso es que lo de haberse abierto un local en el que servían moces alegres y cariñosas hacía que el personal desfilara por allí como si la entrada a bocamina de García Munté se tratase. Ese movimiento llegó a don José, el párroco, a través de unas vecinas, muy cotillas y retorcidas ellas, que desde ventanas y balcones controlaban a todo el personal que hasta allí osase acercarse con luz. La esencia estaba en contarlo luego a todo bicho viviente. Lo que siempre ha sido cotilleo, mas en este caso, con mala, muy mala leche.
Llegó ello al cura que montó un escándalo de mil demonios desde el pulpito y acojonó al personal, creyentes o no tan creyentes, no ya con el fuego eterno, sino con denuncias, multas y otras tantas penas de la justicia y autoridades de este mundo.
Desde ese día, ningún cangués que se preciara se acercaba por la casa, llamémosla así, hasta que no oscurecía suficientemente para que las cotillas no pudiesen identificar al infrascrito que hasta allí se acercaba. Por eso te decía yo, continuó Falo, lo de no acudir hasta que estuviese bien, pero bien anochecido
-¡Cojonantuam con el personal!, soltó Xuan echándose un pelín la boina hacia atrás y rascándose suavemente la cabeza.
Pese a todo estaba decidido a acercarse al Peniques, aunque fuese solo. Eso sí, lo haría ya anochecido no fuese el caso que la visita llegase al pueblo, inevitablemente entonces a oídos de la su parienta, y tuviese que tirarse toda una temporada durmiendo en el parreiro, y ello aunque solo pecase de pensamiento.
No tardó mucho Falo en despedirse amablemente. Dada la hora del atardecer en que se hallaba, Xuan decidió acercarse hasta El Caniecho en la seguridad de que más bien antes que después aparecería por allí el Cuntapeiro junto al cual pensaban llevar a cabo su propósito.
Y allí estaba, cómodamente recostado en la barra, de palique con el Neto (otro que tal baila) y cada uno de ellos con una Mahou en la mano. Seguro que estaban arreglando el concejo o ideando alguna maldad para publicarla en La Maniega. Dio un gran abrazo a Neto, al que hacía tiempo no veía, y saludó al Cuntapeiro
-¿Qué? ¿listo p´a la excursión?
Mera le miró con cara de no entender.
-No te faigas el tonto que te conozco. Hoy vamos al Peniques ese ¿O no quedamos en ello?
Neto, que iba a dar un trago del botellín, se quedó con él en el aire a punto de llegar a los labios
-¿Pero tú que dices ho?
-Que nos vamos al Penique en cuanto anochezca un tanto
-¿Pero quiénes vais?
-Aquí el Cuntapeiro de Mera ya yo nun prencipio, si tu quies, pues bien tamién
Y Xuan echó el brazo por los hombros de Neto animándolo a la acción a la vez que pedía a Modesto una nueva ronda.
No había pasado mucho tiempo cuando, dando un par de garamballadas, apareció Juan Acevedo
-Oye manguan, ¿ónde te metiste anoche?, interrogó braceando al Mera y saludando a Neto para, sin interrupción, dirigirse a Modesto.
-Dame un vino y que invite el que este en ronda
Iniciaron una animada charla sobre este o aquel otro aspecto de las Fiestas del Carmen mientras que Xuan no dejaba de mirar una y otra vez, de reojo, como iba en la calle el nivel de oscurecimiento para iniciar su aventura.
Mera puso en antecedentes de la situación a Acevedo quien, como a su carácter correspondía, aplaudió entusiasmado la idea -¡Como Dios Xuan! Vamos a esperar que venga El Cazurro que es también un buen puntal para estos caso
Seguimos mañana